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30 marzo 2008

La Mandrágora de Maquiavelo

La construcción de un teatro político crítico.

Por Martín UNZUÉ*

La tentación de rastrear al teórico político detrás del escritor puede resultar un proyecto sin sentido. La superación de la distancia entre el realismo del primero y la libre imaginación del segundo no siempre es posible. Pero cuando nos encontramos frente a un autor como Nicolás Maquiavelo, y a una obra teatral excepcional como La Mandrágora, existen fuertes estímulos para avanzar más allá del peligro de forzar una interpretación.

Entendemos que la tarea es pertinente en esta exitosa comedia escrita en 1518, por que no estamos frente a un mero pasatiempo de su autor, sino ante su declarada intención de reírse y desnudar una realidad en crisis como la que conoce Florencia y la península, partiendo de su profunda comprensión del comportamiento humano ya desarrollada en sus obras teóricas.
Desde el prólogo de La Mandrágora, escrito en forma de introducción para los espectadores de la puesta en escena, Maquiavelo ratifica su interés por expresar su virtud teórica utilizando un camino que no es el más apropiado: la comedia teatral. Como se puede leer: “Y si esta materia no es digna, por ser demasiado ligera, de un hombre que quiere parecer sabio y prudente, perdonadle por eso, pues trata de hacer con sus vanos pensamientos más llevadera su triste existencia, porque no tiene fuera de eso dónde volver los ojos; que le ha sido vedado mostrar su virtud en otro tipo de empresas, al no premiar sus fatigas” . De este modo el autor declara con cierta pena que es sólo a través de este medio, el teatro satírico, como puede hacer el ejercicio de la teoría. El contenido crítico de la obra comienza con una fuerte afirmación: “De ahí viene, sin duda alguna, que en el presente siglo la antigua virtud en todo degenere...” . De este modo, desde el mismo prólogo, Maquiavelo va a dejar en claro que está construyendo una comedia irónica con fuerte tono descriptivo y crítico.
El análisis que desarrollaremos se centrará en tres ejes:
-La búsqueda de la consistencia entre la concepción de hombre presente en las obras teóricas de Maquiavelo y en su pieza teatral. Los principales personajes de La Mandrágora no tienen reparos en perjudicar a otros para lograr sus objetivos. El uso de la mentira parece no tener límites en particular en el personaje de Ligurio.
-El lugar de la corrupción y el dinero en la obra. En este punto queda claro, como ya hemos desarrollado en otra parte , la enorme importancia que asume el dinero como objetivo para estos hombres del Renacimiento. En la obra las referencias al tema son abundantes y buena parte de los vínculos entre los personajes se estructuran a través de relaciones económicas (i.e. relaciones Callimaco-Ligurio, Ligurio-Fray Timoteo, Nicias-Fray Timoteo, entre otras).
-El lugar de la Iglesia. Es sabido la fuerte condena de la iglesia a Maquiavelo. Acusado de ateo y diabólico, será excomulgado y sus libros prohibidos por el Santo Oficio Romano en 1559. Si bien el florentino sirvió al Vaticano en numerosas ocasiones (en especial a Clemente VII), en sus obras teóricas existe una fuerte crítica al papel político de la iglesia. Estos cuestionamientos se ven reforzados por el lugar que juega Fray Timoteo en la obra, y por las escenas en soledad del mismo, donde se develan los conflictos internos de un representante del clero, y que el autor utiliza para hacer reír al público con una visión despiadada.


