ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
SI LOS DISCURSOS y las declaraciones públicas blindaran a contribuyentes y electores contra las balas asesinas del crimen organizado, el Estado mexicano estaría cumpliendo cabalmente la primera y fundamental de entre todas sus obligaciones: brindar seguridad a la Nación.
Y es que hasta hoy, el principal frente de batalla en la --so called-- "guerra" contra el narcotráfico, está frente a los micrófonos y ante las cámaras de televisión.
Palabras, palabras, palabras. Huecas. Y contradictorias, además.
Porque, enfundado en su traje de mariscal, el señor Felipe Calderón dice una cosa… y a los pocos días su lugarteniente más próximo, el señor Juan Camilo Mouriño dice otra diametralmente opuesta a la de su superioridad. Pareciera ante ello que presenciamos la representación de una obra de Ionesco, donde ni siquiera los diálogos tienen la mínima conexión.
Primero en orden de aparición en escena, el señor Calderón soltó ante los micrófonos –but of course— un "¡ya basta!", que algunos consideraron histérico y, desesperado, otros, con el que descalificó a la sociedad, por supuestas complicidades y silencios… a la judicatura, por no encerrar en las cárceles de por vida a los maleantes… a los congresistas, por no producir leyes absolutistas, totalitarias… a los medios de comunicación, por no reproducir íntegros sus discursos contra el crimen.
Trató de retractarse. No lo consiguió. Le han llovido críticas y más críticas, desde entonces. Peor, cuando la crisis de violencia se ha agudizado.
Por ello es que, apenas el viernes anterior, en Aguascalientes, el recién ascendido grumete Mouriño se hizo cargo del timón y lanzó ¡otro discurso, otra declaración! ¡Zambombazo!, diría el cronista de futbol.
Fuego cruzado. Palabras contra las balas. Discursos contra ráfagas de metralleta. Tonantes declaraciones para hacer frente a las decapitaciones, los "levantones", los correos electrónicos que, como en Ciudad Juárez, avisaron que este fin de semana sería de verdadero pavor.
¿Qué dijo el señoritingo Mouriño que, además, desmintió o corrigió a Calderón? ¿Cuáles sus palabras que, estoy seguro, hicieron temblar a los delincuentes?
Pues, textual, que "les estamos demostrando –a los malos de la película-- todos los días que el gobierno federal y los gobiernos estatales, los gobiernos municipales, la sociedad en su conjunto, los medios de comunicación, el empresariado, los trabajadores, las amas de casa, los maestros, los jóvenes, todo aquello que en sí conforma al Estado mexicano es mucho más poderoso que cualquier capacidad de estos grupos por corromper instituciones, intimidar a la sociedad o destruir vidas humanas".
Calderón descalifica. Mouriño aborda la ambulancia militar y auxilia con "curitas"—band-aids-- y un "sana-sana-colita-de-rana", los raspones inflingidos.
Palabras, palabras, palabras. Huecas. Contradictorias. Inconexas. Contra ráfagas certeras.
Y es que si los discursos y declaraciones nos blindaran…
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