Pulso crítico
J. Enrique Olivera Arce
De placemes el priísmo veracruzano. Su percepción apunta hacia un camino libre de tropiezos para el 2012, que pasa por los procesos electorales del 2009 y 2010. Carro completo en la elección de diputados federales, sucesión en la gubernatura y el premio mayor, la presidencia de la República, son las metas por alcanzar que prácticamente se tienen ya en la bolsa.
Sin mayor análisis, tal percepción la sustentan, primero, en lo que consideran resultados exitosos de la XX Convención Nacional de Aguascalientes, que en lo interno da cohesión y fortalece unidad cupular y estructura. “Superada la división interna resultante de intereses confrontados, personales y de grupo, tanto a nivel nacional como en las 32 entidades federativas el PRI está preparado y equipado para lo que viene”. Bastó enarbolar la bandera de la izquierda modernizante, etiquetándose como un partido social demócrata, para alcanzar tan anhelado propósito.
En segundo término, quizá de manera más objetiva, diversos personajes emblemáticos de las capas medias del tricolor veracruzano, dan por sentado que el fracaso del gobierno panista del Sr. Calderón Hinojosa en renglones sustantivos de la problemática que vive el país, derivará en automático en un rotundo fracaso electoral para el partido blanquiazul. Acompañándose de la también percepción de la muerte insepulta del PRD y con ello, “la creciente pérdida de presencia y autoridad moral y política de Andrés Manuel López Obrador en el tinglado político nacional”.
Bajo esos dos supuestos, la bandera del triunfalismo tricolor veracruzano ondea por todo lo alto. Obviándose el contexto dentro del cual se construye tan optimista percepción.
Pasándose por alto dos circunstancias que conforman la coyuntura electoral actual: El poder presidencial, con todo lo que ello implica en un régimen presidencialista, aún está en manos del PAN y por ende, tiene tomado el sartén por el mango en renglones tales como, entre otros, la hacienda pública federal; en tanto que el hecho de que el PRI haya optado por incluirse en el campo socialdemócrata, pretendiendo quedarse con los despojos del naufragio de la izquierda electoral, le obliga ante la Nación y ante el mundo a un comportamiento eficaz como oposición consecuente. Para lo cual debería afrontar el reto, en primer término, de democratizar su gestión partidaria para, a continuación, abanderar las reivindicaciones ciudadanas de defensa de la soberanía y seguridad energética; soberanía y seguridad alimentaria; seguridad pública; seguridad en el empleo; seguridad educativa, seguridad social. Sin faltar el combate a la desigualdad y la pobreza, que debería incluir la consigna a agitar de la escala móvil de salarios, para restituir a los trabajadores el poder adquisitivo que le tienen secuestrado desde hace más de dos décadas.
Con la circunstancia adicional de que México ya no es el país que en el pasado el PRI gobernara. El “menor de edad” de fácil manipulación, es hoy un pueblo que exige resultados y que, por principio, ya no se conforma ni con el manido discurso ni con la salida demagógica. Si hasta hoy el PRI comulgara con la vieja fórmula neoliberal de que si la minoría se enriquece, necesariamente los beneficios escurren y salpican hasta la base misma de la pirámide, su nueva vestidura de partido socialdemócrata le obliga a rechazarla, proponiendo nuevos caminos para los cuales su actual dirigencia y estructura no está preparada. Y tan no lo está, que en los 25 minutos escasos en que la cúpula nacional priísta determinara cambiar la etiqueta de su raída vestidura, su pronunciamiento en tal sentido fue escaso, tibio y con temor a enfrentarse frontalmente con el poder real de este país.
El tiempo apremia, el 2009 está a la vuelta de la esquina y tales banderas a enarbolar están aún en manos del movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador, que no en un PRD que no sabe como salir de su crisis. Pues no debemos confundir, una cosa es el cascarón que se ostenta como partido, controlando una anquilosada y corrupta estructura y beneficiándose de los recursos públicos que le ley le confiere como prerrogativas, y otra un movimiento cada vez más amplio en el que se participa, se debate y se defiende el interés de la Nación.
Escollos aún hay por delante y de ellos debe ser conciente nuestro priísmo de aldea, so pena de topar con pared. Salvo claro está, que el PRI pretenda, como siempre, ganar las justas electorales por el camino fácil de la derrama económica, comprando votos y conciencias capitalizando la miseria de amplios sectores de la población. Y aún así, como ya se está previendo, el poder presidencial podría, con la misma fórmula, y con todo el peso mediático del duopolio televisivo, inclinar la balanza a su favor, la marcha “iluminemos México” es un ejemplo.
pulsocritico@gmail.com
http://pulsocritico.com
J. Enrique Olivera Arce
De placemes el priísmo veracruzano. Su percepción apunta hacia un camino libre de tropiezos para el 2012, que pasa por los procesos electorales del 2009 y 2010. Carro completo en la elección de diputados federales, sucesión en la gubernatura y el premio mayor, la presidencia de la República, son las metas por alcanzar que prácticamente se tienen ya en la bolsa.