La concepción antropológica negativa

Mucho se ha escrito sobre las características que Maquiavelo le atribuye al hombre, y que en buena medida preceden a las del análisis hobbesiano. En El Príncipe el autor no entra en polémicas filosóficas que pretendan desentrañar la verdadera naturaleza del hombre. Su razonamiento es práctico y proviene de la observación de los mismos en la historia. A partir de esto el florentino concluye que los hombres son “ingratos, cambiantes, simuladores y disimuladores, cobardes frente al peligro, ávidos de ganancia” (El Príncipe, capítulo XVII). Es decir, el hombre es poco confiable y una fuente de inestabilidad y conflicto constante.
El punto no es para nada menor, la política es tan relevante porque existe un estado de conflicto latente entre los hombres, y porque entre los mismos hay relaciones de poder permanentes que generan tensiones. Si el mundo estuviese formado por “buenos salvajes”, la política tal como la define Maquiavelo carecería de sentido e interés.
El hombre es visto como un ser peligroso y ávido de poder , y en consecuencia, todo su análisis político va a estar construido sobre estos supuestos.
Pues bien, ¿cómo se presenta esta concepción el La Mandrágora? La obra tiene un argumento sencillo y a la vez de difícil anticipación para el espectador. Callimaco, un joven enamorado y dispuesto a todo, monta junto a Ligurio una gran farsa con el fin de engañar a un viejo y poco astuto marido (Nicias) y quedarse con su joven esposa (Lucrecia). Para ello cuentan con la ayuda de tres personajes que no tienen todos la misma relevancia. El principal es Fray Timoteo, y lo acompañan Sostrata (la madre de Lucrecia) y Siro (el criado de Callimaco).
Lo primero que podemos concluir es que los personajes de La Mandrágora se ajustan plenamente a los supuestos antropológicos desarrollados por Maquiavelo en sus obras teóricas. La mentira es una constante a lo largo de la pieza: Callimaco miente, Ligurio miente, Timoteo y Lucrecia también lo hacen. El eje de la obra es el engaño que permite el logro de los objetivos de cada personaje. Como dice fray Timoteo para convencer a Lucrecia: “hay que tener en cuenta, en todo, el fin” . Callimaco y Ligurio engañan a Nicias , (Siro también actúa como cómplice) , y por último engañan a Timoteo. Por su parte, el fraile engaña a Nicias, a Lucrecia y a su madre , Lucrecia engaña a Nicias cuando acepta a Callimaco en su cama, y hasta Nicias cree que engaña a un pobre transeúnte que en realidad es Callimaco. Si bien es cierto que los conflictos entre los personajes no llegan a ser enfrentamientos abiertos por el carácter cómico de la obra, esto sólo se debe al éxito de los engaños. El fracaso de cualquiera de ellos hubiese llevado a una tragedia.
Pero existe una segunda dimensión en el análisis del hombre realizado por Maquiavelo: todos participan en el juego político, sea como dominadores o dominados. Es por eso que Maquiavelo escribe para todos. Incluso El Príncipe, una obra que se presenta como un recetario sólo útil para un político de acción que pueda aplicar concretamente los consejos vertidos, es un libro que su autor califica de necesario para todos . Esto es porque la división a la que nos acabamos de referir entre los dos tipos de hombres no significa que el mundo se divida entre los que hacen política y los que no. No existen sociedades donde algunos se interesan por la política y otros deciden quedar al margen, así como el que elige o no dedicarse a la música puede hacerlo a voluntad.
Una de las conclusiones fundamentales de la obra de Maquiavelo es que todos pertenecemos al mundo de la política, y si bien existen distintos tipos de hombres, todos son dominadores o dominados en un mundo que es político.
Así, el príncipe no es sólo el jefe de estado, la cabeza de un poder ejecutivo. El príncipe es el hombre político, el dominador, sea en el ámbito de la política nacional o en el de las relaciones particulares. El príncipe está por todos lados y en todos lados hay un príncipe. Del mismo modo, el pueblo es el dominado, y de ningún modo el que no participa en el juego político. El que no es príncipe es pueblo, es decir, es dominado y no existe posibilidad de escapar a las relaciones de poder político que son fundantes de las sociedades que conocemos.
Así, el análisis realista y autónomo de la política y del problema del poder en las obras teóricas interpela constantemente al lector sobre su propia posición política, siendo ésta la base del legado de Maquiavelo, y lo que lo ha convertido no sólo en un referente obligado, sino también en uno de los pensadores políticos clásicos más analizados y controversiales.
Esta concepción ampliada del espacio político se encuentra plenamente desarrollada en La Mandrágora. En el conjunto de personajes que a lo largo de los cinco actos de la obra van perfilando sus características existen claros dominadores y dominados. La figura de Ligurio es desde este punto de vista la más relevante: estamos frente al verdadero príncipe de la obra. En primer lugar es el ideólogo de toda la farsa, convence a Callimaco de que puede llevar adelante el plan, engaña a Nicias, trata con Fray Timoteo en una de las escenas cumbres de la obra, y por último logra el apoyo de Sostrata en una tarea aparentemente difícil: contribuir a convencer a su hija.
Ligurio es un personaje que a fuerza de una refinada utilización de la mentira logra llevar adelante la obra y tomar distancia incluso de su supuesto amigo Callimaco, el que lo introduce en el conflicto para contar con su ayuda. Ligurio, ausente en la primera escena, rápidamente se adueña de los destinos de la pieza a fuerza de astucia y virtud. Maquiavelo le hace decir en uno de los momentos culminantes: “quiero ser el capitán y organizar el ejército para la batalla”.
Ciertamente con una menor envergadura, podemos decir que Fray Timoteo es otro personaje que ejerce un rol de dominador. Su parlamento de la escena novena del último acto, al que nos referiremos más adelante, lo deja en claro. El fraile toma en sus manos una tarea comprometida, y la lleva a buen puerto con el único objetivo de lograr su propio beneficio económico. Timoteo hace de la manipulación su principal virtud, y se muestra muy capaz, incluso ante un caso difícil como el de Lucrecia.
Pero también hay personajes dominados, como víctimas inocentes de un juego que no entienden. Micer Nicias es el principal exponente. Es el gran perdedor de la obra. A él se le agrega Siro, un personaje que desde su condición de criado de Callimaco está condenado a un rol de subordinación, Sóstrata y en alguna medida Lucrecia. Estos personajes muestran escasa virtud para el juego político.
El papel de Callimaco es, por último, el que plantea la mayor dificultad para la clasificación. Sin dudas es el gran vencedor de la obra, pues logra plenamente su objetivo. Pero no lo hace gracias a su virtud, sino a la de Ligurio. Callimaco es el príncipe que sabe rodearse de asesores, que desconfía de ellos, pero que midiendo con precisión sus acciones es capaz de utilizarlos.


