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09 julio 2008

Juarez y Nueva York



A continuación se transcribe un fragmento de la platica impartida por Vicente Quirarte en Cooper Union a principios del año 2006 con motivo del Bicentenario del Natalicio del Benemérito de las Américas. Benito Juárez (1806-1872) fue Presidente de México en dos ocasiones (1861-63 y 1867-1872) y es considerado el forjador del México moderno. (Traduccion al castellano de el enmascarado en el exilio.)

Benito Juárez nunca estuvo en Nueva York, sin embargo durante su vida dejó sentir su presencia en la ciudad, siempre en defensa de la causa de la soberanía que le tocó presidir. Aquí, a las afueras del plantel de Cooper Union, si se desaparecieran los automóviles y los peatones que salen temprano por la mañana, muchas de las calles lucen exactamente igual que como lucían durante esos difíciles días entre 1864–1867 en que se convulsionaba México. Fue en estas calles donde varios ciudadanos mexicanos ilustres vivieron, defendiendo la causa de la Republica en contra de la Intervención Francesa y el llamado Imperio de Maximiliano de Habsburgo. Al pasar de las horas las calles se empiezan a llenar con el sonido del Español, hablado por decenas de Mexicanos que ahora forman una parte notable de la población de Nueva York, aunque hay que destacar que entre los años de 1864-1867 el Barrio del Sur-Este era ocupada mayoritariamente por Alemanes e Irlandeses.

Aunque los Estados-Unidos estaban en medio de la Guerra Civil, la ciudad de Nueva York era vista como un refugio seguro por los Liberales Mexicanos. Después de la caída de Puebla en manos Francesas, varios Republicanos pudieron escapar a lo que el mundo llamaba en ese entonces la Ciudad Imperial. Aquí establecieron el "Club Mexicano de Nueva York", formalmente fundado el 16 de octubre de 1864, bajo la presidencia de Benito Quijano. Después de su fallecimiento, Francisco Zarco tomo la presidencia. José Rivera y Río, uno de los miembros del Club, plasmó la generosidad de una ciudad que había recibido a multitud de exilados, muchos de los cuales hicieron raíces, “en reciprocidad Nueva York vió sus calles y teatros muy concurridos por ilustres exilados: la majestuosa recepción de Lafayette en 1824; el refugio brindado a Kossuth y los patriotas Húngaros de 1851, los Españoles en 1830, y Garibaldi y sus correligionarios, los Mexicanos que fueron desterrados o exiliados en 1864, seguido algunos meses después por los Polacos, y luego, finalmente por cualquier individuo que hubiera formado parte de alguna causa revolucionaria, para esperar mejores tiempos a las orillas del Río Hudson, cuya melancolía inspiraba nuestras mejores elegías."

La ciudad de Nueva York se convirtió gradualmente en el centro comercial mas importante de los Estados-Unidos, asimismo era la vitrina para mostrar los logros y el esplendor de una civilización materialista. Poco a poco los visitantes de Nueva York tenían que admitir que era aquí, también, donde se daban los grandes logros culturales. La famosa guía de viaje Appleton, que Guillermo Prieto utilizó en su exploración de Nueva York en 1877, aseveraba que Nueva York, junto con Londres y Paris, conformaban la trilogía de las grandes capitales del mundo.

La personalidad de los Mexicanos en exilio mas destacada era, por supuesto, Margarita Maza de Juárez. Cuando la Intervención Francesa tomó por la fuerza las ciudades estratégicas en México, el Gobierno de la Republica temía que la familia de Juárez, Presidente Constitucionalmente electo de México fuera secuestrada para forzarlo a desistir de su lucha de resistencia. Por lo tanto, decidieron que seria prudente enviar a la esposa y la familia de Juárez a los Estados-Unidos, particularmente a la Ciudad de Nueva York. El periodo que la familia de Juárez pasó en Nueva York se conmemora con una placa en a casa ahora marcada con el numero 208 de la Calle 13, en la parte Este del barrio llamado de Greenwich Village. Esta placa marca el sitio donde la familia de Juárez se domicilió desde su llegada en 1864 hasta 1866.

El barrio donde la familia de Juárez residió era congestionado y amigable a la vez en vista de que estaba habitado principalmente por Irlandeses que habían llegado en grandes números a raíz de la hambruna en Irlanda por la plaga de la cosecha de papa. Los Mexicanos que habitaban estas calles seguramente no se habían olvidado al valeroso papel del Batallón de San Patricio en la Guerra de Invasión de los Estados-Unidos. La familia de Juárez subsecuentemente se mudo a la calle 31 donde su hijo Pepe contrajo pulmonía y murió en diciembre de 1865. La correspondencia de Juárez con su esposa de ese tiempo contiene cartas que eran tanto estoicas y llenas de emocion. Una de las mas notables cartas es la que Juárez le dirige a Matías Romero en la que se refiere a los asuntos mas angustiosos de México antes de pasar a confesar la tristeza que sintió ante la perdida de su hijo.

