Rogelio Ramírez de la O
Tomó menos de dos años al gobierno quedar atorado en dos áreas fundamentales: la seguridad y la economía.
En la seguridad su error de origen fue declarar una guerra que no podía ganar y dedicar a ese fin la última carta de todo gobierno, el Ejército. La imposibilidad de mostrar progreso tangible en esta guerra se ha magnificado inexorablemente, como era de prever. Sin embargo, hasta hace poco no causaba gran preocupación, porque los medios no estaban difundiendo su desarrollo. Empero, resulta imposible para los medios no ocuparse de casos sobresalientes.
En la economía, los signos de desgaste apenas fueron evidentes este año, a pesar de que los fundamentos están en deterioro desde principios de 2007. Hoy la conciencia sobre crecientes dificultades económicas va en aumento y cuatro ejemplos sirven como señales. La primera fue el reconocimiento humillante de las cifras de empleo del IMSS, lo que borró de un plumazo más de 1 millón de empleos a la cifra que el gobierno implícitamente reclamaba como su logro, si extrapolamos su anuncio de 800 mil nuevos empleos hasta septiembre de 2007. De paso se perdió la confianza en los indicadores del IMSS.
La segunda señal viene con el aumento de tarifas de electricidad de 64% anual en agosto en horarios bajo e intermedio de alta y media tensión para la industria. Según la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin), el costo de electricidad para la industria es hoy 75% mayor que en Estados Unidos.
La tercera señal es que las tres empresas mexicanas que desde hace más de cuatro años trataban de convencer al gobierno de que dándoles precios competitivos de gas podrían invertir 2 mil millones de dólares fabricando productos petroquímicos que hoy se importan están hoy pensando en mejor invertirlos en Perú, donde el gas sí es competitivo.
La cuarta señal es la remoción del secretario de Economía, siendo ésta toral para el cumplimiento de la promesa del gobierno de ser “el gobierno del empleo”.
Estas cuatro señales sólo confirman lo que la mayoría de indicadores muestran: la caída progresiva del crecimiento de ventas, producción, servicios e inversión. Al mismo tiempo, hay mayores precios para los consumidores y mayores costos para los productores.
Los datos negativos aparecen como diluvio cada semana y son los mismos empresarios los que los difunden. Ya sea la alta dependencia que tenemos de alimentos importados, los aumentos de costos de electricidad o la inversión de empresas mexicanas en Perú. El indicador que surgirá pronto será el recorte de personal, pues éste ya comenzó en la mayoría de empresas.
De ahí que sólo estando ciego no se vea la brecha creciente de entendimiento y confianza entre el gobierno y las empresas. Ésta sólo se va a ampliar, porque no hay manera como el gobierno les cumpla.
Lo importante, sin embargo, vendrá, cuando los empresarios vean que la mayoría de los problemas están conectados por las mismas causas.
Así, la falta de seguridad ya afecta el ánimo de los empresarios, pero apenas comienzan a ligarla con la falta de empleo, con la falta de eficacia de la estrategia económica, con la sustitución del secretario del ramo y con la falta de sensibilidad oficial ante los altos precios de la energía.
El tronco común es que no tiene una estrategia integral viable ni un equipo bien coordinado. Y estando frente a un ciclo económico inmisericorde, no hay manera de que pueda cumplir con empresarios y con trabajadores en seguridad o en economía.
Tomó menos de dos años al gobierno quedar atorado en dos áreas fundamentales: la seguridad y la economía.
En la seguridad su error de origen fue declarar una guerra que no podía ganar y dedicar a ese fin la última carta de todo gobierno, el Ejército. La imposibilidad de mostrar progreso tangible en esta guerra se ha magnificado inexorablemente, como era de prever. Sin embargo, hasta hace poco no causaba gran preocupación, porque los medios no estaban difundiendo su desarrollo. Empero, resulta imposible para los medios no ocuparse de casos sobresalientes.
En la economía, los signos de desgaste apenas fueron evidentes este año, a pesar de que los fundamentos están en deterioro desde principios de 2007. Hoy la conciencia sobre crecientes dificultades económicas va en aumento y cuatro ejemplos sirven como señales. La primera fue el reconocimiento humillante de las cifras de empleo del IMSS, lo que borró de un plumazo más de 1 millón de empleos a la cifra que el gobierno implícitamente reclamaba como su logro, si extrapolamos su anuncio de 800 mil nuevos empleos hasta septiembre de 2007. De paso se perdió la confianza en los indicadores del IMSS.
La segunda señal viene con el aumento de tarifas de electricidad de 64% anual en agosto en horarios bajo e intermedio de alta y media tensión para la industria. Según la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin), el costo de electricidad para la industria es hoy 75% mayor que en Estados Unidos.
La tercera señal es que las tres empresas mexicanas que desde hace más de cuatro años trataban de convencer al gobierno de que dándoles precios competitivos de gas podrían invertir 2 mil millones de dólares fabricando productos petroquímicos que hoy se importan están hoy pensando en mejor invertirlos en Perú, donde el gas sí es competitivo.
La cuarta señal es la remoción del secretario de Economía, siendo ésta toral para el cumplimiento de la promesa del gobierno de ser “el gobierno del empleo”.
Estas cuatro señales sólo confirman lo que la mayoría de indicadores muestran: la caída progresiva del crecimiento de ventas, producción, servicios e inversión. Al mismo tiempo, hay mayores precios para los consumidores y mayores costos para los productores.
Los datos negativos aparecen como diluvio cada semana y son los mismos empresarios los que los difunden. Ya sea la alta dependencia que tenemos de alimentos importados, los aumentos de costos de electricidad o la inversión de empresas mexicanas en Perú. El indicador que surgirá pronto será el recorte de personal, pues éste ya comenzó en la mayoría de empresas.
De ahí que sólo estando ciego no se vea la brecha creciente de entendimiento y confianza entre el gobierno y las empresas. Ésta sólo se va a ampliar, porque no hay manera como el gobierno les cumpla.
Lo importante, sin embargo, vendrá, cuando los empresarios vean que la mayoría de los problemas están conectados por las mismas causas.
Así, la falta de seguridad ya afecta el ánimo de los empresarios, pero apenas comienzan a ligarla con la falta de empleo, con la falta de eficacia de la estrategia económica, con la sustitución del secretario del ramo y con la falta de sensibilidad oficial ante los altos precios de la energía.
El tronco común es que no tiene una estrategia integral viable ni un equipo bien coordinado. Y estando frente a un ciclo económico inmisericorde, no hay manera de que pueda cumplir con empresarios y con trabajadores en seguridad o en economía.
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