A la justicia de nuestro país me referí ayer aquí mismo, y a lo que ocurrió el viernes pasado en mi depto.: ya entrada la noche y preguntando por mi primo el Jerasimo, licenciado del Revolucionario Ins., me cayeron algunos que resultaron ser de la PGR. A la espera del primo se sentaron, sacaron el ánfora y se pusieron a hablar de unos tales Medina Mora y Ye Gon. Uno, calvito y perfumado hasta mareo; uno más, gordito de modales sinuosos, y un tercero barbón. Briagos todos, las acomodaron en el sillón, y el alarde: “¿Los millones de Ye Gon? Nosotros aplicamos la ley, caiga quien caiga”.
Cayó el vaso de cacardiosidad. Mi única, sus ojos despidiendo fulgures. Rudo el genio de mi ixtepecana: “Su credibilidad, licenciados, ¿no anda a estas horas a la altura de esa mancha aguardentosa con la que ustedes vinieron a ensuciar mi alfombra? ¿Algún mexicano creerá todavía en la justicia que el Medina Mora y sus cómplices aplican en este país?”
- O sea, señito, es mejor para usted si las mide, o sea sus palabras…
- Nos fuéramos a seguirla a otro changarro…
- Pero tranquilícense, que para los de la PGR, sin pizca de credibilidad, no todo está perdido, que aún les queda un último recurso para que el pueblo vuelva a creerles cuando hablan de aplicar justicia.
Su humos alterado. Yo, entre dientes: “Amor, que me comprometes…”
- Vayan y díganle a Medina Mora: “Si desea que las masas crean y confíen en usted, se vista de acuerdo a los únicos justicieros en quienes el pueblo ha terminado por creer”.
- ¿O sea, señito, según usted..?
- Que, por lo pronto, deje el trajecito gris perla, cuando no gris rata, se vista así: que en la testa se hunda un gorro negro y en el rostro un renegrido antifaz, camisa negra de holanes, pantalón de seda negra que haga juego con el negro de las botas. Treinta y ocho especial en la diestra y en la chueca el látigo chicoteador. Y ahí viene ya El Látigo Negro o El Gavilán Vengador. Así si, porque las masas, que a ustedes no conceden credibilidad cual ninguna, aún confian en personajes del cine como El Zorro Escarlata o La Calavera del Terror. Porque ustedes, vestidos con trajecito gris rata, ¿qué justicia han aplicado a los hijos de toda su reverenda Marta? A ella, ¿le han aplicado la justicia del “redondeo”? ¡Vamos, México..!
- Sospecho que aquí la señito nos está choriando.
- El Medina Mora debe montar penco negro retino y ándenle, a galope tendido desde su palacete hasta el edificio de la PGR y viceversa, contra los malosos aventando chicotazos v ráfagas de 38 especial. O disfrazarse de Águila Solitaria, de Halcón Maltés o Gavilán Pollero. Porque metidos en esos trajecitos Roberts, ¿les va a creer el paisanaje cuando prometan que van a aplicar la ley contra Arturo Montiel, los hijos de Arturo Montiel, la madrastra francesa de los hijos de Arturo Montiel? ¿Van a juzgar a toda la familia, o nos van a salir con que se trata de la Sagrada Familia? ¿Como la pía familia de Marta y su “redondeo” de Sahagunes con todo y Fox?
- O sea: mida sus palabras. Somos autoridad y vivimos en un estado de derecho, donde la ley es la ley, y las ofensas a la ley muy caro se pagan…
- ¿Por qué no intentan aplicar la justicia al estilo de El Santo? Medina Mora brincando de pretil en pretil con las pechugas al viento, capa de vuelta y media que se le vuelve al saltar techos mientras aplica la ley contra los malosos. De Charro Negro, de Zorro Justiciero, de Lobo vengador. Sólo así, créanme.
(Yo, a su oído: “Amor, que me comprometes, yo te lavo tu alfombra”. El gordito sinuoso: “Mejor nos fuéramos a seguirla a la leonerita aquí del licenciado Cibrián“.) Dios, y mi única, ya encarrerada: “O de Veneno Escarlata, Rayo Plateado o León Rugidor. Podría ejercer la justicia al estilo Rayo de Sinaloa, Charro del Misterio o Dragón Escarlata. A escoger”.
- Esas cacayacas, señores, ¿quién les gusta pa que nos las cobremos?
- Porque vestidos con trajecito de casimir y corbata a la moda no me vengan con que ahora sí, la PGR contra la Marta, el segundo marido y sus carroñeros Sahagunes. ¿El redondeo? ¡Vamos, México!
Yo, zacatón: “¡Ahora te lavo la alfombra!”, y el calvito: “¡La Ley es la Ley! ¡Procédase a proceder!” Y ándele, que la ley me prende por los sobacos, me aplica la llave china, me pepena mis tompiates, los de los ojos chispándose, y el arrastrón por los escalones, y yo pateando en el aire y sin poderlo resollar, que nomás me salía un estertor. “¡Nallieli!”, quería decir, pero nomás gorgoreaba. (Los vecinos, pudorosos, su puerta atrancada para no estorbar a mi única.) Fardo descoyuntado, el delincuente a la de vidrios polarizados. Ya a punto de desmayo sentí encima todo el peso de la ley y…
Docena y media de supositorios, y adiós chorrillo. Y la paz. (Caiga quien caiga.)
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