· El académico de la FE de la UNAM, Carlos Cabrera, informó que México importa 35 por ciento de los comestibles básicos
· Mientras en 1995 se importaban nueve millones de toneladas de alimentos, el año pasado se compraron 19 millones, dijo
· Se han detectado 40 países en donde el desabasto y el alza generalizada de los precios pone en jaque la seguridad, advirtió el experto del IIEc, Emilio Romero
· La caída nacional del gasto para fomento agrícola en las últimas décadas ha sido dramática, al pasar del 3.2 por ciento del PIB en 1980, al 0.6 por ciento en 2006, señaló México podría enfrentar una situación de alto riesgo ante la escasez de alimentos que se empieza a registrar en el mundo, por su elevada dependencia del mercado internacional, advirtieron académicos de la UNAM.
El especialista de la Facultad de Economía (FE), Carlos Javier Cabrera Adame, informó que desde hace décadas el país se ha supeditado a los mercados externos, al importar alrededor del 35 por ciento de los comestibles básicos, es decir, más de un tercio.
De esa forma, añadió, el descenso en la inversión pública, la reducción del crédito, el desmantelamiento de las instituciones que fomentaban la actividad agrícola en materia de almacenamiento y la disminución de obras de infraestructura, han provocado la caída de la producción y el aumento de la dependencia alimentaria.
En materia de superficie cultivada, explicó, en 1990 se sembraban 14.3 millones de hectáreas en el territorio mexicano, pero el año pasado apenas se utilizó el 13 por ciento de esa extensión, lo que muestra la reducción del potencial agropecuario.
Además, agregó, mientras en 1995 México importaba nueve millones de toneladas de alimentos, el año pasado se compraron 19 millones. En valor monetario, las compras crecieron de dos mil 755 millones de dólares entre 1980 y 1982, a 14 mil 309 millones de 2004 a 2006.
La escasez que se registra en el planeta, expuso Cabrera, se debe al incremento de las necesidades de países como China e India, y por el aumento excesivo en la demanda de granos en Estados Unidos, para producir biocombustibles. Esta situación ha provocado una insuficiencia internacional y que los precios de los productos agrícolas se acrecienten de forma significativa.
Hoy día las reservas mundiales de los principales granos se encuentran en los niveles más bajos desde los 80, lo que explicó que la propia Organización de las Naciones Unidas convocara, a través de sus agencias, a foros para analizar la situación y buscar mecanismos que ayuden a mitigarla, refirió.
En ese sentido, el integrante del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc), Emilio Romero Polanco, consideró que el orbe vive un fenómeno inédito, se enfrenta a una crisis alimentaria global, que afecta en particular a los países pobres.
Se han detectado alrededor de 40 naciones en donde el desabasto y el alza generalizada de los precios de los elementos básicos pone en riesgo la seguridad. Por ello, si no se toman medidas, podrían provocar una hambruna, alertó.
Respecto al caso de México, Cabrera Adame subrayó que la crisis no es nueva, pues la dependencia ya tiene algunas décadas, por lo menos desde los años 80, aunque en realidad el descenso de la producción agrícola comenzó a mediados de los 60.
El coordinador del programa radiofónico Los Bienes Terrenales de la FE, detalló que la caída nacional del gasto en fomento agrícola en las últimas décadas ha sido dramática, al pasar del 3.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en 1980, al 0.6 por ciento en 2006.
Además, dijo, para que haya producción son necesarios apoyos crediticio, tecnológico y de fertilizantes, que actualmente han desparecido. El crédito privado al sector, por ejemplo, se redujo de 40 mil 170 millones de pesos en 1995 a 20 mil 142 millones en 2006; disminuyó casi 50 por ciento.
No obstante, acusó, en materia de crédito público la situación es aún más dramática, ya que mientras en 1995 se otorgó financiamiento por 15 mil 338 millones de pesos, en 2006 fue de 830 millones; apenas el 5.4 por ciento de los que se concedían 11 años atrás.
Por ello, afirmó que la crisis podría agudizarse, pues no es necesario que la población pelee por los productos, haya racionamientos o largas filas para comprarlos, lo que sería dramático, sino basta con advertir el deterioro en los niveles de vida.
Es una situación que se veía venir desde 2006, sentenció Cabrera, cuando se dio el acaparamiento del maíz, lo que propició el aumento en el precio de la tortilla. Eran señales claras de alarma y poco se ha hecho para fomentar la generación interna.
Algunos indicadores
El académico de la FE sostuvo que el año pasado el 35 por ciento de la oferta total de granos y oleaginosas en el país fue cubierta por las importaciones.
