Ya se que a muchos les incomoda y no les gusta que estas cosas salgan a la luz, pero ¿qué se le puede hacer? si es la misma Biblia revelándose, abriéndose paso, bien lo citan las escrituras, la gran ramera, la cuarta bestia que cambiaría los tiempos (cronos), la iglesia católica que tuerce las escrituras para tolerar crimenes, sigue dando y dando de que hablar:
De cardenales y criminales sexuales
Por: Carlos Tena
Oliver O`Grady un sacerdote católico irlandés, se dedicaba hasta hace pocos años a practicar la pedofilía entre sus feligreses menores de quince años. En la pequeña villa de Ferns, sita en el condado de Wexford, su obispo y “jefe” ocultó el lamentable hecho, a pesar de las numerosas denuncias realizadas ante la autoridad eclesiástica por la familia de las niñas afectadas, hasta que estas tuvieron que acudir a la policía local para relatar los abusos y el silencio cómplice del superior de Oliver. Sin embargo, este se defendió alegando que, en su día, había informado del hecho a su entonces superior directo en el Vaticano, un tal cardenal Joseph Ratzinger, hoy disfrazado de Papa Benedicto XVI. Pero, sin saber las razones, el tal Ratzinger, no hizo absolutamente nada para que el criminal sexual fuera apartado de sus funciones.
Poco tiempo después se supo que durante años, en otra localidad cercana, el padre Sean Fortune, cometía toda suerte de tropelías y violaciones entre los niños de la localidad, que al llegar a la edad adulta, una vez superado el trauma y con la ayuda de expertos, han confesado los abusos de los que fueron objeto por parte del sacerdote en cuestión, al que, de la misma manera que a Oliver, Benedicto XVI le había servido de mampara. Parece ser que Dios, en su infinita sabiduría, vestido de paloma (a veces de pichón) como acostumbra a hacer el Espíritu Santo, inspiró al hoy Pontífice para que el tal O’Grady no fuera relegado de la parroquia y expulsado de la iglesia católica, evitando que fuera entregado a las autoridades judiciales para que cumpliera la correspondiente condena.
Este caso hace el número 1.234 en los archivos de la policía (irlandesa y británica), sobre abusos sexuales cometidos por curas, obispos e incluso cardenales, monjas, monjes y demás servidores de la Iglesia Católica y/o protestante, contra menores de edad de ambos sexos, desde 1967.
En España, este tipo de delitos se suelen ocultar de la misma forma, y el último de la lista en ser condenado por esconder al culpable, ha sido nada menos que el muy ilustre Cardenal Rouco Varela, que un día, podría ser nombrado Papa, lo que nos lleva a deducir que al Ser Supremo no le importa que en la tierra le pueda representar un pedófilo, un delincuente sexual que pone en práctica, tal vez en exceso, aquello que dijo un tal Jesús de Nazaret: “Dejad que los niños se acerquen a mí”.
Los crímenes sexuales de obispos católicos en EEUU han sido silenciados con dinero, lo mismo que ha sucedido en Suecia, México y Francia durante decenios, mientras las autoridades políticas hacían lo posible para que los culpables abandonaran la prisión y cumplieran arrestos en sus miles de lujosas casas y mansiones repartidas por el ancho mundo.
Ahora, un cardenal hondureño, Óscar Andrés Rodríguez Madariaga, que jamás ha osado levantar la voz denunciando casos similares, trata de insultar al Comandante Hugo Chávez pronunciando frases como “se cree Dios y con derecho a atropellar a las personas decentes” (se debe referir a los delincuentes que dirigen el canal RTCV). Uno no quita lo otro, y la ilustrísima autoridad hondureña tiene todo el derecho del mundo a decir lo que le venga en gana, pero tiene igualmente la obligación de explicar a sus feligreses por qué la Iglesia Católica ampara, esconde y protege a los pedófilos y criminales sexuales que visten los hábitos o, sencillamente, dicen misa, dan la comunión y confiesan a los creyentes.
El Cardenal en cuestión, como miles de ellos a lo largo de la historia, sólo demuestra su servilismo ante el imperio del crimen, del dólar, del terrorismo de estado; el mismo, o los mismos, que tienen sometido al noble pueblo hondureño a un lamentable sistema político en el que el hambre, la miseria y la enfermedad, mutilan los sueños y esperanzas por un mundo más justo.
