Matt Reichel
CounterPunch
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El jueves pasado, el presidente Bush reveló nuevos planes para ayudar a limitar la actual crisis financiera. Su objetivo es dar suficiente ayuda a prestatarios delincuentes sin suministrar una “escapada” total, mientras se asegura que la propiedad de la casa propia siga estando “al centro del Sueño Estadounidense.”
El problema es que la propiedad de la casa propia representa un fetiche que lleva rápidamente a la economía al desastre. La crisis actual es mucho más seria que la ruptura de la burbuja tecnológica hace siete años porque va al corazón de lo que asegura la función del capitalismo: la confianza en el mercado. Los bancos de inversión y los prestamistas han perdido confianza en el sistema de deuda estadounidense porque las Hipotecas de Tasas Ajustables fueron suministradas con un abandono imprudente a miles de interesados no calificados durante un período de cinco años que coincidió con el así llamado “auge inmobiliario.”
Muchos economistas saldrán a la defensa del gigante estadounidense diciendo que los indicadores del crecimiento recientemente publicados hacen avanzar la economía a una velocidad superior al 4% en el segundo trimestre de 2007. La estimación proyectada de un 3,4% se sobrepasó en buena parte debido a los esfuerzos por reducir el desequilibrio en el sector comercial, con un aumento del 7,6% en las exportaciones y una reducción del 3,2% en las importaciones, lo cual ha liberado el capital necesario para que las empresas incrementen sus inversiones en un 11,1%.
Desde luego, el crecimiento no es una medida tan imponente del bienestar humano. De hecho, es decidido en gran parte por la demanda y el consumo de bienes y servicios, de modo que, si cabe, el alto crecimiento confirma que una sociedad es materialista más que “pudiente.” De cierto modo es una profecía auto-realizadora: los países con un grado asegurado de riqueza y deseo material seguirán creciendo porque quieren seguir alardeando de su riqueza. Esto concentra a toda una sociedad en una ladera ascendiente: las acciones suben, el PIB sube, ¡y todos estallamos!
En realidad, los estadounidenses no son pudientes, y no lo han sido desde la destrucción de todas las formas de democracia social en su país. La tasa de pobreza sigue estando por sobre un 12%, haciendo aparecer ínfimas las de todos los principales países europeos occidentales. Mientras tanto, 47 millones de estadounidenses, aproximadamente un 18%, no tienen seguro de salud. Y, como demostró con elegancia Michael Moore, el 82% restante está terriblemente sub-asegurado.
Además, como vi durante mis vacaciones de verano para visitar a familiares y amigos, el país está mal desde el punto de vista cultural. Después de haber pasado suficiente tiempo en Europa, es difícil volver a casa. Se llega una cultura de simplicidades capitalistas, en la que la gente sostiene conversaciones telefónicas enteras sobre su nuevo coche y sus televisiones de pantalla plana. Siguen perorando sobre su vida rica y satisfecha, como si todos fueran principitos y princesitas esparcidos por el imperio, creyendo que son maravillosos a pesar de su vestimenta inferior y sus barrigas infladas.
Hasta Johnny Depp se escapó, educando a su familia en Francia meridional junto con la estrella pop Vanessa Paradis. Su diatriba, que no formuló de modo demasiado elegante, fue: “EE.UU. es estúpido, es algo como un cachorro estúpido que tiene dientes grandes – que puede morder y herirte, agresivo... es como una especie de juguete – tal vez un juguete roto. Investiga un poco, compruébalo, siéntelo y ándate.” Esto lleva al importante tema de la naturaleza agresiva de los estadounidenses: una crítica constructiva formulada por muchos de los más respetuosos intelectuales europeos que han pasado un tiempo en EE.UU. Es como si los críticos de un EE.UU. agresivo y engreído, otrora abundantes, hubieran sido encerrados y encarcelados en algún sitio. Tal vez sólo temen criticar por miedo a sonar anti-estadounidenses en una época de “emergencia nacional.” O tal vez consideran tabú que se ataque el Sueño Estadounidense.