Por ejemplo, detalló, para el maíz –sobre todo amarillo–, en 1995 el 12.7 del consumo interno se satisfacía del exterior, y en 2007 fue el 24 por ciento. Empero, “el país es autosuficiente en grano blanco, que se utiliza para elaborar tortillas y para el consumo humano en general”.
En cuanto al frijol, México prácticamente ha sido autónomo; no obstante, en 1995, de la oferta total, el dos por ciento se solventaba con compras, y el año pasado alcanzó el seis. Es una proporción pequeña, pero se triplicó en ese periodo, especificó.
Para el caso del arroz, en 1995 el 51 por ciento del consumo nacional se adquiría de importaciones, y en 2007 ascendió al 70 por ciento; en trigo, fue de 29 por ciento en 1995 y de 56 el año pasado; en algodón se pasó de 20 por ciento en 1995 a 58 por ciento en 2007, y en soya las adquisiciones en el año anterior se ubicaron cerca del 97 por ciento, aclaró.
En México, expresó Romero, la seguridad alimentaria ya no puede descansar en la dependencia del exterior. Por ello, se debe reactivar el sector agroalimentario y fortalecer la producción campesina.
No obstante, abundó, no se debe olvidar que varios millones de mexicanos viven del autoconsumo, es decir, son agricultores que no cuentan con capacidad para vender en el mercado porque no generan excedentes.
En este complejo contexto de libre mercado y globalización, se plantea cómo reducir el sometimiento en granos básicos. Si bien se señala que los precios altos pueden estimular el mercado nacional, lo sería sólo para los grandes productores maiceros que cuentan con financiamiento y canales de comercialización, acotó.
De hecho, señaló, se estima que este año el país generará 1.5 millones de toneladas de maíz adicionales a las obtenidas en 2007. Sin embargo, no colocarán estos granos en el mercado interno, sino que los venderán para apoyar la generación de etanol.
Por ello, recalcó el investigador del IIEc, se deberán tomar medidas de emergencia para limitar las cuotas de exportación mientras no se abastezca el mercado nacional; establecer subsidios a los consumidores e, incluso, reeditar los tortibonos.
Es indispensable, opinó, no crear desabasto o alza de precios, porque empobrece a los sectores más vulnerables y genera inestabilidad social y política; no en balde la seguridad alimentaria es parte integral de la nacional.
La autosuficiencia es una meta, destacó Cabrera, un objetivo al que se debería aspirar, pero somos absolutamente dependientes del exterior. Ello se debe a que el Estado se ha desentendido de las obligaciones y compromisos con el crecimiento económico, y en este caso, en particular, con el fomento a la producción agropecuaria.
El especialista coincidió en la posibilidad de que los precios elevados del maíz incentiven a quienes cuentan con créditos y tecnología para exportar y eventualmente para el mercado nacional. Pero el 85 por ciento de los agricultores nacionales son minifundistas y difícilmente tienen las herramientas parta responder a esta oportunidad.
Con esta situación, advirtió, los alimentos se encarecerán para todos, se incrementará el índice inflacionario y los niveles de pobreza. El 24 por ciento de la población rural se encuentra en pobreza extrema, mientras que 54 por ciento vive en la llamada pobreza de patrimonio, pues perciben menos de mil 500 pesos al mes.
En el territorio nacional, prosiguió, cerca del 47 por ciento de la gente se encuentra en ese último estado, es decir, poco más de 50 millones de personas; en tanto que 18 por ciento está en situación extrema.
Todos los estudios y las consultorías internacionales señalan que el precio de los productos agrícolas continuará subiendo, comentó Cabrera. Además, hay un compromiso de Estados Unidos para que en 10 años produzca con biocombustibles el 30 por ciento de la gasolina que consume. Ello provocará un aumento en la demanda de maíz y escasez de alimentos en los próximos años. De hecho ya hay fuertes problemas en Asia y África.
“El panorama es preocupante en lo social y en lo económico; pone en riesgo la seguridad alimentaria del país. No se ven acciones claras y decididas para enfrentar esta situación, que puede agravarse”, resaltó.
Los países más vulnerables son los que no tienen petróleo ni alimentos, aseveró Romero. México es dependiente pero tiene hidrocarburos, que le ha permitido acumular reservas por 82 mil 500 millones de dólares, utilizables como palancas del desarrollo.
Pero también es necesario revisar el modelo económico, que no ha sido exitoso en materia de crecimiento, combate a la pobreza, generación de empleos y freno a la migración, y revalorar la importancia estratégica del campo mexicano, concluyó.
