Leyendo estás cifras estremece pensar que sigue pasando el tiempo y se carece de una política real de largo plazo en materia de medio ambiente, desarrollo sustentable y civismo. Se está retrasado en conformar un esquema que permita darle un cauce apropiado al manejo de los desechos domésticos y en el mismo caso a los residuos industriales.
En este último renglón, la ausencia de una legislación apropiada es un imán para que los estadounidenses crucen la frontera y tomen el territorio como un vertedero. No es casual que las maquiladoras estén instaladas en lugares favorables para sus políticas contaminantes.
Los 39 millones de toneladas de basura no incluyen a la contaminación industrial, dado que únicamente se circunscriben a la basura doméstica.
Mientras en México perdemos el tiempo con anuncios de “ponga la basura en su lugar”, en Alemania, Japón y España logran avances significativos en el manejo de los desperdicios domésticos. Trabajan en pro de incentivar una cultura ciudadana de compromiso compartido.
Países como Chile y Brasil canalizan sus investigaciones al estudio del modelo alemán utilizado en la clasificación, separación y reciclaje de la basura. En Alemania, la gente está decididamente involucrada en el proceso de selección. Los ayuntamientos multan a los inquilinos que no depositan la basura en los contenedores correctos. En cada edificio, los inquilinos tienen llave de un lugar de depósito con diversos contenedores para la basura clasificada: los recipientes verdes son para restos de comida y productos orgánicos; en otro recipiente se juntan los periódicos, revistas, papeles y cartones que tienen como destino el reciclaje; uno mayor es para los envases de vidrio; hay otro más para los plásticos y el nylon; y uno especial para metales y pilas.
Además aplica una selección minuciosa, por ejemplo, si se tira una caja de cigarros, ésta va a parar al recipiente del papel y cartón; el plástico que lo recubre es retirado y colocado dentro del contenedor de los plásticos y el papelito interior de color metal en los aluminios y metales.
El proceso es tan bien organizado que, para los vidrios, hay contenedores de colores dependiendo de si el vidrio es transparente, ámbar, verde o azul.
Algunos países europeos y asiáticos le llevan enorme delantera a América Latina en los compromisos de una sociedad sustentable. En México la zanja es enorme: parte de un problema de educación, concientización, demografía, falta de visión a futuro; del círculo vicioso entre economía y pobreza.
La basura en México es un negocio que favorece a cientos de células introducidas en el lumpenproletariado. Al desperdicio se le saca provecho y de allí emergen cotos de poder con tintes capitalistas. Hay mucho de explotación en todos estos mundos o submundos paralelos de la economía y muchas veces, por desgracia, encontramos contubernio entre las autoridades y los líderes que viven de la basura. Todo ello dificulta que puedan darse pasos eficaces en la utilización sustentable de la clasificación y reutilización de los desperdicios domésticos.
Parece surrealista, no lo es: en el México del siglo XXI está anquilosada la práctica de pepenar y la de abrir enormes zanjas cerca de ríos o de poblaciones urbanas para tirar la basura y dejar que con el tiempo el hueco se llene. Los llamados “rellenos sanitarios” terminan usados por los paracaidistas, y luego dan paso a edificios y colonias. Muchas construcciones en Barranca del Muerto, en la Delegación Álvaro Obregón, en el Distrito Federal traen detrás esta historia.
En México, el gobierno tiene que ayudar a la ciudadanía que quiere participar del proceso de selección, apoyarndo con camiones especializados y la gente instruida para la recolección y ubicación correcta en los canales de selección.
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