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27 enero 2008

¿Obama o Clinton? Pues, qué quieres que te diga...

Andrés de Francisco y Francisco Herreros
Rebelión


¿Qué, Obama o Clinton? Pues no hay mucha diferencia, la verdad. ¿Cómo que no? ¡Pero si él es negro y ella mujer! ¿Te parece poca diferencia? Cualquiera de ellos haría historia sólo por eso. Serían, respectivamente, el primer presidente de color y la primera presidenta de EE.UU. Sí, sí, cierto, pero yo me refería a los programas, a las intenciones políticas, a qué es lo que cada uno propone a los americanos. Y ahí tienes que escarbar mucho para hallar diferencias importantes. La más notable es la sanidad. Hilary Clinton es un poco más ambiciosa. Lleva en su programa el seguro médico obligatorio. El otro ni siquiera eso: propone bajar los seguros privados mínimos, y sólo incluye un seguro médico obligatorio para los menores de 15 años, nada más. Pero, ¿cómo un seguro obligatorio? ¿Es que no lo tienen ya? No, no, qué dices. En EE.UU hay 50 millones de ciudadanos sin seguro médico -¡Cincuenta Millones!-, la población española esperada para dentro de muy poco. Entonces, si caen enfermos, ¿qué hacen? En realidad, mejor que no caigan enfermos, porque o siguen con su enfermedad o, aún peor, van a Urgencias. Ah, o sea, que tienen dónde ir. Bueno, es que tú no sabes lo que son las Urgencias en EE.UU. De verdad, amigo mío, mejor no ir. Son más bien disuasorias. Te tratan a patadas, no tienen medios, y lógicamente te despachan sin curarte. Vaya, vaya. Entonces, mucha gente morirá por falta de atención médica. ¡Justamente! Y la cifra ha subido con las dos últimas administraciones republicanas. Ahora son más de 50.000 personas al año las que mueren por eso mismo. Es lo que tiene la mercantilización de un servicio tan básico como la sanidad y la medicina: si no tienes dinero, te mueres o te jodes. Caramba, qué panorama. Hay que reconocer que Europa –y España por supuesto también- es otro mundo. Aquí la salud es una cuestión pública. Aquí, desde un catarro hasta una afección cardiaca, puedes estar seguro de que vas a ser atendido. Podrás esperar más o menos a una intervención, pero sabes que te ingresan y que te atienden buenos profesionales, que no escatiman vendas ni fármacos y que disponen de medios adecuados. Eso da mucha tranquilidad a la gente. Imagínate lo que tiene que ser vivir en EE.UU con esa inseguridad, qué tensión: ver que tu hijo se pone malo o tiene alguna afección crónica, y no poder hacer nada. Qué horror. Pero, en fin, a ver si la Sra. Clinton consigue su propósito y logra la cobertura universal para su país. Bueno, bueno, no te creas, que la Sra. Clinton propone un seguro obligatorio, pero no público sino privado. El modelo seguiría siendo muy diferente al europeo. Hombre, sería un avance importante, ¿no? De acuerdo, pero no te confundas: seguros privados hay muchos, más o menos amplios, según el precio de la póliza. El que suscribirían esos 50 millones de americanos sería el mínimo y no les daría una gran cobertura y seguridad. No te puedes fiar de cualquier seguro. Fíjate, estando en Nueva York con una beca posdoctoral, un estudiante extranjero de la Universidad de Columbia cayó enfermo. Tranquilo, le decíamos, tienes el seguro médico de tu beca. Llama y te vas al hospital. Así lo hizo: llamó a su compañía médica. Espere unos minutos, le contestaron, que nosotros le volvemos a llamar y le decimos a qué clínica ha de ir. Lo llamaron a las dos horas. ¿Qué hizo la compañía en ese tiempo? Llamar a una clínica y otra y otra, en busca de la más barata. Al final lo mandaron a una clínica de mala muerte en el Harlem hispano. Nuestro amigo llevaba un cuadro de insuficiencia respiratoria y dolor en el pecho: casi se le curó del susto. Así que, cuando a los pocos días, unos colegas me propusieron ir a patinar a unas nuevas pistas abiertas cerca del Rockefeller Center, me dije: quita, quita, a ver si me voy a romper una pierna y, como tengo un seguro privado..., acabo Dios sabe dónde. No, no, si en EE.UU no tienes un buen seguro, lo que relativamente muy pocos pueden permitirse pagar, mejor que ni te constipes siquiera. La cosa es muy sencilla, y afecta al bienestar y la esperanza de vida de mucha gente: en EE.UU la sanidad es un negocio, muy rentable por cierto, del que sacan píngües beneficios las compañías aseguradoras y los bancos. En Europa, muy al contrario, es un derecho de ciudadanía, más o menos robusto según los casos. La Universidad de Nueva York concede un muy buen seguro privado a sus profesores invitados: Aproveche y arréglese la boca, le dijo una profesora americana a un profesor invitado. Éste, dominando la perplejidad que denotaban sus ojos anormalmente abiertos, se limitó a decir: señora mía, soy alemán y en mi país tenemos cobertura universal, incluidos los “arreglos de boca”. Las sociedades europeas han decidido ya no sólo que no van a dejar morir a un solo ciudadano por falta de asistencia médica, sino que en general su salud les importa como comunidad. La salud en Europa, al menos por ahora, forma parte de nuestro contrato social. Y, desde luego, ni Barak Obama ni Hilary Clinton aspiran a un nuevo contrato social para EE.UU. Conviene no olvidar que ambos candidatos son los que más dinero reciben de las compañías aseguradoras para su campaña electoral.

* A. de Francisco es profesor titular de la UCM y F. Herreros es Investigador Ramón y Cajal del CSIC.

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