El lugar del dinero y la corrupción

La presencia de los factores económicos en el terreno político es una constante en todas las obras de Maquiavelo. Que el florentino se concentre en lo político no significa que pase por alto lo económico, sino que su análisis está planteado desde la perspectiva del problema del poder.
Como ya hemos analizado en otra parte , el tema de la propiedad privada juega un papel central tanto en la definición de las acciones del político como en las motivaciones que encuentran los súbditos. El deseo de riqueza es tan poderoso como el de poder, y el ataque a los bienes es sin duda el origen de los más profundos conflictos.
El camino directo para lograr el odio de los súbditos es el avance sobre la propiedad privada de los mismos. En consecuencia, frente al peligro que representa ser odiado, el autor recomienda que el príncipe se abstenga de este tipo de acciones (“que evite apropiarse de los bienes de sus conciudadanos y súbditos y de sus mujeres. Y si a pesar de ello resulta necesario ejecutar a alguien, lo debe hacer a condición de que exista un motivo justificado y que resulte necesario; pero debe sobretodo abstenerse de los bienes ajenos, porque los hombres olvidan más rápido la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio” ).
Maquiavelo reconoce la tremenda importancia que ha adquirido la propiedad privada en su época, hasta tal punto que la pone por sobre la vida de los seres más próximos y como el más peligroso foco de conflicto entre el príncipe y los súbditos. En los Discursos se lee “el modo de evitar el odio es dejar tranquilos los bienes de los súbditos” .
Pues bien, el dinero también juega un papel central en La Mandrágora. En primer lugar los personajes son definidos y considerados por su posición económica, la que se logra, como todo para Maquiavelo por la virtud o la fortuna. Los hombres entran en desgracia, como Ligurio, cuando se empobrecen. Callimaco refiriéndose a él afirma: “fue antaño casamentero y ahora se ha puesto a mendigar comidas y cenas” (LM pág. 190). Cuando se presenta a Nicias el rasgo más relevante es su riqueza lograda por la suerte. Ligurio dice: “No creo que haya en el mundo hombre más tonto que éste, ¡ni más favorecido por la fortuna! Es rico, y su mujer hermosa...” (LM pág. 192). La riqueza es tan relevante para definir a una persona que Ligurio desaconseja a Callimaco ir a los baños para conocer a Lucrecia pues: “podría haber allí alguien a quien Madonna Lucrecia gustara tanto como a ti, que fuese más rico que tú...” (LM pág. 193). Cuando Ligurio montando la farsa necesita presentar a Callimaco ante Nicias, afirma: “creo que Dios nos ha mandado a este hombre (...) primero porque es rico” (LM pág.197). Así, el elemento que certifica la calidad de Callimaco como médico (falso) es su prosperidad económica, lo que muestra una profunda ironía por parte de Maquiavelo.
El amor y el dinero son los grandes motores de los personajes de la obra. Callimaco primero y al final Lucrecia se mueven por amor, mientras Ligurio, Fray Timoteo, Sostrata, Nicias y Siro lo hacen por la recompensa económica. Callimaco le promete dinero a Ligurio , este y Nicias a Fray Timoteo , Sostrata se ve movida por el deseo de que su hija conciba un heredero para la fortuna de Nicias, y este pretende un hijo para apaciguar su vejez. Hasta Siro al final de la obra recibe una recompensa por su participación .
Pero donde el tema del poder del dinero queda expuesto en forma más directa y polémica es en el papel del Fraile como representante de la Iglesia.

