Sam García | Revoluciones
Todos los días son una nueva oportunidad para comenzar y para concluir algo que teníamos pendiente. A nuestro alrededor todo un sistema kilometrado avanza sin detenerse, no le interesa quien seas, como seas y que pretendas hacer en tu vida. Todas las generaciones del pasado herencia han dejado y muchas veces subestimamos las consecuencias de lo que otros hicieron y lo que dejaron de hacer. Tu realidad y la mía es la suma de todos los actos y sus derivados, del pasado, del presente y de lo que habita en nuestra voluntad.
No es lo mismo definir tierra que definir mundo, la tierra son los montes, los valles, los seres vivos, el agua, todo aquello que conforma físicamente nuestro planeta y mundo es aquel sistema de orden político, social, económico y cultural que rige a las personas en toda la tierra o en espacios específicos. Tu y yo pertenecemos a un círculo social que responde a distintos tipos de personas, de clases y de credos pero que ve afectada su trayectoria por lo que pudo haber ocurrido en el pasado dentro de nuestro espacio geográfico. Le conocemos como México, en algún momento fue Nueva España o anteriormente la gran Tenochtitlan.
Más allá del nombre, ciertamente nuestra condición social ha sido siempre condicionada al predominio de un círculo superior al de todos los hombres, que han tenido a su cargo el poder y que no siempre lo han ejecutado correctamente. Desde ahí, esos momento que puede o no la historia registrar con exactitud, desde ahí surgen nuestros problemas de hoy, las aún carencias latentes en nuestra sociedad. México no está separado de su pasado, como ninguna otra generación humana en cualquier parte de esta tierra, pero el problema es y probablemente lo siga siendo, que no somos concientes de lo que pasó ayer para entender mejor el mañana. Una cosa se debe aclarar no se trata de que solo apuntemos a ver “qué paso allá atrás”, es más bien equilibrar lo desencadenado desde el pasado y que repercute hasta nuestros días, sin quitarle mérito al pasado pero sí pensando más en el futuro.
Existe una forma innovadora para ver la historia, desde 1970 en Francia surge la Nueva Historia o Historia Viva, la cual no se concentra en personajes concretos, en estudiar como fueron y que decisiones tomaron y que finalmente han inundado por décadas los libros de historia. No, este nuevo tipo de historia propone indagar en aquellas clases que han padecido, que han sido dominadas y muchas veces avergonzadas, no solo en personajes como los gobernantes y los iconos de revoluciones, sino en estudiar la humanidad como sociedad. Y esto ha sucedido -como previamente se planteó- por el mal ejercicio del poder, no porque la tierra no sea buena y generosa, de hecho a la fecha todo científico honesto sabe admitir que la riqueza natural en el mundo alcanza para alimentar, vestir y mantener bien a cuando menos el doble del 100% de los que hoy habitamos el orbe (hasta el año 2006 éramos 6.567.486.389 habitantes, estando en China una cuarta parte de esa cifra). Que el hombre sea depredador y tolere la destrucción de la naturaleza es otro asunto, pero finalmente la tierra como tal en su perfecto diseño obra de Dios no es la culpable de nuestra condición decadente.
Ha sido el mundo el sistema alterno al plan perfecto de Dios, el cual la humanidad decidió hacer a un lado para tomar por sí mismo las decisiones más atinadas aparentemente. Pero curiosamente lo que rige a muchas naciones del mundo contiene intentos de la interpretación bíblica del orden social, moral y jurídico, cualquier persona inteligente que revise una constitución política y la compare con muchos de los principios bíblicos hace miles de años, se sorprendería de ver la gran influencia de lo que dice la voz de Dios en las sagradas escrituras. Es necesario delinear bien de donde proviene el esfuerzo humano para sí mismo y en donde tenemos ubicado a Dios creador de todos los hombres, ya que la negación de este último o la aceptación del mismo, repercute ateos o no ateos para bien o para mal nuestro. Toda ley escrita por los hombres supone ser el antídoto para lograr la sana convivencia entre los hombres, nuestro círculo de individuos le da sentido a la existencia de tal ley y podemos manipularla a nuestro beneficio. Ninguna ley está por encima de los hombres al ser nosotros sus inventores, pero pareciera que hoy en día las leyes las diseñamos para asfixiarnos, pues tememos asumir nuestro papel de autores de las mismas para corregirlas o incluso, los que respetamos las leyes de Dios las desafiamos con nuestra doble moral e hipócrita comportamiento. ¿Qué tiene que ver con esto el mundo?
El mundo ha sido la esfera que ha albergado cientos de gobiernos entre los hombres, ninguno de ellos perfecto y el país que hoy conocemos como México pertenece a este sistema. México es un país, una nación, que se declara parte de este mundo, es decir, de un sistema de hombres con el compromiso de lograr la supervivencia de los suyos. Claro es que en recientes años la población de lo que es México –aquí aplicamos la Nueva Historia- ha ido tomado conciencia de que su realidad no es la deseada, nosotros quisiéramos vivir distinto y tener cuando menos un mejor lugar para vivir y el marco legal ya no satisface las exigencias de la población. Unos optamos por poner toda nuestra fe en Dios y en la gente inteligente que él usa para librar batallas contra hombres avaros y sin temor a Dios y a la vida. Otros prefieren poner toda su fe en el conocimiento, en los esfuerzos humanos, pero puede que en ese intento se caiga en el mismo error de solo “reordenar” el mundo, cuyo sistema de fondo –vale la pena reiterarlo así- ha estado desligado de Dios y más ligado a las influencias del reino del mal...
