Alfredo Velarde
El desenlace final que tuvo la celebración del referendo por la revocación o ratificación del mandatario Evo Morales , del propio vicepresidente Álvaro García Linera y de ocho de las nueve prefecturas del gobierno andino que estaban en juego, el pasado domingo 10 de agosto en una Bolivia acosada y dividida, representa aire fresco para un gobierno que se ha visto acosado y sometido a dos fuegos, cosa que, al menos con su ratificación mayoritaria , que logró una amplia votación por confirmar al presidente Morales y las prefecturas identificadas con el régimen, incluso mayor a la votación que lo hizo presidente, le confiere al gobierno en el poder una legitimidad que no detentaba ya, por las razones que se quieran y que se había desgastado en extremo por sus errores políticos de cálculo y el golpeteo de las oposiciones resultado de aquellos, y que, por una extraña ecuación de la política , la remozada legitimidad proviene de sus mismos opositores de derecha y nostálgicos de los indeseables gobiernos oligárquicos de antaño y la larga cadena de satrapías locales, que han sido una funesta constante en la turbulenta historia de una Bolivia que cuenta con más presidentes en su historia –sea ello dicho de paso- que años de fundada su república.
El triunfo que refrenda y ratifica al primer presidente indígena en la historia de un estado-nación mayoritariamente indígena, es una buena noticia , si se la sabe ver desde la perspectiva que al menos temporalmente parece corroborar que, efectivamente, la correlación de las fuerzas políticas en la América Latina del nuevo siglo XXI, trocó la hegemonía de su geometría política y, mal que le pese al huevo de la serpiente que la reacción ha sembrado para medrar en las naciones y los pueblos que decidieron sacudirse la tutela norteamericana, es un hecho aunque no seguro para siempre, ni tampoco un cheque en blanco para la eternidad, por lo que el gobierno en el poder, de manera autocrítica (cosa que los gobernantes acostumbran a olvidar en el poder) debe trabajarse con ecuanimidad y apertura de criterio, para corregir el rumbo que le había venido generando una situación que propendía hacia una ingobernabilidad inducida .
En tal sentido, el gobierno evista gana tiempo frente al fuego cruzado de sus opositores ; lo reposiciona en el poder y le permitirá, al calor de la compleja coyuntura que vive, dilucidar los términos en que habrá de emplazar su cuestionado proyecto de gobierno , que también ha sido fuertemente criticado, no sólo por la ultramontana y casi feudal oligarquía terrateniente santacruceña de ultraderecha (que no tendría por que sorprender a nadie), sino por una oposición de izquierda, minoritaria pero intensa, que, aunque algunos opinadotes de adjetivo fácil en la prensa mexicana, como Guillermo Almeyra y Ángel Guerra Cabrera , han llamado “sectarios” , “infantilistas de izquierda” e, incluso, “sediciosos” , es importante de analizar, pues por sus realizaciones, las novedades de la presidencia de Evo Morales, no parecen ser muchas, si se considera el encuadre eminentemente nacional-estatista en que se ha auto-centrado su limitada gestión gubernamental que, para muchos de los de abajo, ha dejado mucho que desear, pues sus realizaciones están muy por debajo de las expectativas que había logrado concitar.
No habla bien de un “gobierno indígena” , por ejemplo, el que efectivos de las fuerzas policiales bolivianas enfrenten represivamente movilizaciones populares como la del pasado 5 de agosto en La Paz , con saldo de 2 muertos y 34 heridos, movilizaciones que, algún día, también Evo Morales encabezó como líder cocalero enfrentando a la represión. A Evo , no puede ni debiera olvidársele . Sobre todo, si se advierte que estos opositores , no son terratenientes secesionistas , ni peones de brega pro yanquis o estudiantes conservadores provenientes de las clases criollas acomodadas y extranjerizantes . No. Cuando la oposición a un régimen que ya probó su mayoría legal refrendada, como ahora mismo ocurre, no se comporta sensible a los reclamos que se formulan desde instancias gremiales del abajo-social inconforme, con tan larga historia política en la nación andina, como es el caso de la Coordinadora Obrera Boliviana (COB), en parte ha caído víctima de los mismos errores que justamente llevaron a Evo a la primera magistratura política de su nación.
Los resultados del referendo, en este orden de ideas, parecen conferirle una nueva oportunidad a Morales , para repensar como diantres reconstruir una relación difícil y civilizada con sus opositores de izquierda que sí, en efecto, son opositores, pero no del mismo tipo, ni por las mismas razones, que la agresiva y beligerante oposición de la más recalcitrante derecha. Y para advertir los fundados motivos de los obreros y además indígenas de la COB , por cierto, basta tan sólo con atender a sus banderas. Una, por cierto, muy importante, es precisamente su demanda a favor a una Ley –que el gobierno tendría la facultad de decretar- de jubilación a los 55 años , que parece justa, cuando resulta sabido que la clase obrera de los mineros en lucha, se incorpora al rubro minero para vender su fuerza de trabajo, en ocasiones desde los 18 años –a veces antes-, lo que haría de ellos trabajadores públicos, como en las minas de estaño, con un promedio de trabajo de algo así como 35 años de trabajo útil.
Es importante señalar lo anterior, porque asistimos a un momento de la coyuntura histórica, en donde los principales cuestionamientos al capitalismo salvaje de credo neoliberal, en América Latina y el mundo todo, tiene que ver con la evaporación que ha procesado de derechos y conquistas del mundo del trabajo. Un ejemplo de ello, es la más que virtual, real desaparición del derecho a la jubilación . No verlo así, supondría actuar como los neoliberales que Evo tanto criticó como activista inconforme. El resultado del referendo, le ha otorgado el tiempo y la oportunidad, falta ver si la voluntad está ahí y no en ninguna otra parte. Esperemos y sepamos analizar.
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