La personificación de la Iglesia en la obra

La preocupación de Maquiavelo por el papel político de la Iglesia es muy clara en sus obras teóricas. En El Príncipe deja en claro que la no realizada unidad italiana es consecuencia del poder político del Vaticano. En los Discursos afirma: “la iglesia ha tenido siempre dividido a nuestro país (...) no ha sido tan fuerte ni de tanta virtud como para hacerse con el dominio absoluto de Italia y convertirse en su príncipe, pero tampoco ha sido tan débil que no haya podido, por miedo a perder su poder temporal, llamar a un poderoso que la defienda contra cualquiera que en Italia se vuelva demasiado potente” .
Pero las consecuencias del papel de la Iglesia, y las críticas de Maquiavelo, van más allá de este punto: una de las mayores fuentes de corrupción se encuentra presente, para Maquiavelo, en la religión. El florentino se va a presentar como un ferviente crítico de lo que él llamó la “secta cristiana”, a la que acusa de generar un debilitamiento de la ciudadanía, principal causa del fracaso de las repúblicas .
El análisis de Maquiavelo sobre la religión sigue la misma forma que los otros razonamientos que ya hemos detallado. La religión puede resultar un elemento político invalorable si el político la sabe usar y el mejor ejemplo es la religión de la república romana. Pero ese ideal se encuentra muy alejado de lo que es la iglesia que conoce Maquiavelo, un factor político terrenal, gobernada como un estado, con fuertes lazos con las grandes familias italianas (como los Médicis, los Sforza).
Maquiavelo culpa al cristianismo de sepultar a la religión romana que había logrado reorganizar la ciudad: “cualquiera que lea los métodos empleados por San Gregorio y otro jefes de la religión cristiana, verá con cuanta obstinación perseguían todos los recuerdos antiguos, quemando las obras de los poetas e historiadores, derribando las imágenes y estropeando cualquier otra cosa que conservase algún signo de la antigüedad” . Pero la crítica va más allá y también la culpa de la secularización que explica para él la corrupción de su época. “Los italianos tenemos, pues, con la Iglesia y con los curas esta primera deuda: habernos vuelto irreligiosos y malvados” . El cristianismo es visto por Maquiavelo como la fuente de la corrupción de los valores y costumbres que engrandecieron a Roma, y esto es consecuencia de su falta de compromiso con la política.
Maquiavelo cree que la religión debe cumplir un rol esencial en la generación de la virtud ciudadana, papel que el cristianismo no cumple. Es por eso, por ser un escollo al éxito político, que critica con vehemencia la esencia del mensaje religioso.
La iglesia le responderá con dureza. Acusado de ateo, de diabólico, será excomulgado y sus libros prohibidos por el Santo Oficio Romano en 1559. Más de un siglo después de su muerte los padres de la Compañía de Jesús lo seguirán considerando “ayudante en las maldades del demonio” y buena parte de la fama del autor se va a originar en este conflicto abierto con la Iglesia .
Este mismo grado de ataque virulento al lugar de la Iglesia va a estar presente en La Mandrágora a través del papel que le asigna a Fray Timoteo en el desarrollo de la trama.
En numerosos pasajes de la obra Maquiavelo muestra un clero carcomido por la corrupción, interesado por el dinero y hasta el sexo, sin escrúpulos y dispuestos a satisfacer las demandas del mejor postor.
Sin duda, el plan de Ligurio no hubiese tenido éxito sin el papel del fraile, único capaz de convencer a Lucrecia de que se entregue a otro hombre exculpándola por el adulterio. Pero esa acción del fraile tiene un precio. Cuando Nicias, Callimaco y Ligurio perciben que el problema que puede hacer naufragar el plan es la resistencia de Lucrecia, rápidamente piensan en el cura, único capaz de absolver a los pecadores. Ligurio propone acudir al confesor y ante la pregunta de Callimaco sobre quién lo persuadirá, Ligurio responde: “tú, yo, el dinero, nuestra malicia y la de ellos” (la de los frailes).