Sin mayor análisis, tal percepción la sustentan, primero, en lo que consideran resultados exitosos de la XX Convención Nacional de Aguascalientes, que en lo interno da cohesión y fortalece unidad cupular y estructura. “Superada la división interna resultante de intereses confrontados, personales y de grupo, tanto a nivel nacional como en las 32 entidades federativas el PRI está preparado y equipado para lo que viene”. Bastó enarbolar la bandera de la izquierda modernizante, etiquetándose como un partido social demócrata, para alcanzar tan anhelado propósito.
En segundo término, quizá de manera más objetiva, diversos personajes emblemáticos de las capas medias del tricolor veracruzano, dan por sentado que el fracaso del gobierno panista del Sr. Calderón Hinojosa en renglones sustantivos de la problemática que vive el país, derivará en automático en un rotundo fracaso electoral para el partido blanquiazul. Acompañándose de la también percepción de la muerte insepulta del PRD y con ello, “la creciente pérdida de presencia y autoridad moral y política de Andrés Manuel López Obrador en el tinglado político nacional”.
Bajo esos dos supuestos, la bandera del triunfalismo tricolor veracruzano ondea por todo lo alto. Obviándose el contexto dentro del cual se construye tan optimista percepción.
Pasándose por alto dos circunstancias que conforman la coyuntura electoral actual: El poder presidencial, con todo lo que ello implica en un régimen presidencialista, aún está en manos del PAN y por ende, tiene tomado el sartén por el mango en renglones tales como, entre otros, la hacienda pública federal; en tanto que el hecho de que el PRI haya optado por incluirse en el campo socialdemócrata, pretendiendo quedarse con los despojos del naufragio de la izquierda electoral, le obliga ante la Nación y ante el mundo a un comportamiento eficaz como oposición consecuente. Para lo cual debería afrontar el reto, en primer término, de democratizar su gestión partidaria para, a continuación, abanderar las reivindicaciones ciudadanas de defensa de la soberanía y seguridad energética; soberanía y seguridad alimentaria; seguridad pública; seguridad en el empleo; seguridad educativa, seguridad social. Sin faltar el combate a la desigualdad y la pobreza, que debería incluir la consigna a agitar de la escala móvil de salarios, para restituir a los trabajadores el poder adquisitivo que le tienen secuestrado desde hace más de dos décadas.
Con la circunstancia adicional de que México ya no es el país que en el pasado el PRI gobernara. El “menor de edad” de fácil manipulación, es hoy un pueblo que exige resultados y que, por principio, ya no se conforma ni con el manido discurso ni con la salida demagógica. Si hasta hoy el PRI comulgara con la vieja fórmula neoliberal de que si la minoría se enriquece, necesariamente los beneficios escurren y salpican hasta la base misma de la pirámide, su nueva vestidura de partido socialdemócrata le obliga a rechazarla, proponiendo nuevos caminos para los cuales su actual dirigencia y estructura no está preparada. Y tan no lo está, que en los 25 minutos escasos en que la cúpula nacional priísta determinara cambiar la etiqueta de su raída vestidura, su pronunciamiento en tal sentido fue escaso, tibio y con temor a enfrentarse frontalmente con el poder real de este país.
El tiempo apremia, el 2009 está a la vuelta de la esquina y tales banderas a enarbolar están aún en manos del movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador, que no en un PRD que no sabe como salir de su crisis. Pues no debemos confundir, una cosa es el cascarón que se ostenta como partido, controlando una anquilosada y corrupta estructura y beneficiándose de los recursos públicos que le ley le confiere como prerrogativas, y otra un movimiento cada vez más amplio en el que se participa, se debate y se defiende el interés de la Nación.
Escollos aún hay por delante y de ellos debe ser conciente nuestro priísmo de aldea, so pena de topar con pared. Salvo claro está, que el PRI pretenda, como siempre, ganar las justas electorales por el camino fácil de la derrama económica, comprando votos y conciencias capitalizando la miseria de amplios sectores de la población. Y aún así, como ya se está previendo, el poder presidencial podría, con la misma fórmula, y con todo el peso mediático del duopolio televisivo, inclinar la balanza a su favor, la marcha “iluminemos México” es un ejemplo.
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