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18 enero 2008

El diálogo es un engaño; siempre se imponen los que más fuerza tienen

1. ¿De qué diálogo puede hablar un gobierno que se roba una elección, una Presidencia, y que permite ser impuesto con el poder del Estado y los empresarios? ¿Después de negarse a dialogar para que se cuenten los votos y se limpie la elección, puede hablar de diálogo Felipe Calderón, el presidente ilegítimo? El diálogo que busca Calderón y su flamante secretario de Gobernación (el españolito, hijo político de Aznar) es con sus subordinados. No quieren dialogar con López Obrador ni con los guerrilleros del EPR porque éstos no tienen las fuerzas suficientes para obligarlos ni quieren. Pero si AMLO bloqueara por 48 horas todas las carreteras y bancos o los guerrilleros hicieran estallar unas cuantas bombas más en puntos clave, de inmediato los buscarían para dialogar. Lo mismo pasaría si los mineros de Gómez Urrutia realizaran acciones contundentes para que su líder pudiera regresar al país después de varios años de sufrir persecución del gobierno.

2. Cuando el poder, que goza de todos los privilegios y riquezas, habla de democracia, libertad, justicia o diálogo, hay que preguntar: ¿A quién quieren verle la cara? ¿De quién quieren burlarse? El poder nunca dialoga, se impone al interlocutor y punto. Quienes siempre buscan el diálogo, porque que viven esperanzados queriendo solucionar sus problemas, son los trabajadores. Bush, que posee un poder imperial, nunca dialoga; determina lo que va a hacer y busca a sus aliados e incondicionales para que aprueben lo que él desea. Al gobierno yanqui le importa un bledo lo que piensen o digan otros gobiernos; él conoce su fuerza y sabe usarla en su beneficio. Eso ha sucedido en la historia de México en todos los gobiernos: ellos han decido con quien hablar y con quien no hacerlo, sus decisiones han respondido a sus deseos y necesidades no a lo que el país necesita. Por eso el diálogo es una engañifa.

3. En política (como en la guerra) no se puede dialogar con los matarifes que en cualquier oportunidad golpean a los trabajadores. El diálogo verdadero sólo puede fructificar entre iguales o, más correcto, entre fuerzas equilibradas. Los gobiernos y los empresarios hablan siempre demagógicamente de diálogo mientras preparan las armas y los tanques para reprimir a quienes protestan o hacen huelga. La clase dominante nunca ha sido sincera ni podrá serlo. Cualquier trabajador honrado o grupo social debe saberlo por experiencia de siglos. El colmo de los colmos fue el caso del dirigente de la APPO Flavio Sosa que cuando se dirigía a dialogar a la secretaría de Gobernación, por cita pactaba, fue apresado y encerrado en una cárcel de alta seguridad. Después de un año y dos meses, sin prueba de algún delito, aún lo tienen en chirona. En el diálogo no cuenta la razón ni las leyes; creer en ello es una bobada. Lo que cuenta es la amistad, el dinero, las armas o las masas.

4. Dialogar es hablar, razonar, analizar, argumentar, para llegar a acuerdos y resolver los problemas. Sólo se puede dialogar entre quienes tienen voluntad y son libres para tomar decisiones. Cuando se defienden intereses antagónicos o irreconciliables el diálogo es imposible. Cuando más se pueden tomar acuerdos transitorios de paz temporal para que las cosas no estallen, pero no se puede hablar de diálogo verdadero. AMLO no puede dialogar con quien le robó la Presidencia, sería realmente vergonzoso para él y su figura caería más. Tampoco los gobernadores y legisladores perredistas deberían de hacerlo, pero lo hacen, ya ven cómo es el poder de corruptor: dialogan en lo oscurito, en beneficio propio, usando cualquier argumento. El diálogo al que llaman Calderón y el españolito Camilo Mouriño, secretario de Gobernación, es sólo para los subordinados o para poderosos como Televisa, TV Azteca, el multimillonario Carlos Slim o el PRI.

5. El gobierno y los empresarios cuentan con toda la fuerza política, económica, militar, policíaca, de los medios de información y de la ideología dominante. Se valen de ella para imponer sus puntos de vista y los acuerdos en los llamados diálogos. Los que dicen dialogar con el presidente, en realidad, sólo consultan, piden permiso o entregan las nachas sin condiciones. He visto a periodistas e “intelectuales” en “diálogo amistoso” con el presidente en turno que nada tienen de diálogo; son simples actos de lambisconería y de vergonzosa sumisión ante el presidente. ¿Cómo pueden dialogar de igual a igual los campesinos de “el campo no aguanta más”, CNC, Unorca y demás, que no han podido unificar a otras organizaciones para paralizar el país e imponer sus demandas? Todos los funcionarios antes de “dialogar” se informan de la fuerza, la representatividad real y las posibilidades de los solicitantes. Nadie los engaña. El gobierno decide todo.

6. No ha habido nunca un político que asuma el poder y no ofrezca diálogo con todas las fuerzas de oposición, los partidos, los grupos, etcétera. Incluso muchos de esos políticos se han pasado las primeras 48 horas de su gobierno saludando de mano y beso, uno por uno, a decenas de miles de personas que quieren tocarlos. Pero después del lavamanos las cosas cambian radicalmente. Tampoco ha habido nunca un movimiento de protesta, una huelga, una lucha callejera o la integración de una guerrilla que haya surgido por simple locura o maldad sin antes solicitar entrevistas para dialogar, querer acuerdos con la autoridad o, por último, no haber concluido que nada se puede ante la cerrazón a escuchar demandas o peticiones. Ningún movimiento de oposición ha nacido de la noche a la mañana; todos han sido una respuesta a actitudes despóticas, represivas o negativas de las autoridades o los empresarios que durante meses o años no han querido dialogar.

7. Los trabajadores siempre perderán en cualquier diálogo cuando no han logrado unir sus fuerzas. ¿Qué hacer entonces? ¿No dialogar por ningún motivo? Cuando son situaciones de hecho, impuestas por las circunstancias, hay que dialogar pero buscando rodearse de la mayor fuerza y presión posibles. No hay que ceder derechos con el argumento de que “nos obligaron”. Salvar todo lo que se pueda, siempre esperando mejores coyunturas para negociar. El diálogo que ofrece el poder es siempre engañoso. Con esa política han querido hacerle trampa a la opinión pública y a los líderes ilusos. El argumento para demostrar que el diálogo que ofrecen Calderón y Mouriño es tramposo, es que ellos mismos dijeron que no es una oferta para todos, es sólo para sus incondicionales. No dialogarán con los opositores verdaderos, aunque si las fuerzas de éstos crecen tendrán que hacerlo por obligación.

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