Sombras de sombras. Carne de cañón. Eso son las masas.
Tal afirma el analista, y Antonio Machado, poeta:
Masas son, y a las masas se les puede ametrallar impunemente…
Ortega y Gasset, por su parte, su sustancioso ensayo se refiere a La rebelión de las masas. Yo, a propósito, miro y sopeso nuestra realidad nacional; analizo el estilo personal del presente gobierno, con sus inauditas ofensas a los gobernadores así en los asuntos de chinos y clero político como en los asesinatos y desapariciones de luchadores sociales en Oaxaca, y con la sentencia de sesenta y siete años y meses a los macheteros de Atenco mientras a las honorables familias Montiel y Bríbiesca Sahagún, la abyecta impunidad. Luego observo a las masas, embebidas en la radiactividad con que de forma irreversible las perjudican los medios de condicionamiento de masas, y aquella desazón…
Porque descorazonada, mis valedores, pensar en la conflictíva relación de las masas con el Sistema de poder. Ayer mismo, ante la realidad objetiva del país y la nefasta relación Estado-sociedad civil, me puse a meditar en el origen de una crisis recurrentes tan provechosas para el Poder cuanto virulentas para el paisanaje, que así nos sacuden en los rubros de inseguridad pública, economía familiar y violencia en los hogares, y pienso: ¿nosotros ni a chicotazos de crisis accedemos a pensar, a ejercitar la autocrítica, a crear estrategias que, descartada la de la fuerza armada, en la que el Sistema de poder es infinitamente superior, reviertan una situación para nosotros calamitosa? Lo afirmó el lunes pasado Agustín Basave, analista político:
Cualquiera que haya visto la extensión de la pobreza y la profundidad de la miseria en este país sabe que es un milagro que no tengamos más inestabilidad social. Las condiciones en que vive la mitad nuestra población son moralmente inadmisibles y prácticamente insoportables…
Pero no, que ante la virulencia de la crisis actual esas masas no se rebelan, no reaccionan, no van más allá de los reniegos inútiles; ellas, que a principios de cada sexenio siguen esperanzadas, hoy todavía, en el gobernante en turno. “Con Echeverría sí!”, juraron una vez terminado el horror de Díaz Hordas. ¿Que ese no nos dio lo que de él esperaban? Pero con López Portillo sí. Con el de las cejas alacranadas sí; con el mothernizador, con Zedillo sí…
- ¡Pero esta vez sí! ¡Con Fox ya “la hicimos”! ¡Con Fox ya logramos sacar al PRI de Los Pinos..! (Esa terca esperanza)
Y como perpetuos adolescentes, e-xi-gir al que tomamos por nuestro aliado. El sexenio va a terminar, como termina siempre desde el primero Nopalito de la historia reciente del país, con una nueva desilusión colectiva ¿Es tan conflictíva situación qué papel jugamos nosotros? ¿Nosotros pensar, reflexionar, autocrítica? No, que somos pasivos y dependientes, y para nosotros ahí están, siempre oportunos, los medios de condicionamiento de masas. Esos habrán de revivir nuestras muertas esperanzas; en ellos nos va a aturdir la propaganda embustera del Instituto Federal Electoral, IFE, que día con día, hora con hora, minuto a minuto, manipulará al paisanaje con la cantaleta de que la democracia consiste en emitir un voto en determinadas fechas, jurándole que el voto es la solución de todos sus problemas, que se sintetizan en dos palabras: economía familiar.
Y nosotros: ni golpes de desencanto, desilusión y pobreza creciente nos harán reaccionar y percatarnos de que el voto, cuando mucho, nos da la facultad de elegir al candidato de las propuestas más atractivas, pero no el poder para forzarlo a cumplir sus promesas de campaña. Así una y otra vez. Y nosotros, adolescentes perpetuos, a tomar al Poder como padre y aliado, y por lo mismo ¡e-xi-gir-le!, para que el Poder, desde su espacio en la superestructura, a lo desdeñoso nos revele el antídoto contra nuestra estrategia:
- Ni los veo, ni los oigo, ni los siento. Y háganle como quieran.
Fue en este punto, mis valedores, cuando hace algunos ayeres, desde la radio, yo les repetía “Con esa semejante fórmula nos mantiene bloqueados: ‘No se puede, y háganle como quieran’. Nosotros, debidamente organizados no en multitudes vociferantes sino en comités auto-gestíonarios, vamos a demostrarle que sí se puede”.
Radio y la TV escucharon la frase que a diario repetí durante años, la piratearon para luego enjaretársela a unas almas de Perra Brava que ahora vociferan frente al clásico pasecito a la red: “¡Sí-se-pue-de!”. Lástima
Intenté entonces llegar al origen de tal aguante, de semejante pasividad y capacidad de las masas para absorber sufrimiento, pobreza, inseguridad pública y la corrupción lucrativa e impune de esos sinvergüenzas Tartufos por los que presuntamente votaron, y de repente, con el análisis del sociólogo lo entendí: esta sociedad está enferma, y…
Fuente: El Valedor
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