El resplandor de Nueva York se acrecentaba por su auge económico. Entre las cartas mas notables de Margarita figura la que le envía a su esposo asegurándole que los reportes de que se había puesto joyas ostentosas para asistir a una recepción que ofreció en su honor el Secretario de Estado Mr. Seward, eran falsos: “Me gustaría clarificar que me puse los mismísimos aretes que me regalaste el Día de mi Santo.” En otra ocasión, en la Avenida Broadway, la Señora de Juárez, se encontró en otra situación, que relata Enrique M. de los Ríos en su libro: “Los Ilustres Liberales Mexicanos de la Época de la Reforma e Intervención”:

En Nueva York, una persona estaba leyendo con gran interés una nota en el Herald Tribune sobre la lucha de resistencia organizada por el Partido Liberal Mexicano en contra del llamado Imperio. Al ver a Doña Margarita y a su hija Manuela, y dándose cuenta de que eran Mexicanas, aunque no sabia precisamente de quien se trataba, le preguntó con emoción en un Español crudo: “¿Ustedes son Mexicanas, no? ¿Seguramente habrán tenido el honor de conocer a ese gran patriota, el Presidente Juárez?”

“Si, lo conocemos,” respondió Doña Margarita, modestamente manteniendo su identidad en secreto. El admirador de Juárez no tenia ni idea de que estaba hablando con la esposa del Reformador de México.

Si los edificios mantuvieran las huellas de los hechos históricos, si se mantuvieran en el departamento en donde vivió Margarita Maza, seria importante recordar que se requiere únicamente caminar cuatro cuadras para llegar a Astor Place y al Edificio de Cooper Union que fue construido en 1855. Este sólido edificio de cuatro pisos, objeto de varias litografías del siglo XIX, es uno de los primeros edificios en Nueva York construido con una estructura de acero. Es, por lo tanto, uno de los progenitores de los rascacielos. Desde sus comienzos Cooper Union fue fundado para enseñar artes liberales a estudiantes de escasos recursos. Su misión es parecida a la de las universidades publicas de México que tienden a impartir a todos educación laica y que en ese entonces eran condenadas por la Iglesia como centros de herejía y pecado.

Un momento decisivo en la vida de Benito Juárez se dio cuando ingresó a la Facultad de Artes y Ciencias que ahora es parte de la Universidad de Oaxaca en México. En el patio central de esa Universidad se encuentra una estatua del que fuera su mas distinguido alumno, su maestro y Rector. El paso de Juárez por esa Institución de aprendizaje lo transformó al convencerse de que la humanidad puede dominar su destino a través del pensamiento y la educación laica unicamente. Cuando llego el tiempo de educar a sus propios hijos, Juárez escribiría en una carta: “ Les ruego que no los pongan bajo la influencia de los Jesuitas o de ninguna otra secta religiosa, y que los enseñen a filosofar, es decir, que aprendan a investigar el “porque” de las cosas, o la razón, de modo que en su paso por el mundo tengan a la verdad cono guía en lugar de los errores y prejuicios que causan la infelicidad y degradación de los hombres y países.” (Véase, “Apuntes para mis hijos.”)

Cooper Union, este gran bastión liberal, se convirtió desde sus origenes en el lugar de reunión para los grupos marginados. “The American Equal Rights Association” fue creada alli mismo y fue entre sus paredes que Susan B. Anthony y Cady Stanton organizaron una convención para promover la defensa de los derechos de la mujer. Desde entonces Copper Union ha sido una formidable trinchera ideológica. A finales de 1864, el infatigable Matías Romero recibió noticias del inminente reconocimiento de Maximiliano por parte del Gobierno de Estados-Unidos a cambio de que Napoleón III reconociera asimismo a la Federación. Como respuesta a estas noticias se organizo de inmediato una asamblea que fue reportada por The New York Times el 20 de julio de 1865:

"La noche de ayer se celebró un mitin en Cooper Union con el fin de mostrar simpatías y respeto a los exiliados de la Republica de México que residen ahora en la ciudad. Un grupo de aproximadamente cien personas estuvieron presentes. El estrado estuvo decorado con los colores de la bandera Mexicana y la bandera de los Estados-Unidos."