Todos los días son una nueva oportunidad para comenzar y para concluir algo que teníamos pendiente. A nuestro alrededor todo un sistema kilometrado avanza sin detenerse, no le interesa quien seas, como seas y que pretendas hacer en tu vida. Todas las generaciones del pasado herencia han dejado y muchas veces subestimamos las consecuencias de lo que otros hicieron y lo que dejaron de hacer. Tu realidad y la mía es la suma de todos los actos y sus derivados, del pasado, del presente y de lo que habita en nuestra voluntad.
No es lo mismo definir tierra que definir mundo, la tierra son los montes, los valles, los seres vivos, el agua, todo aquello que conforma físicamente nuestro planeta y mundo es aquel sistema de orden político, social, económico y cultural que rige a las personas en toda la tierra o en espacios específicos. Tu y yo pertenecemos a un círculo social que responde a distintos tipos de personas, de clases y de credos pero que ve afectada su trayectoria por lo que pudo haber ocurrido en el pasado dentro de nuestro espacio geográfico. Le conocemos como México, en algún momento fue Nueva España o anteriormente la gran Tenochtitlan.
Más allá del nombre, ciertamente nuestra condición social ha sido siempre condicionada al predominio de un círculo superior al de todos los hombres, que han tenido a su cargo el poder y que no siempre lo han ejecutado correctamente. Desde ahí, esos momento que puede o no la historia registrar con exactitud, desde ahí surgen nuestros problemas de hoy, las aún carencias latentes en nuestra sociedad. México no está separado de su pasado, como ninguna otra generación humana en cualquier parte de esta tierra, pero el problema es y probablemente lo siga siendo, que no somos concientes de lo que pasó ayer para entender mejor el mañana. Una cosa se debe aclarar no se trata de que solo apuntemos a ver “qué paso allá atrás”, es más bien equilibrar lo desencadenado desde el pasado y que repercute hasta nuestros días, sin quitarle mérito al pasado pero sí pensando más en el futuro.
Existe una forma innovadora para ver la historia, desde 1970 en Francia surge la Nueva Historia o Historia Viva, la cual no se concentra en personajes concretos, en estudiar como fueron y que decisiones tomaron y que finalmente han inundado por décadas los libros de historia. No, este nuevo tipo de historia propone indagar en aquellas clases que han padecido, que han sido dominadas y muchas veces avergonzadas, no solo en personajes como los gobernantes y los iconos de revoluciones, sino en estudiar la humanidad como sociedad. Y esto ha sucedido -como previamente se planteó- por el mal ejercicio del poder, no porque la tierra no sea buena y generosa, de hecho a la fecha todo científico honesto sabe admitir que la riqueza natural en el mundo alcanza para alimentar, vestir y mantener bien a cuando menos el doble del 100% de los que hoy habitamos el orbe (hasta el año 2006 éramos 6.567.486.389 habitantes, estando en China una cuarta parte de esa cifra). Que el hombre sea depredador y tolere la destrucción de la naturaleza es otro asunto, pero finalmente la tierra como tal en su perfecto diseño obra de Dios no es la culpable de nuestra condición decadente.
Ha sido el mundo el sistema alterno al plan perfecto de Dios, el cual la humanidad decidió hacer a un lado para tomar por sí mismo las decisiones más atinadas aparentemente. Pero curiosamente lo que rige a muchas naciones del mundo contiene intentos de la interpretación bíblica del orden social, moral y jurídico, cualquier persona inteligente que revise una constitución política y la compare con muchos de los principios bíblicos hace miles de años, se sorprendería de ver la gran influencia de lo que dice la voz de Dios en las sagradas escrituras. Es necesario delinear bien de donde proviene el esfuerzo humano para sí mismo y en donde tenemos ubicado a Dios creador de todos los hombres, ya que la negación de este último o la aceptación del mismo, repercute ateos o no ateos para bien o para mal nuestro. Toda ley escrita por los hombres supone ser el antídoto para lograr la sana convivencia entre los hombres, nuestro círculo de individuos le da sentido a la existencia de tal ley y podemos manipularla a nuestro beneficio. Ninguna ley está por encima de los hombres al ser nosotros sus inventores, pero pareciera que hoy en día las leyes las diseñamos para asfixiarnos, pues tememos asumir nuestro papel de autores de las mismas para corregirlas o incluso, los que respetamos las leyes de Dios las desafiamos con nuestra doble moral e hipócrita comportamiento. ¿Qué tiene que ver con esto el mundo?
El mundo ha sido la esfera que ha albergado cientos de gobiernos entre los hombres, ninguno de ellos perfecto y el país que hoy conocemos como México pertenece a este sistema. México es un país, una nación, que se declara parte de este mundo, es decir, de un sistema de hombres con el compromiso de lograr la supervivencia de los suyos. Claro es que en recientes años la población de lo que es México –aquí aplicamos la Nueva Historia- ha ido tomado conciencia de que su realidad no es la deseada, nosotros quisiéramos vivir distinto y tener cuando menos un mejor lugar para vivir y el marco legal ya no satisface las exigencias de la población. Unos optamos por poner toda nuestra fe en Dios y en la gente inteligente que él usa para librar batallas contra hombres avaros y sin temor a Dios y a la vida. Otros prefieren poner toda su fe en el conocimiento, en los esfuerzos humanos, pero puede que en ese intento se caiga en el mismo error de solo “reordenar” el mundo, cuyo sistema de fondo –vale la pena reiterarlo así- ha estado desligado de Dios y más ligado a las influencias del reino del mal...
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