Conciencia mexicana.: Buenos días, señor licenciado Echeverría…le agradezco que me permita esta conversación sobre los asuntos mexicanos, y que lo haga aquí en su biblioteca donde el ambiente y el café invitan a la reflexión sobre elevados temas de muestro país.
Luis Echeverría Álvarez: Bienvenido, señor licenciado León Olea. Siéntase en su casa. Le agradezco la invitación que me ha hecho para participar en <
C.M.: Me permito preguntarle * * * sin que hubiera relaciones con el Vaticano, hizo una visita con su investidura presidencial al Papa Paulo VI y se hizo acompañar del Presidente de la Suprema Corte de Justicia, del Presidente de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, de representantes de todos los partidos políticos con excepción de uno; de miembros de su familia y de otras gentes representativas … Para algunos, como lo expresara el Nuncio Prigione, ese fue un primer paso para la reforma que vendría después, para el reconocimiento jurídico de la Iglesia Católica, es decir, de todas las iglesias, y para la reiniciación de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede …
L.E.A.: Déjeme explicarle. En abril de 1972, propuse a las Naciones Unidas, durante la III Conferencia para el Comercio y Desarrollo el proyecto de la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados, cuyos principales objetivos fueron el establecimiento de un orden económico internacional justo, mediante la existencia de un código que regulara las relaciones económicas entre todos los Estados, sobre la base de principios de equidad, justicia, igualdad soberana, interdependencia, interés común y de cooperación entre los mismos, sin distinción de sistemas económicos y sociales.
La ONU estableció pronto un Comité de más de treinta países, el cual fue aumentando en número y se iniciaron en el seno de este organismo las discusiones para analizar la situación de los países explotados, en sesiones de trabajo que ocurrieron en Ginebra. Fue ahí donde el nuncio papal, acreditado ante el Comité, por instrucciones precisas del Papa Paulo VI, fue un activo y apasionado partidario de la proposición nuestra. La discusión sobre la Carta fue muy nutrida a lo largo del resto del año de 1972 y durante 1973…
C.M.: … pero, ¿su visita al Papa?
L.E.A.: Espéreme. En septiembre de 1973 hubo una reunión de los No Alineados, organización a la cual México no pertenecía, ni perteneció, porque yo consideraba y así lo declaré por la situación internacional entonces imperante, que México era un país no alineado aún frente a los No Alineados.
Fue en la reunión de los No Alineados, donde con la participación de Jefes de Estado, Primeros Ministros y mandatarios de un gran número de países, se aprobó un proyecto para “el Nuevo Orden Económico Internacional” y el apoyo a la proposición mexicana ante la Asamblea General de la ONU.
La Carta pretendía establecer relaciones equitativas entre las superpotencias y los países medianos y pequeños, para evitar la probabilidad de una tercera guerra mundial, de la que entonces mucho se hablaba y que parecía cercana.
En el año de 1974 se inició la discusión en la ONU de la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados. Poco antes, en una gira oficial a Europa, que se inició en Salzburgo, con una reunión del Club de Roma y que incluyó la visita a Austria, Italia, Yugoslavia y Alemania, visité en la forma más respetuosa y laica a su Santidad Paulo VI.
La visita la arreglé por medio de un respetabilísimo amigo, el Cardenal Miguel Darío Miranda, entonces Arzobispo Primado de México, con quien desde años atrás había iniciado una relación recíprocamente respetuosa para la solución de los problemas surgidos entre grupos de católicos y protestantes en el interior del país, así como respecto a asuntos que tenían que ver con escuelas particulares y una discusión sobre el Libro de Texto Gratuito reeditado durante mi Administración que suscitaba algunas observaciones por sus contenidos y hasta por sus portadas. A final de cuentas, los libros fueron perfectamente entendidos y aceptados.
Cuando decidí visitar al Papa Paulo VI en el curso de ese viaje a Europa la visita la arregló el Cardenal Miranda muy gustoso.
C.M.: Y ¿cómo saludó usted al Papa, si su visita era, como usted dice muy laica y, digamos, muy librepensadora y que usted era el primer Presidente mexicano, que en toda nuestra historia visitaba y saludaba en la Santa Sede al Papa?
L.E.A.: Lo saludé con todo mi respeto y en la primera plática, que fue en privado, me invitó a sentarme, escritorio de por medio. Ubicados así, sacó de un cajón de su escritorio un expediente que decía: “México: Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados” y con toda sencillez, hablando un clarísimo español me dijo: “Tiene usted razón, señor Presidente,” y agregó con palabras que nunca olvidaré: “Sin desarrollo no habrá paz.”
Después de veinte o veinticinco minutos pasamos a una sala contigua. Le presenté a las personas que me acompañaban. Le obsequié un hermoso cuadro, en nombre del Gobierno de México, del distinguido pintor Ricardo Martínez de Hoyos. Ese óleo está actualmente en el Museo de Arte Moderno del Vaticano.
Luego pasamos a un gran salón donde estaban todos los miembros de mi comitiva, así como peregrinos mexicanos y alumnos del Colegio Gregoriano y del Colegio Pío Latino y le pedí a su Santidad que les dirigiera unas palabras.
Se habló con gran emoción. Cuando terminó, subieron al estrado en que nos encontrábamos, los integrantes de la delegación mexicana a quienes fui presentando uno por uno; cuando subió Pablo, mi hijo, que entonces era muy joven y apasionado de la Revolución Cubana y de la figura ciertamente heroica del comandante Fidel Castro—y eso se lo digo yo a usted por que lo creo—y de las ideas del “Che” Guevara, le dije al Papa: “Su Santidad, este es Pablo, el sexto de mis hijos.” Entonces, él puso la mano en la cabeza con ternura y le dijo; “Yo también soy Pablo, el Sexto.”
Pablo, años después, quiso ir a estudiar marxismo a la Universidad de la Habana, en donde estuvo algún tiempo como huésped del gobierno cubano para luego viajar a estudiar a Yugoslavia y ver otras realidades del socialismo de entonces, según le había recomendado el periodista Djuka Julios, leal amigo de México, que descanse en paz.
Ahora, más maduro, Pablo es un joven ciudadano socialdemócrata, como creo que lo son todos mis hijos, sobre todo después de observar el colapso de la Unión Soviética y sus satélites a causa de su esclerosis ideológica y su negación hacia las prácticas elementales de la democracia.
Creo que mis hijos piensan como mi esposa María Esther y yo, en la justicia económica internacional, en el respeto a todas las creencias y filosofías, en las libertades inherentes al buen ciudadano, sin dejar de tener un sano espíritu crítico. * * * ** *
© << Conciencia Mexicana>> Reflexión colectiva, política, económica y social, Año 1, No. 2, Verano 1997, pp.40-42.
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