Por Vulgo Culto
Lo que mejor saben hacer los militares es matar ‘en caliente', para eso están entrenados, es la razón de su existir, y lo que para los políticos resulta más fácil, desde los tiempos del porfiriato, es mandar a sus enemigos al “encierro, al destierro o al entierro”. En esa dirección apunta una nueva propuesta de los Generales del ejército mexicano de crear una Policía Nacional regida por la pena de muerte como “castigo ejemplar” para los elementos que sean sorprendidos estableciendo alianzas con el crimen organizado.
El plan, producto de los profesionales estrategas de la muerte es el complemento de la propuesta calderonista de implementar en México la cadena perpetua para los secuestradores, solo que para garantizar la seguridad de la población ni es correcto que la policía funcione como ejército, ni necesariamente los enemigos de los políticos son los narcotraficantes y secuestradores, muy al contrario, existen muchos casos probados de que son bastante buenos amigos, por ejemplo el Caso de Estrada Cagigal en Morelos, entre otros. Ya lo dijo Sandra Ávila Beltrán, mejor conocida como la ‘Reina del Cartel del Pacífico', presa en el penal de seguridad para mujeres: “los capos y las autoridades corruptas entrecruzan sus vidas y a través de su perversa hermandad explican por qué el narcotráfico es fuego que no se extingue”.
La propuesta castrense fue recientemente enviada al alto mando militar, que encabeza Guillermo Galván, secretario de la Defensa Nacional , por un grupo de “expertos militares en seguridad nacional” para su revisión y posterior visto bueno por Felipe Calderón, para su ulterior aprobación por el congreso. Pero la iniciativa que más bien suena a “mátenlos en caliente”, costumbre también porfirista, pondría en riesgo a la sociedad civil y a los luchadores sociales que se opongan a las medidas injustas de los gobiernos federal, estatales y municipales emanados de una clase política enquistada en el poder para salvaguardar los intereses económicos de los ricos nacionales y transnacionales en nuestro país.
En el plan propuesto, en el marco de la agenda de seguridad pública nacional, se contempla el regreso de las tropas a sus cuarteles, pero no sin antes capacitar y militarizar a la policía, entrenándola para combatir a la delincuencia organizada con tácticas militares y creando la figura de un Estado Mayor en cada dependencia gubernamental dedicada a preservar la seguridad, con su respectivo “fuero policial”, lo cual haría que el Ejecutivo federal tuviera control total de las fuerzas policíacas del país, a través de su ‘ejército propio' sin tener que rendirle cuentas a nadie, otra costumbre porfiriana. Hoy sueño ‘guajiro' de un presidente enano: llegar a caber en un uniforme muy grande.
El documento que pareciera que ‘descubre el agua tibia' en lo que se refiere al desempeño del Cisen, considera al organismo como un “instrumento de espionaje político sin cumplir con sus fines de ser herramienta eficaz que garantice la seguridad nacional”. También supone que ‘inventa el hilo negro' al denunciar que la “superioridad de la delincuencia” ante las diversas instancias del gobierno, se debe a la existencia de una red de inteligencia y contrainteligencia que se encuentra “siempre un paso adelante de toda la seguridad pública del país”, verdad por todos sabida. Lo que no dice es que la única manera de que esa red opere con tanta eficacia es que tenga cooptados no solo a los principales mandos policíacos encargados de combatirla, sino también a los principales cargos políticos en todos los niveles.
El deseo de los militares según lo deja ver su extenso escrito es, en un segundo paso, aplicar la pena de muerte, a quienes “cometan actos de rebelión, sedición, sabotaje, traición o que causen la muerte al superior”, entre otros delitos, porque “no se debe combatir al narcotráfico como si esa fuera la única amenaza a la seguridad del país”. ¿Se referirá a una posible rebelión en ciernes en todo el país?, porque esa fue la gran pesadilla de Don Porfirio.
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