Recordemos que esta semana arrancó lo que seguramente será uno de los circos más recordados del calderonismo: ha comenzado el debate público en torno a la reforma energética. Representantes de diferentes sectores sociales presentan ante la opinión pública sus propuestas, ideas, comentarios y posibles soluciones para la construcción de una reforma que resulte beneficiosa (bueno, al menos esa es la idea), y así han comenzado a presentar cada uno sus argumentos.
Sin embargo, seguimos con un problema que al parecer nadie toma en cuenta (y es el problema sobre el cual debería de girar la aceptación o rechazo de la reforma). Recordando la poca conciencia política, pero sobre todo histórica que (por desgracia) posee nuestro pueblo, nos encontramos con que aunque todos pelean que si el proyecto del ejecutivo espurio es una farsa, o que si el ‘legítimo' es el que tiene el mejor proyecto, o que si el legislativo no logra la mayoría para aceptar o descartar de una buena vez la reforma, la realidad es que no muchos han cuestionado acerca de la legalidad de dicha reforma.
Es decir, más allá de los manejos mediáticos titiritescos donde nos intentan vender la idea de que el progreso, el avance, el ¡sí se puede!, y otras cuantas frases “pen…sadas” para persuadirnos de que el progreso de nuestro país se encuentra enterrado en el fondo del mar, así como las reacciones contrarias donde se insta al pueblo a la agresión y violencia física con tal de defender “lo nuestro”, las palabras suenan vacías y huecas. No muchos se ocupan de cuestionar el hecho de que mediante la sola idea de la propuesta, se está violentando la carta magna de nuestro país. Legalmente, los recursos naturales que existen en nuestro país son propiedad nacional, así que al crear su tan famosa y controvertida propuesta, el ejecutivo está soslayando la legalidad constitucional sobre la propiedad de los bienes naturales de la nación.
Entonces, ahora todos los sectores dan discursos y propuestas, comentan, puntualizan, construyen escenarios con tintes pro-democráticos y pseudo nacionalistas, en fin, toda la palabrería y demagogia a la que ya estamos acostumbrados. Y siguen queriendo convencer al pueblo entero que el beneficio para el país se encuentra en la entrega del poder sobre los recursos, en el manejo de infraestructuras privadas que operarán bajo la cobija de la “ley”, pero que no harán más que vulnerar el área estratégica de un país en el que, aunque los precios del crudo están ayudando a mantener estable económicamente hablando, se presta a las jugarretas de la corruptela y arriesga un petróleo que se vende hoy por hoy a más de 100 dólares el barril. ¿Y si entra la inversión privada, y ante la demanda del tesoro los precios de la mezcla mexicana caen? ¿y si la economía colapsa?.
No cabe duda que es necesaria la acción de un referendo, aunque seguramente poco les importará a ‘ los de arriba' , es decir, a aquellos que siguen peleando la aprobación de la reforma, puesto que ellos, los menos, a diferencia de los muchos que vivimos en este país, ya habrán cobrado su tajada y tendrán poco por preocuparse… al menos hasta que el país acabe hundido en el mar de las deudas.
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