Dado el sacudimiento obtenido durante el Renacimiento, la razón evoluciona de alguna manera para introducirse a la perfección en lo que conocemos como Ilustración (Siglo XVIII), Rene Descartes (1596-1650) jugó un papel crucial años previos al “Siglo de Las Luces". Con Descartes el racionalismo llegó a su cúspide, naciendo así lo que se conoce como filosofía de la modernidad; él pensaba que la razón era la única que podía proporcionarnos conocimientos seguros. También sostuvo que si dudaba estaba pensando, y si estaba pensando existía, pues se daba cuenta de su pensamiento y para pensar se necesitaba alguien que pensara. Es decir, para él, sólo quien pensaba existía. Por otra parte, sus explicaciones físicas consistieron en especificar la composición de los cuerpos en términos de las partículas constituyentes y sus estados de movimiento.[1]
Ya para el siglo XVIII, sin dudarlo, el término más empleado en literatura, filosofía y ciencia, fue el de la razón. Los intelectuales de aquel siglo dieron a su época el nombre de siglo de Las Luces”, refiriéndose a la luz que era para ellos la lógica, la inteligencia, que debían iluminarlo todo. Se da enorme importancia a la razón: el hombre puede comprenderlo todo a través de su inteligencia; sólo es real lo que puede ser entendido por la razón. Aquello que no sea racional debe ser rechazado como falso e inútil. Este racionalismo llevó a la lucha contra las supersticiones, por eso en este siglo termina la denominada “caza y quema de brujas”.
La Ilustración también se define como la culminación del racionalismo renacentista. Se trató de un fenómeno iniciado en Francia, que se extendió por toda Europa y representó la postura crítica que adopta la burguesía frente al orden establecido. Su ideal fue la naturaleza a través de la razón y de hecho no es más que el espíritu del Renacimiento llevado hasta sus últimas consecuencias, en manifiesta oposición con lo sobrenatural y lo tradicional.[2]
La razón también podía conducir al hombre a Dios creador del universo o bien en no creer en principio Supremo alguno. Por esa razón, la mayoría de los ilustrados eran deístas, aunque o sencillamente ateos. En el campo de la religión, la postura racionalista hizo que apareciese el deísmo, como se vio en clase: la mayor parte de los ilustrados fueron deístas, que afirmaron la existencia de un Dios creador y justo, pero consideraron que el hombre no podía entrar en contacto con la divinidad, y por tanto no saber nada de ella. De acuerdo con esto, los deístas rechazan las religiones reveladas, pero al mismo tiempo practican la tolerancia religiosa, pues si todas las religiones valían lo mismo, todas debían ser permitidas.
Mientras en el siglo XVII una misión central para el hombre fue construir “sistemas” filosóficos, ya para la Ilustración no se recoge el ideal de pensar en las enseñanzas filosóficas del pasado, sino que ella misma forma su ideal, según el modelo que le ofrece la ciencia natural de su tiempo. Se trata de no seguir teniendo como referencia a Descartes y su Discurso del método sin más bien el planteamiento de análisis de Isaac Newton.
A partir del tiempo de la Ilustración es que el hombre busca no de los conceptos y principios a los fenómenos, sino al revés. La observación es el datum, lo dado, el dato; el principio y la ley el quaesitum, lo buscado. Esta nueva jerarquía metódica es la que presta su sello a todo el pensar del siglo XVIII.[3]
Con lo anterior es muy claro que se revierte en gran manera la concepción de la razón, mientras en tiempos de la Edad Media despertaba polémica por si debía o no ser considerada como tal, o si era más o menos que la propia fe; ahora en la Ilustración es un término relacionado directamente con el desarrollo de las sociedades. Fue también factor fundamental el inyectarle emotividad a la manera de pensar y obtener conocimiento, pues otra característica del siglo de Las Luces fue precisamente la búsqueda de la felicidad, siendo posible equiparar este concepto con el de progreso, que era el ideal para las sociedades. No sería más el definir o girar en torno a un concepto previamente establecido sino que ahora por el análisis de los fenómenos se encontrarían nuevos conceptos, mismos que no quedarían para la perpetuidad sino que podrán ser cuestionados a partir del mismo momento en que tales conceptos son encontrados.
Y finalmente, un aspecto que hace evidente la diferencia del concepto razón de la Edad Media con el de la Ilustración, es el laicismo. Culturalmente se daría la primera cultura laica de la historia de Europa en la Ilustración; cultura al margen del cristianismo, y en algunos aspectos anticristiana. Esto tiene su explicación en cierto rechazo por parte de la Iglesia, de la forma de vida burguesa. La burguesía constituye una clase que, desde su aparición, vive del comercio, del préstamo con interés y del lucro. Todavía en el siglo XVIII hay teólogos que consideraban al préstamo con interés como abuso; también había aún moralistas que seguían hablando de ganancias ilícitas y hasta sacerdotes que predicaban que era más fácil que se salvara un hombre que no hacía nada productivo a que se salvara un comerciante.