· Mientras en 1995 se importaban nueve millones de toneladas de alimentos, el año pasado se compraron 19 millones, dijo
· Se han detectado 40 países en donde el desabasto y el alza generalizada de los precios pone en jaque la seguridad, advirtió el experto del IIEc, Emilio Romero
· La caída nacional del gasto para fomento agrícola en las últimas décadas ha sido dramática, al pasar del 3.2 por ciento del PIB en 1980, al 0.6 por ciento en 2006, señaló México podría enfrentar una situación de alto riesgo ante la escasez de alimentos que se empieza a registrar en el mundo, por su elevada dependencia del mercado internacional, advirtieron académicos de la UNAM.
El especialista de la Facultad de Economía (FE), Carlos Javier Cabrera Adame, informó que desde hace décadas el país se ha supeditado a los mercados externos, al importar alrededor del 35 por ciento de los comestibles básicos, es decir, más de un tercio.
De esa forma, añadió, el descenso en la inversión pública, la reducción del crédito, el desmantelamiento de las instituciones que fomentaban la actividad agrícola en materia de almacenamiento y la disminución de obras de infraestructura, han provocado la caída de la producción y el aumento de la dependencia alimentaria.
En materia de superficie cultivada, explicó, en 1990 se sembraban 14.3 millones de hectáreas en el territorio mexicano, pero el año pasado apenas se utilizó el 13 por ciento de esa extensión, lo que muestra la reducción del potencial agropecuario.
Además, agregó, mientras en 1995 México importaba nueve millones de toneladas de alimentos, el año pasado se compraron 19 millones. En valor monetario, las compras crecieron de dos mil 755 millones de dólares entre 1980 y 1982, a 14 mil 309 millones de 2004 a 2006.
La escasez que se registra en el planeta, expuso Cabrera, se debe al incremento de las necesidades de países como China e India, y por el aumento excesivo en la demanda de granos en Estados Unidos, para producir biocombustibles. Esta situación ha provocado una insuficiencia internacional y que los precios de los productos agrícolas se acrecienten de forma significativa.
Hoy día las reservas mundiales de los principales granos se encuentran en los niveles más bajos desde los 80, lo que explicó que la propia Organización de las Naciones Unidas convocara, a través de sus agencias, a foros para analizar la situación y buscar mecanismos que ayuden a mitigarla, refirió.
En ese sentido, el integrante del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc), Emilio Romero Polanco, consideró que el orbe vive un fenómeno inédito, se enfrenta a una crisis alimentaria global, que afecta en particular a los países pobres.
Se han detectado alrededor de 40 naciones en donde el desabasto y el alza generalizada de los precios de los elementos básicos pone en riesgo la seguridad. Por ello, si no se toman medidas, podrían provocar una hambruna, alertó.
Respecto al caso de México, Cabrera Adame subrayó que la crisis no es nueva, pues la dependencia ya tiene algunas décadas, por lo menos desde los años 80, aunque en realidad el descenso de la producción agrícola comenzó a mediados de los 60.
El coordinador del programa radiofónico Los Bienes Terrenales de la FE, detalló que la caída nacional del gasto en fomento agrícola en las últimas décadas ha sido dramática, al pasar del 3.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en 1980, al 0.6 por ciento en 2006.
Además, dijo, para que haya producción son necesarios apoyos crediticio, tecnológico y de fertilizantes, que actualmente han desparecido. El crédito privado al sector, por ejemplo, se redujo de 40 mil 170 millones de pesos en 1995 a 20 mil 142 millones en 2006; disminuyó casi 50 por ciento.
No obstante, acusó, en materia de crédito público la situación es aún más dramática, ya que mientras en 1995 se otorgó financiamiento por 15 mil 338 millones de pesos, en 2006 fue de 830 millones; apenas el 5.4 por ciento de los que se concedían 11 años atrás.
Por ello, afirmó que la crisis podría agudizarse, pues no es necesario que la población pelee por los productos, haya racionamientos o largas filas para comprarlos, lo que sería dramático, sino basta con advertir el deterioro en los niveles de vida.
Es una situación que se veía venir desde 2006, sentenció Cabrera, cuando se dio el acaparamiento del maíz, lo que propició el aumento en el precio de la tortilla. Eran señales claras de alarma y poco se ha hecho para fomentar la generación interna.
Algunos indicadores
El académico de la FE sostuvo que el año pasado el 35 por ciento de la oferta total de granos y oleaginosas en el país fue cubierta por las importaciones.
