El fin de semana en San Luís Acatlán, tierra natal del legendario guerrillero Genaro Vázquez, en el estoico Estado de Guerrero, cuna de valientes, Andrés ‘el peje’ López Obrador pronunció un discurso muy especial, no tanto por emotivo, como por su contenido. Refiriéndose específicamente al asunto de las reformas energéticas que el gobierno espurio de Felipelele Calderón Hinojosa pretende impulsar para privatizar Pemex dijo: “Desde aquí le digo al pelele de Calderón que aunque tenga que parar el país voy a llamar a la movilización nacional, porque no voy a permitir que se despoje a los mexicanos de su principal riqueza”.
La intención suena bien, no hay duda, pero ¿ahora si será de verás?, no es que la mula sea arisca, los palos la hicieron; si algo se considera como uno de los más graves errores de AMLO fue precisamente, cuando durante su desafuero, haber llamado primero a las grandes movilizaciones (más de dos millones de manifestantes en una marcha-mitin-plantón es algo nunca antes visto en la historia de México, ni después hasta hoy) y luego de haber conseguido que se le ‘respetara’ su candidatura, desmovilizar a la población. Nunca debió mandar a la gente a su casa, era el momento y estaban dadas las condiciones para llamar a la organización, para que el pueblo ejerciera a partir de ese instante y de una vez por todas, el poder popular, pero no, pensó tal vez que tenia asegurada la presidencia y que una vez instalado en ella podría hacer el solo los cambios, se confió, se sintió ganador, pero la oligarquía en el gobierno supo recular, cambió la estrategia, esperó un mejor momento, y le arrebató cínicamente la silla presidencial.
Ahora su discurso sigue sonando a veces individualista, habla en primera persona: “Voy a movilizar a toda la población”, pero corrige rápidamente al plural: “Nos estamos organizando porque el gobierno usurpador está decidido a abrir el camino a trasnacionales de España y otras corporaciones extranjeras para que se apoderen de Pemex y se lleven la principal riqueza del país”. Sin embargo, al fin perredista, al menos todavía, también se muestra prudente, por no decir tibio, cuando de las fechorías de su partido se trata, por ejemplo, nombra a los “traidores a la patria”: Calderón, Juan Camilo Mouriño, Santiago Creel, Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa y Francisco Labastida Ochoa; presidente espurio, nuevo secretario de gobernación, los coordinadores del PRI y del PAN en el Congreso de la Unión, y el presidente de la Comisión de Energía del Senado, respectivamente, todos ellos comprometidos con el Fondo Monetario Internacional y con el Banco Mundial a presentar la iniciativa que abra Pemex al capital trasnacional con miras a su privatización, pero cuando la gente grita “¡Falta uno, el represor Zeferino Torreblanca!” gobernador del Estado, de extracción perredista, Obrador hace mutis, ni media palabra.
Es muy cierto cuando asegura que en los últimos 25 años los gobiernos priístas y últimamente panistas privatizaron las minas, los bancos, los ferrocarriles y parte de la industria eléctrica, pero lo que más les interesa es el petróleo y para ello han llevado a cabo una estrategia consistente en quitar todos los recursos a la paraestatal, con el propósito de que se crea que está en crisis y que el único camino es entregarla al capital privado, tal como se hizo con Telmex solo que ahora el comprador es el capital extranjero. También es claro que su camino es el de la resistencia civil pacífica, aunque “hay quienes sostienen, algunos de buena fe, que así no se va a poder. Yo sostengo que sí se puede, pero se requiere que tengamos más organización”, dice, pero no parece ser suficiente con avisar que “estén alerta” de su llamado a movilizarse para dar inicio a las acciones encaminadas a evitar que el sector energético se privatice. La organización popular debe dar inicio ya, en cada manzana, colonia, delegación, municipio y estado a lo largo y ancho del país entero.
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