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25 marzo 2008

El Otro Centralismo

Por Eduardo Ibarra Aguirre

Una saturada agenda de desencuentros entre gobernantes y gobernados, de disputas políticas trascendentes entre los actores del mismo género y otras artificialmente privilegiadas para dispersar la atención ciudadana, coloca con frecuencia los problemas que son eje del país en un segundo y hasta tercer planos.

Rara vez, por ejemplo, los vitales temas de la educación, la ciencia, la tecnología o el contrastante desarrollo desigual entre la ciudad y el campo, merecen el seguimiento informativo ni el comentario porque no venden ni dan rating. Y la mediocracia se mueve alrededor de las utilidades, y entre más grandes se obtengan y en el plazo más corto posible es mucho mejor. Naturalmente que existen excepciones que sólo confirman la regla.

La temporada vacacional en curso, a la que también se incorpora este escribidor, descarga los temas eminentemente políticos y permite ocuparse de otros que sólo en apariencia no lo son tanto, pero de ellos depende el futuro del país.

Es el caso de que 55 ciudades concentran la mayor parte de las actividades económicas, la inversión pública y privada --nacional y extranjera-- las oportunidades y el gasto gubernamental, lo cual significa más desigualdad y uno de los principales problemas de la nación, de acuerdo a un análisis del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad , de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El análisis dado a conocer hace un par de meses, subraya que existe “una fuerte agrupación urbana que continuará. Paralelamente, hay un fenómeno importante de localidades que prácticamente ya no crecen o que pierden población, sobre todo por la emigración”.

Justamente en esas localidades rurales, estimadas en 184 mil 700, de menos de 2 mil 500 habitantes cada una, vivían hace apenas tres años 24.2 millones de mexicanos, casi una cuarta parte de la población nacional.

En ese otro México, de los varios que coexisten, a juicio del estudio es “donde se aglutinan la pobreza, el atraso, la marginalidad y la falta de oportunidades”.

Atender con políticas públicas de largo aliento los enormes rezagos que padece buena parte de ese conglomerado nacional, además de indispensable es sumamente caro dotarlo de escuelas, centros de salud, electricidad y agua potable porque requiere de grandes inversiones para pocos habitantes.

El sistema urbano nacional, por el contrario, se conformaba en 2005 por 358 ciudades que tenían 72.7 millones de habitantes, los que representaban 70.3 por ciento del total. Y dentro de él, 55 ciudades concentran la mayor parte de la población, la economía y los servicios.

El culto que se rinde desde el duopolio televisivo y el oligopolio radiofónico al gigantismo urbano, a las metrópolis, obedece en buena medida a patrones culturales colonizadores, pero también a la ignorancia combinada con arrogancia de locutores y animadores que presumen de que transmiten “desde la ciudad más grande del mundo”.

Por fortuna ni el Distrito Federal es la ciudad más densamente poblaba del orbe ni la que tiene el mayor número de habitantes, como tampoco lo es la zona metropolitana del Valle de México.

Y si lo fueran, no sería una virtud como para ostentarse, sino un producto del modelo de desarrollo anárquico, centralista y depredador.

El Programa Nacional de Desarrollo Urbano y Líneas Estratégicas de Ordenación del Territorio y Desarrollo Regional 2007-2012 es una aportación pionera en el país, que prevé brindar elementos para lograr el establecimiento de zonas metropolitanas, ciudades medidas y localidades pequeñas con mayor equidad y distribución de beneficios, e impulsar el desarrollo urbano-territorial a partir de la construcción consensos, ámbitos de coordinación y cooperación entre las autoridades de los tres niveles de gobierno.

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