Por ejemplo, detalló, para el maíz –sobre todo amarillo–, en 1995 el 12.7 del consumo interno se satisfacía del exterior, y en 2007 fue el 24 por ciento. Empero, “el país es autosuficiente en grano blanco, que se utiliza para elaborar tortillas y para el consumo humano en general”.
En cuanto al frijol, México prácticamente ha sido autónomo; no obstante, en 1995, de la oferta total, el dos por ciento se solventaba con compras, y el año pasado alcanzó el seis. Es una proporción pequeña, pero se triplicó en ese periodo, especificó.
Para el caso del arroz, en 1995 el 51 por ciento del consumo nacional se adquiría de importaciones, y en 2007 ascendió al 70 por ciento; en trigo, fue de 29 por ciento en 1995 y de 56 el año pasado; en algodón se pasó de 20 por ciento en 1995 a 58 por ciento en 2007, y en soya las adquisiciones en el año anterior se ubicaron cerca del 97 por ciento, aclaró.
En México, expresó Romero, la seguridad alimentaria ya no puede descansar en la dependencia del exterior. Por ello, se debe reactivar el sector agroalimentario y fortalecer la producción campesina.
No obstante, abundó, no se debe olvidar que varios millones de mexicanos viven del autoconsumo, es decir, son agricultores que no cuentan con capacidad para vender en el mercado porque no generan excedentes.
En este complejo contexto de libre mercado y globalización, se plantea cómo reducir el sometimiento en granos básicos. Si bien se señala que los precios altos pueden estimular el mercado nacional, lo sería sólo para los grandes productores maiceros que cuentan con financiamiento y canales de comercialización, acotó.
De hecho, señaló, se estima que este año el país generará 1.5 millones de toneladas de maíz adicionales a las obtenidas en 2007. Sin embargo, no colocarán estos granos en el mercado interno, sino que los venderán para apoyar la generación de etanol.
Por ello, recalcó el investigador del IIEc, se deberán tomar medidas de emergencia para limitar las cuotas de exportación mientras no se abastezca el mercado nacional; establecer subsidios a los consumidores e, incluso, reeditar los tortibonos.
Es indispensable, opinó, no crear desabasto o alza de precios, porque empobrece a los sectores más vulnerables y genera inestabilidad social y política; no en balde la seguridad alimentaria es parte integral de la nacional.
La autosuficiencia es una meta, destacó Cabrera, un objetivo al que se debería aspirar, pero somos absolutamente dependientes del exterior. Ello se debe a que el Estado se ha desentendido de las obligaciones y compromisos con el crecimiento económico, y en este caso, en particular, con el fomento a la producción agropecuaria.
El especialista coincidió en la posibilidad de que los precios elevados del maíz incentiven a quienes cuentan con créditos y tecnología para exportar y eventualmente para el mercado nacional. Pero el 85 por ciento de los agricultores nacionales son minifundistas y difícilmente tienen las herramientas parta responder a esta oportunidad.
Con esta situación, advirtió, los alimentos se encarecerán para todos, se incrementará el índice inflacionario y los niveles de pobreza. El 24 por ciento de la población rural se encuentra en pobreza extrema, mientras que 54 por ciento vive en la llamada pobreza de patrimonio, pues perciben menos de mil 500 pesos al mes.
En el territorio nacional, prosiguió, cerca del 47 por ciento de la gente se encuentra en ese último estado, es decir, poco más de 50 millones de personas; en tanto que 18 por ciento está en situación extrema.
Todos los estudios y las consultorías internacionales señalan que el precio de los productos agrícolas continuará subiendo, comentó Cabrera. Además, hay un compromiso de Estados Unidos para que en 10 años produzca con biocombustibles el 30 por ciento de la gasolina que consume. Ello provocará un aumento en la demanda de maíz y escasez de alimentos en los próximos años. De hecho ya hay fuertes problemas en Asia y África.
“El panorama es preocupante en lo social y en lo económico; pone en riesgo la seguridad alimentaria del país. No se ven acciones claras y decididas para enfrentar esta situación, que puede agravarse”, resaltó.
Los países más vulnerables son los que no tienen petróleo ni alimentos, aseveró Romero. México es dependiente pero tiene hidrocarburos, que le ha permitido acumular reservas por 82 mil 500 millones de dólares, utilizables como palancas del desarrollo.
Pero también es necesario revisar el modelo económico, que no ha sido exitoso en materia de crecimiento, combate a la pobreza, generación de empleos y freno a la migración, y revalorar la importancia estratégica del campo mexicano, concluyó.
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