Yo, por mi parte, considero que es revelador que el presidente haya hablado de proteger el “Sueño Estadounidense de la casa propia.” Es la hora de la verdad para el imperio, ya que hasta el emperador ha admitido que el sueño estadounidense no tiene nada que ver con la libertad y la justicia. Y, desde luego, le sería difícil alardear sobre esos grandiosos ideales durante un verano en el que fueron alborozadamente eliminados por el Congreso, que ha invitado a la Gestapo a participar en nuestras conversaciones telefónicas y correos privados. Y seguro que mi lenguaje podrá ser esquivado por ser irracionalmente fuerte, pero he pasado años lejos sólo para volver recientemente a la experiencia de primera mano del terrible estado de las cosas en el País de los Libres.
La gente es paranoica: una paranoia alimentada por ilusiones irracionales de grandeza, en las que hasta el último ciudadano o ciudadana se considera tan importante que es casi seguro que serán los próximos en ser atacados. Esto, a pesar de que numerosos estadounidenses inocentes son atacados todos los días: 4.000 soldados han vuelto en bolsas de plástico, más de dos millones de estadounidenses están tras las rejas al escribir estas líneas, y unos 300 millones en su conjunto son llevados a participar activamente en la destrucción del planeta mediante una dependencia irracional del automóvil. De todos los motivos para ser paranoicos en el país, de policías exageradamente agresivos a la falta de protección social, a un Congreso listo para lanzar a los perros de presa contra sus propios ciudadanos, la gente teme que los árabes hagan estallar edificios. Lo hicieron con dos de nuestros edificios, y nosotros nos vengamos destruyendo dos de sus países.
Muchos edificios más en EE.UU. permanecerán vacíos o verán las bolas de las grúas de demolición a medida que siguen aumentando las ejecuciones hipotecarias. Finalmente, los bancos restringirán las prácticas de préstamos hipotecarios, requiriendo tal vez que los interesados no tengan deudas estudiantiles pendientes: un requisito que excluiría a ¿cuántos? ¿un 99,9% de los estadounidenses? A medida que continúa la morosidad en los pagos y las discusiones sobre los valores de los activos aterrorizan a los mercados internacionales, la nueva gran víctima será el todopoderoso dólar. Aunque ya está a bajos niveles récord, la divisa estadounidense perderá otra mitad de su valor el próximo año, profundizando así la crisis del mercado bursátil y poniendo por el suelo el valor de los bienes y servicios estadounidenses. Entonces, algo inmenso cambiará. Los estadounidenses verán lo que el resto del mundo ha percibido hace años: que viven en un “país del tercer mundo.” La terminología no es tan bonita, pero fueron los dirigentes económicos y políticos estadounidenses los que inventaron la fraseología, así que considero que es bastante apropiada en este caso. A mi juicio, “países del primer mundo” son los que han desarrollado la sofisticación económica y social necesaria para proveer a todos sus ciudadanos con atención sanitaria y un sistema gratuito de educación de alta calidad. Si no se han desarrollado estas dos grandes instituciones sociales, no se tiene derecho a pretender una grandeza de primer mundo. Los estadounidenses se han vanagloriado de tenerla gracias a su primoroso dinamismo hollywoodense que ha creado la impresión de que aquí persiste una gran riqueza. Seguro, hay riqueza, pero el “sueño estadounidense” ha impedido sistemáticamente que enriquezca a toda la población.
Así que cuando George W Bush llama a proteger el sueño estadounidense en su vano esfuerzo por salvar la economía estadounidense, la izquierda debiera responder redefiniendo el sueño estadounidense. Creo que hay por ahí una izquierda oculta tras una roca. Yo solía conocer a algunas personas, usualmente en la nómina de una organización que recibía la masa de su financiamiento de gente como la fundación Macarthur. Tal vez han sido tan encadenadas por la ortodoxia de la izquierda sin fines de lucro que han olvidado cómo pensar por sí mismos y adoptar una posición en defensa del EE.UU. que aman. ¡Adoptar una Posición por el EE.UU. de Mark Twain, por el EE.UU. de Eugene Debs, por el EE.UU. de Albert Parsons, el EE.UU. de Mario Savos, el EE.UU. de Kurt Vonnegut, el EE.UU. de Upton Sinclair, y el EE.UU. de Martin Luther King Jr.! Comencemos a hablar del Otro Sueño Estadounidense: el sueño de asegurar vida, libertad y felicidad para todos incluso si una gran residencia suburbana no llega a formar parte de la ecuación.
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