[1] Shapin, Steven. La revolución científica, Barcelona, Paidós, 2002. p. 71
[2] Tema: Ilustración, En: «http://thales.cica.es/rd/». Fecha: julio del 2007.
[3] Cassirer, Ernst. Filosofía de la ilustración. 4ª ed. México, DF: Fondo de cultura económica. p. 23
Ya para el siglo XVIII, sin dudarlo, el término más empleado en literatura, filosofía y ciencia, fue el de la razón. Los intelectuales de aquel siglo dieron a su época el nombre de siglo de Las Luces”, refiriéndose a la luz que era para ellos la lógica, la inteligencia, que debían iluminarlo todo. Se da enorme importancia a la razón: el hombre puede comprenderlo todo a través de su inteligencia; sólo es real lo que puede ser entendido por la razón. Aquello que no sea racional debe ser rechazado como falso e inútil. Este racionalismo llevó a la lucha contra las supersticiones, por eso en este siglo termina la denominada “caza y quema de brujas”.
La Ilustración también se define como la culminación del racionalismo renacentista. Se trató de un fenómeno iniciado en Francia, que se extendió por toda Europa y representó la postura crítica que adopta la burguesía frente al orden establecido. Su ideal fue la naturaleza a través de la razón y de hecho no es más que el espíritu del Renacimiento llevado hasta sus últimas consecuencias, en manifiesta oposición con lo sobrenatural y lo tradicional.[2]
La razón también podía conducir al hombre a Dios creador del universo o bien en no creer en principio Supremo alguno. Por esa razón, la mayoría de los ilustrados eran deístas, aunque o sencillamente ateos. En el campo de la religión, la postura racionalista hizo que apareciese el deísmo, como se vio en clase: la mayor parte de los ilustrados fueron deístas, que afirmaron la existencia de un Dios creador y justo, pero consideraron que el hombre no podía entrar en contacto con la divinidad, y por tanto no saber nada de ella. De acuerdo con esto, los deístas rechazan las religiones reveladas, pero al mismo tiempo practican la tolerancia religiosa, pues si todas las religiones valían lo mismo, todas debían ser permitidas.
Mientras en el siglo XVII una misión central para el hombre fue construir “sistemas” filosóficos, ya para la Ilustración no se recoge el ideal de pensar en las enseñanzas filosóficas del pasado, sino que ella misma forma su ideal, según el modelo que le ofrece la ciencia natural de su tiempo. Se trata de no seguir teniendo como referencia a Descartes y su Discurso del método sin más bien el planteamiento de análisis de Isaac Newton.
A partir del tiempo de la Ilustración es que el hombre busca no de los conceptos y principios a los fenómenos, sino al revés. La observación es el datum, lo dado, el dato; el principio y la ley el quaesitum, lo buscado. Esta nueva jerarquía metódica es la que presta su sello a todo el pensar del siglo XVIII.[3]
Con lo anterior es muy claro que se revierte en gran manera la concepción de la razón, mientras en tiempos de la Edad Media despertaba polémica por si debía o no ser considerada como tal, o si era más o menos que la propia fe; ahora en la Ilustración es un término relacionado directamente con el desarrollo de las sociedades. Fue también factor fundamental el inyectarle emotividad a la manera de pensar y obtener conocimiento, pues otra característica del siglo de Las Luces fue precisamente la búsqueda de la felicidad, siendo posible equiparar este concepto con el de progreso, que era el ideal para las sociedades. No sería más el definir o girar en torno a un concepto previamente establecido sino que ahora por el análisis de los fenómenos se encontrarían nuevos conceptos, mismos que no quedarían para la perpetuidad sino que podrán ser cuestionados a partir del mismo momento en que tales conceptos son encontrados.
Y finalmente, un aspecto que hace evidente la diferencia del concepto razón de la Edad Media con el de la Ilustración, es el laicismo. Culturalmente se daría la primera cultura laica de la historia de Europa en la Ilustración; cultura al margen del cristianismo, y en algunos aspectos anticristiana. Esto tiene su explicación en cierto rechazo por parte de la Iglesia, de la forma de vida burguesa. La burguesía constituye una clase que, desde su aparición, vive del comercio, del préstamo con interés y del lucro. Todavía en el siglo XVIII hay teólogos que consideraban al préstamo con interés como abuso; también había aún moralistas que seguían hablando de ganancias ilícitas y hasta sacerdotes que predicaban que era más fácil que se salvara un hombre que no hacía nada productivo a que se salvara un comerciante.
[1] Shapin, Steven. La revolución científica, Barcelona, Paidós, 2002. p. 71
[2] Tema: Ilustración, En: «http://thales.cica.es/rd/». Fecha: julio del 2007.
[3] Cassirer, Ernst. Filosofía de la ilustración. 4ª ed. México, DF: Fondo de cultura económica. p. 23
* Texto original de Sam García
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