Desde las páginas de inSurGente, acuso al Cardenal hondureño de hipócrita, mendaz, cobarde y miserable. Aunque con tales dones y virtudes, bien pudiera ser que, como Rouco Varela, un día pudiera aparecer en los balcones del Vaticano bendiciendo urbi et orbi a miles de inocentes. Y es que los designios del Señor son insondables.
De cardenales y criminales sexuales
Por: Carlos Tena
Oliver O`Grady un sacerdote católico irlandés, se dedicaba hasta hace pocos años a practicar la pedofilía entre sus feligreses menores de quince años. En la pequeña villa de Ferns, sita en el condado de Wexford, su obispo y “jefe” ocultó el lamentable hecho, a pesar de las numerosas denuncias realizadas ante la autoridad eclesiástica por la familia de las niñas afectadas, hasta que estas tuvieron que acudir a la policía local para relatar los abusos y el silencio cómplice del superior de Oliver. Sin embargo, este se defendió alegando que, en su día, había informado del hecho a su entonces superior directo en el Vaticano, un tal cardenal Joseph Ratzinger, hoy disfrazado de Papa Benedicto XVI. Pero, sin saber las razones, el tal Ratzinger, no hizo absolutamente nada para que el criminal sexual fuera apartado de sus funciones.
Poco tiempo después se supo que durante años, en otra localidad cercana, el padre Sean Fortune, cometía toda suerte de tropelías y violaciones entre los niños de la localidad, que al llegar a la edad adulta, una vez superado el trauma y con la ayuda de expertos, han confesado los abusos de los que fueron objeto por parte del sacerdote en cuestión, al que, de la misma manera que a Oliver, Benedicto XVI le había servido de mampara. Parece ser que Dios, en su infinita sabiduría, vestido de paloma (a veces de pichón) como acostumbra a hacer el Espíritu Santo, inspiró al hoy Pontífice para que el tal O’Grady no fuera relegado de la parroquia y expulsado de la iglesia católica, evitando que fuera entregado a las autoridades judiciales para que cumpliera la correspondiente condena.
Este caso hace el número 1.234 en los archivos de la policía (irlandesa y británica), sobre abusos sexuales cometidos por curas, obispos e incluso cardenales, monjas, monjes y demás servidores de la Iglesia Católica y/o protestante, contra menores de edad de ambos sexos, desde 1967.
En España, este tipo de delitos se suelen ocultar de la misma forma, y el último de la lista en ser condenado por esconder al culpable, ha sido nada menos que el muy ilustre Cardenal Rouco Varela, que un día, podría ser nombrado Papa, lo que nos lleva a deducir que al Ser Supremo no le importa que en la tierra le pueda representar un pedófilo, un delincuente sexual que pone en práctica, tal vez en exceso, aquello que dijo un tal Jesús de Nazaret: “Dejad que los niños se acerquen a mí”.
Los crímenes sexuales de obispos católicos en EEUU han sido silenciados con dinero, lo mismo que ha sucedido en Suecia, México y Francia durante decenios, mientras las autoridades políticas hacían lo posible para que los culpables abandonaran la prisión y cumplieran arrestos en sus miles de lujosas casas y mansiones repartidas por el ancho mundo.
Ahora, un cardenal hondureño, Óscar Andrés Rodríguez Madariaga, que jamás ha osado levantar la voz denunciando casos similares, trata de insultar al Comandante Hugo Chávez pronunciando frases como “se cree Dios y con derecho a atropellar a las personas decentes” (se debe referir a los delincuentes que dirigen el canal RTCV). Uno no quita lo otro, y la ilustrísima autoridad hondureña tiene todo el derecho del mundo a decir lo que le venga en gana, pero tiene igualmente la obligación de explicar a sus feligreses por qué la Iglesia Católica ampara, esconde y protege a los pedófilos y criminales sexuales que visten los hábitos o, sencillamente, dicen misa, dan la comunión y confiesan a los creyentes.
El Cardenal en cuestión, como miles de ellos a lo largo de la historia, sólo demuestra su servilismo ante el imperio del crimen, del dólar, del terrorismo de estado; el mismo, o los mismos, que tienen sometido al noble pueblo hondureño a un lamentable sistema político en el que el hambre, la miseria y la enfermedad, mutilan los sueños y esperanzas por un mundo más justo.
Desde las páginas de inSurGente, acuso al Cardenal hondureño de hipócrita, mendaz, cobarde y miserable. Aunque con tales dones y virtudes, bien pudiera ser que, como Rouco Varela, un día pudiera aparecer en los balcones del Vaticano bendiciendo urbi et orbi a miles de inocentes. Y es que los designios del Señor son insondables.
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