Por: Eduardo Ibarra Aguirre
Con un golpe de la mano sobre el atril, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa pronunció un segundo pero más confuso y desesperado “¡Ya basta!”, en las últimas 72 horas.
Lo hizo, además, en respuesta a una pregunta, durante la conferencia de prensa conjunta con el presidente de la Unión Europea, José Manuel Durao Barroso. Mal y contraindicado escenario que permite suponer que como a su antecesor Vicente Fox Quesada, las emociones empiezan a escapar de control.
Estados de ánimo que evidencian que en la fiesta, pública o privada, como la que tuvo con profesores por su día, se la pasa extraordinariamente bien. Y frente a los retos que él mismo se antepuso, como “la guerra contra el narcotráfico”, lo agobian y lanza acusaciones a diestra y siniestra, como el lunes 12, contra los medios de comunicación, los jueces, los presidentes municipales, el Congreso, la ciudadanía… Contra todos, excepto el grupo gobernante y la plutocracia.
Para tranquilidad de los mexicanos, asegura que él no se sumará al “abandono, a la cobardía o a la complicidad que permitieron que México llegara a esta situación”. Omite decir que entre los presuntos cobardes está Fox, quien le heredó a Genaro García Luna, Eduardo Medina-Mora Icaza, Daniel Francisco Cabeza de Vaca Hernández, a todas las cabezas de los mandos policiacos, ministeriales y políticos con los que está librando una batalla que pudo ser decisiva si no incurriera reiteradamente en tres gravísimas perversiones:
1. Usar la lucha contra el crimen organizado para abatir el enorme déficit de legitimidad con el que tomó posesión de la Presidencia de la República.
2. Emprender la batalla en forma grupal y sin consultar al Legislativo y el Judicial, a los otros dos niveles de gobierno, a las fuerzas políticas y sociales, a los agentes económicos.
3. Involucrar ilimitadamente al Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea sin establecer las acotaciones institucionales y legales, con todo y la inconstitucionalidad de la militarización de la vital tarea de la seguridad pública. Sacar a la milicia de los cuarteles es muy sencillo, pero muy difícil regresarla.
Este es un gobierno de amigos, de cuates y también de profesores de Calderón Hinojosa. En un alegre festejo amenizado por el mariachi de la Secretaría de Marina, degustó con sus maestros. Entre ellos se cuentan Georgina Kessel Martínez, Ernesto Cordero Arroyo, Miguel Alessio Robles y Luis Pazos de la Torre. La amistad y el agradecimiento escolar se demuestran, ahora, en la nómina del Ejecutivo federal. Y Rafael Luviano Delgado asegura en Forum: “…se dice que a partir de las 18 horas ‘no hay presidente’ en Los Pinos, por su proclividad a la fiesta” (número 177, V-08, pp. 28-29).
Pronunciadas o no bajo los efectos de la cruda realidad, las insolentes frases presidenciales fueron leídas puntualmente por Televisa y actuó como en los viejos tiempos de “somos soldados del PRI”, sólo que ahora sabrá cobrar al erario los servicios prestados “como generales del PAN”.
Las gacetillas electrónicas transmitidas como reportajes en El canal de las estrellas no convencen ni a sus creadores, menos inquietan a los capos operativos de los cárteles de las drogas -y menos todavía a los intocados amos y señores del negocio financiero, bursátil y político- que a menos de 24 horas del operativo Culiacán-Navolato, atacaron instalaciones de la policía ministerial de Guamúchil, Sinaloa.
Con 438 policías, marinos, soldados y agentes del MP ejecutados por el crimen organizado desde el 1 de diciembre de 2006 hasta el 14 de mayo de 2007, resulta inaplazable una rectificación presidencial en el rumbo atrabiliario que impuso a su guerra, para dar paso a otro que atienda las aristas socioeconómicas del desbordado problema.
Con un golpe de la mano sobre el atril, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa pronunció un segundo pero más confuso y desesperado “¡Ya basta!”, en las últimas 72 horas.
Lo hizo, además, en respuesta a una pregunta, durante la conferencia de prensa conjunta con el presidente de la Unión Europea, José Manuel Durao Barroso. Mal y contraindicado escenario que permite suponer que como a su antecesor Vicente Fox Quesada, las emociones empiezan a escapar de control.
Estados de ánimo que evidencian que en la fiesta, pública o privada, como la que tuvo con profesores por su día, se la pasa extraordinariamente bien. Y frente a los retos que él mismo se antepuso, como “la guerra contra el narcotráfico”, lo agobian y lanza acusaciones a diestra y siniestra, como el lunes 12, contra los medios de comunicación, los jueces, los presidentes municipales, el Congreso, la ciudadanía… Contra todos, excepto el grupo gobernante y la plutocracia.
Para tranquilidad de los mexicanos, asegura que él no se sumará al “abandono, a la cobardía o a la complicidad que permitieron que México llegara a esta situación”. Omite decir que entre los presuntos cobardes está Fox, quien le heredó a Genaro García Luna, Eduardo Medina-Mora Icaza, Daniel Francisco Cabeza de Vaca Hernández, a todas las cabezas de los mandos policiacos, ministeriales y políticos con los que está librando una batalla que pudo ser decisiva si no incurriera reiteradamente en tres gravísimas perversiones:
1. Usar la lucha contra el crimen organizado para abatir el enorme déficit de legitimidad con el que tomó posesión de la Presidencia de la República.
2. Emprender la batalla en forma grupal y sin consultar al Legislativo y el Judicial, a los otros dos niveles de gobierno, a las fuerzas políticas y sociales, a los agentes económicos.
3. Involucrar ilimitadamente al Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea sin establecer las acotaciones institucionales y legales, con todo y la inconstitucionalidad de la militarización de la vital tarea de la seguridad pública. Sacar a la milicia de los cuarteles es muy sencillo, pero muy difícil regresarla.
Este es un gobierno de amigos, de cuates y también de profesores de Calderón Hinojosa. En un alegre festejo amenizado por el mariachi de la Secretaría de Marina, degustó con sus maestros. Entre ellos se cuentan Georgina Kessel Martínez, Ernesto Cordero Arroyo, Miguel Alessio Robles y Luis Pazos de la Torre. La amistad y el agradecimiento escolar se demuestran, ahora, en la nómina del Ejecutivo federal. Y Rafael Luviano Delgado asegura en Forum: “…se dice que a partir de las 18 horas ‘no hay presidente’ en Los Pinos, por su proclividad a la fiesta” (número 177, V-08, pp. 28-29).
Pronunciadas o no bajo los efectos de la cruda realidad, las insolentes frases presidenciales fueron leídas puntualmente por Televisa y actuó como en los viejos tiempos de “somos soldados del PRI”, sólo que ahora sabrá cobrar al erario los servicios prestados “como generales del PAN”.
Las gacetillas electrónicas transmitidas como reportajes en El canal de las estrellas no convencen ni a sus creadores, menos inquietan a los capos operativos de los cárteles de las drogas -y menos todavía a los intocados amos y señores del negocio financiero, bursátil y político- que a menos de 24 horas del operativo Culiacán-Navolato, atacaron instalaciones de la policía ministerial de Guamúchil, Sinaloa.
Con 438 policías, marinos, soldados y agentes del MP ejecutados por el crimen organizado desde el 1 de diciembre de 2006 hasta el 14 de mayo de 2007, resulta inaplazable una rectificación presidencial en el rumbo atrabiliario que impuso a su guerra, para dar paso a otro que atienda las aristas socioeconómicas del desbordado problema.
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