Pero el plan tiene un problema, Lucrecia ha tenido un asunto oscuro con un fraile y eso la ha vuelto muy desconfiada. El propio Nicias cuenta el caso: “ella era la más dulce y tratable de todas las criaturas de este mundo, pero habiéndole dicho una vecina que si hacía voto de oír cuarenta mañanas la misa de los siervos quedaría encinta, lo hizo y fue allí unas veinte mañanas. Pero uno de aquellos frailucos empezó a acosarla, de tal manera que ya no quiso volver. Es lamentable, creo, que aquellos que deberían darnos buen ejemplo se comporten así” (LM pág.208) dice Maquiavelo a través de Nicias.
A pesar de eso, el plan continua y Ligurio, como el buen Príncipe, sabe utilizar la religión para alcanzar sus objetivos. En primer lugar le pide dinero a Nicias “dadme 25 ducados que en estos casos conviene gastar, para hacerme amigo del fraile y darle esperanzas de mayor recompensa” (LM pág.208) y este diálogo viene acompañado por una reflexión de Ligurio sobre los frailes: “esos frailes son astutos y marrulleros, y es natural, porque saben nuestros pecados y los suyos; y el que no está acostumbrado a tratos con ellos podría equivocarse y no saber cómo sacarles lo que quiere” (LM pág.208).
La escena tercera del acto tercero parece intrascendente, como un descanso antes de la intensidad del encuentro entre Ligurio y el confesor. Maquiavelo muestra una situación cotidiana para la vida de un clérigo. Una mujer le paga un florín a Fray Timoteo para que durante dos meses dé la misa de réquiem todos los lunes. La vida cotidiana de la Iglesia está atravesada por el dinero.
Pero la virtud de Ligurio se jugará plenamente en la escena siguiente, donde hará valer su astucia, su capacidad de engaño, y su conocimiento del otro para llevar el plan al éxito. En primer lugar, Ligurio le comenta al fraile que Nicias debe distribuir varios centenares de ducados en limosnas, y que una parte la lleva con él en ese momento. El fraile se muestra muy entusiasmado, y en ese momento Ligurio le dice que necesitan antes de la limosna, que los ayude en un caso extraño. En este punto se juega el núcleo de la obra. Ligurio tantea al fraile con prudencia, y este muestra su falta de escrúpulos ante la posibilidad de recibir una buena recompensa. Pero la sutileza de Ligurio va más allá. No le expone al fraile el “verdadero tema” es decir, la mentira que Nicias ha creído, sino que inventa una nueva mentira para evaluar la disposición de Fray Timoteo. Le asegura que la hija de un sobrino de Nicias fue dejada en custodia en un convento y que por descuido de las monjas ha quedado embarazada, lo que debe ser solucionado con urgencia para no deshonrar a la mujer, al padre, a la familia, al convento, y a las monjas. Para ello le pide que interceda ante la abadesa para que le entregue una poción para abortar y le promete 300 ducados. El parlamento de Ligurio concluye con una máxima: “creo que es bueno lo que favorece a la mayoría” (LM pág.211) . Timoteo (y es bueno ver que el nombre no fue elegido al azar) acepta sin reparos la propuesta afirmando: “¡Sea en nombre de Dios! Hágase vuestra voluntad y que todo sea por Dios y por caridad. Decidme el convento, dadme la poción y si os parece , esos dineros para poder empezar a hacer algún bien” (LM pág.212) a lo que Ligurio responde con satisfacción e ironía: “Sois la clase de religioso que esperaba...”.
Sin embargo, la astucia de Ligurio permite que esta sólo sea una etapa del plan. Una vez que el fraile ha consentido Ligurio se aleja un poco a hablar con una mujer y vuelve con la noticia de que todo el problema está solucionado por un aborto espontáneo. El fraile se apura a pedir la limosna, pero Ligurio recuerda que hay otra cosa que puede hacer por Nicias. El diálogo es por demás elocuente:

-Ligurio: es menester que hagáis otra cosa en beneficio de ese doctor (...) es algo de menor calibre, de menos escándalo, mejor visto por todos y más útil para vos
-Fray Timoteo: ¿Qué es? Ahora que ya me he comprometido y que os he acogido confianza no hay nada que yo no hiciera por vos

Con este intercambio se cierra exitosamente la acción de Ligurio para lograr la ayuda del fraile. Timoteo muestra que está dispuesto a todo por una buena recompensa, como le dice Ligurio, por “algo que le resulte útil”, y esto confirma lo que esperaban de él.
La escena novena es un monólogo del fraile en soledad, donde Maquiavelo quiere mostrar que estamos frente a un personaje político. El fraile cae en el engaño por que le conviene, no como Nicias que es engañado por su simplicidad. Timoteo dice “no sé quién ha engañado a quién. Ese astuto Ligurio me vino primero con aquel cuento para tantearme (...) es verdad que me ha engañado, pero este engaño me beneficia. Micer Nicias y Callimaco son ricos y de cada uno por diversos motivos sacaré mucho partido” y agrega conociendo los reparos que tendrá Lucrecia, “la verdad es que temo encontrar dificultades, (...) pero yo lo lograré aprovechando precisamente su bondad. Las mujeres tienen todas poco seso...”(LM pág.214). El fraile actúa conscientemente y sabe manejar a los incautos que se le acercan en busca de consejo.
De este modo, Maquiavelo personifica a un fraile como tantos otros, al servicio de sus propios intereses pecuniarios y como consecuencia de esto, útiles para exculpar las acciones de los que puedan comprar sus servicios.

Conclusión

La Mandrágora escrita por Maquiavelo como un pasatiempo cómico para ser representada en el carnaval, es sin duda una obra que merece una lectura desde el espacio teórico abierto por El Príncipe y los Discursos sobre la Primera década de Tito Livio. El autor no abandona su lugar de reflexión sobre la realidad política en ese papel de comediante que asume circunstancialmente, sino que desarrolla, tal vez de modo más directo y crudo, bajo el amparo del tono de comedia, una crítica contundente a su realidad.
La comedia le permite ciertos excesos que no se encuentran en las obras teóricas. El genero no requiere fundamentaciones basadas en la historia, tan habituales en las obras “serias”, y permite ciertas tomas de posición que reflejan, sin duda, la esencia del pensamiento de Maquiavelo, más allá de su método y de los reparos que lo condicionan como ciudadano y servidor. Es en este sentido el comediante nos muestra la posición desnuda, que el teórico defiende y fundamenta.

* MIEMBRO de CIUDAD POLITICA. Universidad de Buenos Aires - Facultad de Derecho.

Bibliografía

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-Maquiavelo, Nicolás Del Arte de la Guerra, Madrid 1995, ed. Tecnos.
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-Maquiavelo, Nicolás El Príncipe, varias ediciones.
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-Strauss Leo y Cropsey Joseph, History of Political Philosophy, Chicago, 1963, The University of Chicago Press
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