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22 julio 2008

SUFREN MAYOR VIOLENCIA SEXUAL LAS MUJERES DE MEDIANA EDAD

· El experto del CRIM de la UNAM, Roberto Castro Pérez, señaló que la desigualdad entre hombres y mujeres es el origen de ese fenómeno

· No se trata de “nuevas formas” de brutalidad tanto el acoso sexual como la discriminación de género en el ámbito laboral, sino de la creciente conciencia acerca de estos problemas, destacó

· Aún adultos, los varones pueden aprender habilidades para negociar pacíficamente las diferencias, indicó

No son las mujeres más jóvenes, sino las de mediana edad, quienes se encuentran en mayor riesgo de sufrir violencia sexual, advirtió el especialista del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM, Roberto Castro Pérez.

El también coordinador del Programa de Investigación Sociedad y Salud del CRIM –con sede en Cuernavaca, Morelos–, consideró que la desigualdad entre hombres y mujeres es el origen de este fenómeno que, a su vez, es un factor que contribuye a la perpetuación de las diferencias.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), mientras en 2003 el grupo de mayor riesgo era el de 40 a 44 años, en 2006 lo fueron las mujeres de entre 35 y 39 años.

En la actualidad, indicó, se distinguen cuatro tipos de violencia contra el sector femenino: física, sexual, psicológica o emocional, y económica, así como el acoso sexual y la discriminación de género en el ámbito laboral.

Sin embargo, estas dos últimas no se pueden considerar “nuevas formas”. En todo caso, lo “novedoso” es la creciente conciencia acerca de estos problemas, por los académicos, los políticos y los legisladores.

El sociólogo destacó que, de acuerdo con los resultados de la ENDIREH, de 2003 y 2006, para tres tipos de violencias –la sexual, la emocional y la económica—, en ese último año se registró un descenso significativo en las prevalencias, respecto al 2003.

En efecto, de acuerdo al sondeo referido, la sexual pasó del 7.8 al seis por ciento; la emocional bajó de 35.4 al 26.6 por ciento, y la económica disminuyó del 27.3 al 20.1 por ciento, refirió el autor del libro Violencia contra mujeres embarazadas.

En contraste, apuntó, la prevalencia de la agresión física se incrementó al pasar del 9.3 a 10.2 por ciento; estos porcentajes se refieren a mujeres de 15 años y más, unidas o casadas que viven con su pareja.

Para este último caso, detalló Castro, se presenta una tendencia claramente descendente en la medida en que se incrementa la edad, pues mientras en el grupo de 15 a 19 años la prevalencia es de casi 16 por ciento, en mujeres de 60 años y más es de 7.4 por ciento.

Contra lo que se cree, aseveró, se sabe que el lugar más inseguro para ellas es el hogar y no la calle. Las estadísticas muestran que la mayoría de las lesiones que sufren les ocurre en su propia casa, y en una alta proporción son infringidas por sus propias parejas.

Al referirse a los factores que ocasionan que unos varones recurran a esta práctica en su relación con las mujeres y otros no, el especialista señaló que se trata de “la capacidad de los hombres de resolver conflictos de pareja vía la negociación de las diferencias”.

Pero, cuestionó, por qué algunos tienen más habilidad para negociar que otros. Sin duda, “la respuesta es compleja, pues remite a cuestiones sobre el origen social e histórico de la masculinidad hegemónica, pero una parte de la explicación tiene que ver con lo que los hombres vieron y aprendieron en casa durante la infancia”.

Sin embargo, aún como adultos pueden aprender las habilidades para negociar pacíficamente las diferencias. De hecho, hay organizaciones civiles que ofrecen capacitación a quienes desean dejar de ser violentos con sus esposas, apuntó.

El coautor del libro Violencia de género en las parejas mexicanas, preguntó qué hace que unos varones opten por dejar de ser violentos y otros no. En algunos casos, es una toma de conciencia, a veces como resultado de atestiguar la magnitud de los daños causados a la pareja. En otros, es la crisis en la familia, la sensación de que “se hunde el barco”, que lleva a algunos hombres a pedir ayuda para cambiar.

Lo cierto, es que no se puede dejar a la buena voluntad de cada quien la decisión de modificar esta conducta. Urge implementar una estrategia de cero tolerancia, de reprobación total asociada a sanciones legales, de cualquier tipo de violencia contra las mujeres, concluyó.

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