René Sánchez Galindo
Hay que explicar el título de esta colaboración semanal debido al desprestigio en que la Suprema Corte de Justicia de la Nación cayó a raíz de la resolución del tristemente celebre caso Marín-Cacho. Nadie en México considera que vivamos en un país de total respeto a la Ley, pero ahora con la resolución que en los hechos exonera a Marín y desprestigia a la Corte, el desánimo popular es notorio y se respira en el ambiente.
Pero ello no quita, en el papel por lo menos, que las funciones de la Suprema Corte en nuestro país, y en cualquier otro lugar del mundo, revistan la mayor importancia y trascendencia para la vida política, social, económica y jurídica de cada nación. Llegar a formar parte de la Corte en la mayoría de los casos significa alcanzar el máximo puesto jurídico – político al que se puede aspirar.
Inclusive en algunos países formar parte del Tribunal Supremo es de carácter vitalicio, en México, en cambio, se trata de un cargo que constitucionalmente abarca 15 años, muy por encima de los sexenios que comúnmente se conocen como el plazo más largo para ocupar un cargo público. Estos altos cargos son tan prolongados e inclusive vitalicios debido a que se busca que las resoluciones judiciales del máximo tribunal sean totalmente independientes de cualquier aspiración futura de los jueces que la integran.
Durante el siglo XIX, Juárez y Lerdo de Tejada, dejan la Corte para llegar a la Presidencia de la República. En cambio en el siglo XX tenemos tristes casos como el de Carpizo que abandona la Corte para ir a la PGR en épocas de Carlos Salinas.
Pero ahora a inicios del siglo XXI nos encontramos con que el señor Ministro Génaro Góngora Pimentel, Presidente de la Suprema Corte de 1995 a 1999 y actual integrante del Máximo Trinunal aspira a presidir el Instituto Federal Electoral, IFE.
Con este contexto reformulo la pregunta del título de este escrito: ¿qué significa que el Ministro Góngora, al día siguiente de votar en contra de Marín y de perder esa votación, anuncie públicamente sus intenciones de ser designado por la Cámara de Diputados para presidir al IFE?
No puede pasarnos por desapercibido el hecho de que la Cámara de Diputados busca a un Presidente del IFE, en virtud, de que su otrora Presidente, Luis Carlos Ugalde, saliera por la puerta de atrás, en medio de la incertidumbre que dejo la elección presidencial del 2006; incertidumbre que, dicho sea de paso, resulta inconstitucional, toda vez que nuestra máxima norma ordena que las elecciones deben respetar la certeza.
No pretendo afirmar qué es lo que pasó por la cabeza del señor Ministro Góngora cuando tomó tal decisión de buscar la presidencia del IFE. Lo que sí advierto es que para Don Genaro no pudo pasar desapercibida la elección presidencial de 2006, ni la salida de Luis Carlos Ugalde del IFE, mucho antes de que su periodo terminara, y obligado por una reforma constitucional; en otras palabras el Poder Legislativo federal y los estatales corrieron a Ugalde después del proceso por el cual está Calderón en la Silla; y este hecho no pudo ser ignorado por Góngora Pimentel.
Imagine que ocupa una de las once ministraturas de la Suprema Corte, que usted caro lector, querida lectora, es ministre de la Corte, máximo tribunal que usted habría presidido de 1995 a 1999, y que en el gremio de litigantes y juristas (que no es lo mismo) usted es considerade como Juez de avanzada, como Juez que busca y propone resolver asuntos de manera apegada a la ley y con base en los principios democráticos de la Constitución.
Continúe imaginando que en 2008 a sus 70 años y con 12 años en la Suprema Corte y 40 en Poder Judicial de la Federación usted observa una elección presidencial llena de incertidumbre y que el Tribunal Electoral, un órgano inferior al que usted pertenece, pero el único con facultad legal para resolver la elección presidencial deja un ambiente de incertidumbre completamente contrario a la Constitución. Que un año más tarde usted vota en contra del “gober precioso” pero que la mayoría de la Corte de la que usted forma parte, decide no denunciar al poblano de las botellas de “cognac”.
Al día siguiente, usted decide arriesgarse, a su edad, a que los partidos políticos en la Cámara de Diputados, lo nombren o no, como Presidente del IFE, que es un organismo que es revisado por Tribunal Electoral y que es inferior al órgano del que usted forma parte y el que ya presidió con mucho reconocimiento. ¿Lo haría?, ¿se arriesgaría? Y si lo hicera, ¿por qué lo haría?
¿No será que Don Genaro tristemente se dio cuenta que en la Corte no puede influir para que la ley se aplique en casos como el de Marín?, ¿no será que el señor Ministro Góngora advierte que si en la elección presidencial se permite la incertidumbre, todos los demás poderes pierden su razón de ser?, ¿ante estos planteamientos realmente es importante analizar la postura del PRD de que es Góngora o nadie?
Son preguntas.
Todo mi reconocimiento a la decisión del Ministro Góngora.
