24 de Septiembre de 2007
ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
El pesimismo conduce a la debilidad; el optimismo al poder
William James
DESDE EL VIERNES anterior, los 300 ricos y famosos, los 300 líderes que dicen ser, deben pensar que Felipe Calderón les resultó todo "un peligro para México".
Convocados por una revista rosa –o del corazón— donde mensualmente aparecen las semblanzas y los logros de quienes destacan por acumular dinero, poder, fama, los 300 llegaron al banquete sólo para recibir una suerte de reprimenda, de parte de un Calderón que, de acuerdo a las crónicas, lució "crítico, duro, hasta pesimista".
Y sí, instalado en el pesimismo, Calderón les hizo no uno sino varios reclamos.
Primero, los llamó minoría selecta…
Luego, les dijo que el país tiene algo que exigirles…
Y seguro les provocó un mohín cuando les dijo que tuvieron "más posibilidades que una niña que ni siquiera llegó a los dos años de edad en la montaña de Guerrero..."
O "más oportunidades que un tarahumara en la Barranca del Cobre…
O "que una joven en las orillas de Chimalhuacán que ha sido prostituida a sus 13 años en La Merced en la Ciudad de México."
Ya me imagino la cara de las señoras ahí presentes.
¿Usted también?
Ahora imaginemos juntos los puños crispados de muchos de los 300 ahí reunidos cuando Calderón les espetó directo:
"Cuántas fortunas se han construido sobre la sangre y sobre el dolor de esa mitad de mexicanos.
"Y más atrás, cuántas batallas hemos perdido, cuánto territorio, cuánta mediocridad hemos aportado entre todos para hacer de este país enorme, bendito por sus recursos naturales, por su historia, por su identidad, uno más entre el ciento de países que pueden hacerlo, pero que no lo han hecho."
¿Cuántas de las fortunas ahí reunidas, en serio, han costado sangre y dolor a la mayoría de los mexicanos?
¿Cuántos son verdaderamente mediocres?
Imagínese usted para ese momento, tras los amargos postres, no sólo los puños crispados, incluso hasta el arrepentimiento de quienes escuchaban a Calderón, al tiempo que se volteaban a ver unos a otros.
Y óra, ¿qué le pasa a éste?, debió haber pensado más de uno.
Porque, ya encarrerado –como dice el aforismo popular--, el ocupante no dejó títere sin cabeza.
Con los guantes puestos, Calderón sorprendió con un jab a los políticos… un gancho al hígado de los comerciantes… y un K.O. a los obispos que por ahí había cuando menos un par:
Y condenó, un, dos, tres: "hacer política sin principios; hacer comercio sin moral, hacer oración sin sacrificio…"
Para ese momento, el ring chorreaba sangre de no pocas cejas y labios partidos…
Y todavía, ya tirados en el piso, sin cuenta de protección, Calderón dudó del liderazgo de los ahí reunidos: "los invito a ser lo que se dice que somos".
Ahora, ¿cree usted que tras la catilinaria, alguien vaya a aceptar la invitación de Calderón?
¿Les resultó, en serio, "un peligro para México"?
¿Un momento de pesimismo, nada más? ¿Alguno de los ahí presentes lo hizo enojar?
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