En septiembre del 2003, la mezcla mexicana de crudo apenas alcanzaba los 20 dólares por barril. En casi tres años del Gobierno de Fox, la economía mexicana se había estancado y vivía de milagro por las empresas maquiladoras que no podían competir en sus países de origen y se habían instalado en México para aprovechar las ventajas, fiscales, laborales y de regulación ecológica que se habían negociado en el TLC.
La migración ilegal hacia EU era de casi medio millón por año y el rápido retiro de las maquiladoras hacia el Oriente lejano auguraban un colapso de la economía mexicana, pero a finales de agosto del 2005 el petróleo alcanzó poco más de 70 dólares por barril. Fue en ese momento cuando el Gobierno de Fox se salvó del fracaso y se inició la política de convertir a los excedentes petroleros en la caja chica del Presidente.
Para el 2006 los precios del petróleo siguieron subiendo y Pemex alcanzó un récord histórico de 97 mil millones de dólares de ventas, con un rendimiento, antes de pago de impuestos, derechos y aprovechamientos, de 57 mil 500 millones de dólares. No obstante, durante esos dos años de bonanza, más el mandato de Calderón, la inversión en infraestructura y desarrollo de tecnología de Pemex fue nula.
Esto ha generado un aumento en la dependencia del Gobierno de México de las ventas de petróleo; ya que ni Fox llevó a cabo la reforma fiscal que le había sugerido el Banco Mundial a principios del 2001, ni el Gobierno de Calderón ha logrado ingresos notables con la reforma del ISSSTE, ni con el torpe impuesto del IETU que ha venido a dañar al sector más débil de la economía formal. Pero a los grandes consorcios y monopolios nacionales y transnacionales no se les toca ni por error.
Detrás del foro energético se oculta un problema con tres claras vertientes:
1.- La renuencia de todos los gobiernos, desde los 80, a construir una estrategia fiscal realista, por lo que la recaudación fiscal de México no alcanza para financiar la operación del Estado (sólo ingresa el 10 por ciento de su PIB).
2.- Se oculta la realidad geopolítica de la presión que ejercen los Estados Unidos para obligar a México a cooperar en el desabasto energético causado por las políticas erróneas de Bush.
3.- El problema real de Pemex es financiero y fue causado artificialmente por el mismo Gobierno. Con las utilidades que produce Pemex, cualquier institución financiera sensata le aprobaría un crédito a tasas competitivas para liberarlo de la asfixia de Pidiregas.
Durante los últimos cuatro años, sólo los impuestos cargados a Pemex representan el 40 por ciento del total de los ingresos fiscales de México, por lo que no se explica la intención de Calderón de compartir las enormes utilidades actuales de Pemex con inversionistas privados, cuando de ahí depende la operación del Estado.
Parece que esta decisión impuesta a Calderón por los poderes fácticos proviene de la experiencia de lo que apunta a ser su actual consejero político, Carlos Salinas, quien durante su mandato logró ingresar muchos miles de millones de dólares al País con la privatización de Telmex, la Banca nacional y otras muchas empresas del Estado que pasaron de ser monopolios públicos a monopolios privados.
Como consecuencia de estas decisiones erróneas, México tiene una infraestructura de servicios públicos, educación y salud propias del tercer mundo, las tarifas eléctricas y telefónicas más altas del mundo, precios desorbitados en acero, cemento, cobre, gas y demás insumos y servicios controlados por monopolios privados.
No obstante, los poderes fácticos han invertido una fortuna para convencer a la sociedad mexicana de que a pesar de los malos resultados de los últimos 25 años, el modelo económico de los Estados Unidos debe ser aplicado a México sin reservas.
Alfonso Elizondo / 24 Mayo 08 / El Norte -REFORMA
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