René Sánchez Galindo ranazapatera@gmail.com
Hay que explicar el título de esta colaboración semanal debido al desprestigio en que la Suprema Corte de Justicia de la Nación cayó a raíz de la resolución del tristemente celebre caso Marín-Cacho. Nadie en México considera que vivamos en un país de total respeto a la Ley, pero ahora con la resolución que en los hechos exonera a Marín y desprestigia a la Corte, el desánimo popular es notorio y se respira en el ambiente.
Pero ello no quita, en el papel por lo menos, que las funciones de la Suprema Corte en nuestro país, y en cualquier otro lugar del mundo, revistan la mayor importancia y trascendencia para la vida política, social, económica y jurídica de cada nación. Llegar a formar parte de la Corte en la mayoría de los casos significa alcanzar el máximo puesto jurídico – político al que se puede aspirar.
Inclusive en algunos países formar parte del Tribunal Supremo es de carácter vitalicio, en México, en cambio, se trata de un cargo que constitucionalmente abarca 15 años, muy por encima de los sexenios que comúnmente se conocen como el plazo más largo para ocupar un cargo público. Estos altos cargos son tan prolongados e inclusive vitalicios debido a que se busca que las resoluciones judiciales del máximo tribunal sean totalmente independientes de cualquier aspiración futura de los jueces que la integran.
Durante el siglo XIX, Juárez y Lerdo de Tejada, dejan la Corte para llegar a la Presidencia de la República. En cambio en el siglo XX tenemos tristes casos como el de Carpizo que abandona la Corte para ir a la PGR en épocas de Carlos Salinas.
Pero ahora a inicios del siglo XXI nos encontramos con que el señor Ministro Génaro Góngora Pimentel, Presidente de la Suprema Corte de 1995 a 1999 y actual integrante del Máximo Trinunal aspira a presidir el Instituto Federal Electoral, IFE.
Con este contexto reformulo la pregunta del título de este escrito: ¿qué significa que el Ministro Góngora, al día siguiente de votar en contra de Marín y de perder esa votación, anuncie públicamente sus intenciones de ser designado por la Cámara de Diputados para presidir al IFE?
No puede pasarnos por desapercibido el hecho de que la Cámara de Diputados busca a un Presidente del IFE, en virtud, de que su otrora Presidente, Luis Carlos Ugalde, saliera por la puerta de atrás, en medio de la incertidumbre que dejo la elección presidencial del 2006; incertidumbre que, dicho sea de paso, resulta inconstitucional, toda vez que nuestra máxima norma ordena que las elecciones deben respetar la certeza.
No pretendo afirmar qué es lo que pasó por la cabeza del señor Ministro Góngora cuando tomó tal decisión de buscar la presidencia del IFE. Lo que sí advierto es que para Don Genaro no pudo pasar desapercibida la elección presidencial de 2006, ni la salida de Luis Carlos Ugalde del IFE, mucho antes de que su periodo terminara, y obligado por una reforma constitucional; en otras palabras el Poder Legislativo federal y los estatales corrieron a Ugalde después del proceso por el cual está Calderón en la Silla; y este hecho no pudo ser ignorado por Góngora Pimentel.
Imagine que ocupa una de las once ministraturas de la Suprema Corte, que usted caro lector, querida lectora, es ministre de la Corte, máximo tribunal que usted habría presidido de 1995 a 1999, y que en el gremio de litigantes y juristas (que no es lo mismo) usted es considerade como Juez de avanzada, como Juez que busca y propone resolver asuntos de manera apegada a la ley y con base en los principios democráticos de la Constitución.
Continúe imaginando que en 2008 a sus 70 años y con 12 años en la Suprema Corte y 40 en Poder Judicial de la Federación usted observa una elección presidencial llena de incertidumbre y que el Tribunal Electoral, un órgano inferior al que usted pertenece, pero el único con facultad legal para resolver la elección presidencial deja un ambiente de incertidumbre completamente contrario a la Constitución. Que un año más tarde usted vota en contra del “gober precioso” pero que la mayoría de la Corte de la que usted forma parte, decide no denunciar al poblano de las botellas de “cognac”.
Al día siguiente, usted decide arriesgarse, a su edad, a que los partidos políticos en la Cámara de Diputados, lo nombren o no, como Presidente del IFE, que es un organismo que es revisado por Tribunal Electoral y que es inferior al órgano del que usted forma parte y el que ya presidió con mucho reconocimiento. ¿Lo haría?, ¿se arriesgaría? Y si lo hicera, ¿por qué lo haría?
¿No será que Don Genaro tristemente se dio cuenta que en la Corte no puede influir para que la ley se aplique en casos como el de Marín?, ¿no será que el señor Ministro Góngora advierte que si en la elección presidencial se permite la incertidumbre, todos los demás poderes pierden su razón de ser?, ¿ante estos planteamientos realmente es importante analizar la postura del PRD de que es Góngora o nadie?
Son preguntas.
Todo mi reconocimiento a la decisión del Ministro Góngora.
René Sánchez Galindo ranazapatera@gmail.com
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