En Francisco Zarco recayó la misión de pronunciar el discurso ante la comunidad Neoyorkina formulando los principios que sustentaba la causa de la Republica en México. Era el 19 de julio de 1865. Richmond se había rendido al Ejercito de la Unión el 3 de abril, doce días antes del asesinato de Lincoln. ¿Quien era este hombre, pequeño en estatura con un largo y poblado bigote, que defendía la causa Mexicana en perfecto Ingles, en un discurso que ejemplificaba un gran conocimiento de diplomacia, oratoria e historia? En 1847, cuando tenia 22 años de edad, cuando la Capital se había perdido a las Fuerzas Invasoras Norteamericanas y en su capacidad de Sub-Secretario de Relaciones Exteriores vivió en la Ciudad de Querétaro.

En esas fechas Zarco era considerado como una de las mas jóvenes promesas de escritores de su generación. Artículos sobre moda y episodios de la vida habitual -tan inconsecuentes como fueren—adquirían en su pluma una cualidad estética inimitable. Aun antes de Baudelaire, Zarco exploro el tema de la soledad del hombre en una multitud. Pero este joven escritor, que era un intelectual, curioso e insaciable, cambió la dirección de su pluma dada la gravedad de los sucesos en México. Es tanto sorprendente y admirable que en una ciudad tan intensa y dinámica como Nueva York, Zarco haya cerrado sus ojos al hombre literario que era y en su lugar se dedicó a ser un corresponsal de guerra, enviando artículos a varios estados de la Republica Mexicana y a otros países de Ibero América, encargado de reportar sobre el desarrollo de la Guerra Civil Norteamericana, cuyo desenlace era de capital importancia para la causa Mexicana. Un capitulo en la obra Juárez, His Work and His Time , se tituló: “Richmond and Sadawa.” El destino de México, y del mundo, se jugaba entre esas dos ciudades. Y los Liberales Mexicanos sabían como sacar ventaja de un triunfo de la derrota del Ejercito Confederado del Sur como de la victoria de Prusia sobre la Francia. Zarco, metódica y confiadamente reportaba el adelanto de los acontecimientos.

Un enemigo común a todos los Mexicanos era Antonio López de Santa Anna, quien llegó a Nueva York en 1866. En un discurso ardiente pero ambiguo, Santa Anna declaró que había llegado para servir a Juárez, quien había sido en el pasado su antagonista y prisionero, y para unirse a la lucha en contra de la Intervención Francesa. Con un cinismo que rayaba en ingenio, Juárez les informó a las autoridades Norteamericanas el 14 de mayo de 1866, de acuerdo con una comunicación enviada a través de Matías Romero: “Me aseguran que Santa Anna dice que no cuenta con recursos económicos propios por lo que si los Estados-Unidos estarían dispuestos a subvencionar sus expensas del viaje, el iria con gusto a México. También me aseguran que recibirá 50,000 pesos, el cual ese Gobierno nos ha prestado o prometido. El Club Mexicano en Nueva York reaccionó enérgicamente e hizo publicar un manifiesto en el que concluye: “ Los Republicanos de México nunca cometerán el irreparable error de deshonrar a su membresía al admitir entre sus filas a alguien que ha sido enemigo de la libertad y que ahora, abusando de su poder, pide limosna en nombre de México a cambio de un yugo.” Gracias a las firmas en los documentos es posible determinar quienes integraban el Club en esas fechas: Juan José Baz, Pantalcón Tovar, Felipe Berriozábal, Jesús González Ortega, Rafael de Zayas, y Epitacio Huerta.

Estos ilustres exiliados, cuyos nombres y acciones han sido estudiados, pertenecen a una clase política selecta que era tanto educada como resoluta. Estos correligionarios de Juárez fueron pocos, pero formaban parte esencial de la clase política Liberal de México. En los Estados-Unidos encontraron refugio, respeto y el apoyo que requerían para continuar con su lucha. El Secretario de Estado Norteamericano Mr. Seward tuvo el genio político de no prometer ni interferir en demasía en vista de la dificultad que los Estados-Unidos enfrentaban con su reconstrucción después de la victoria del Norte. Como dijo Zarco: “Los Estados-Unidos han hecho mas que suficiente al no otorgar su reconocimiento a la Monarquía que los invasores extranjeros intentaron imponer al pueblo Mexicano.”

Aun en los momentos mas críticos de la lucha Mexicana, los exiliados mexicanos en Nueva York tenían que ganarse la vida. Manuel Balbotin, por ejemplo, escribió una de las obras de literatura relacionadas con viajes mas singulares. Su librito, Winter, o A Day in the Month of January at 40 Degrees Latitude North, relata un dia en la vida de la Ciudad de Nueva York, desde el amanecer hasta el anochecer. Su carácter introspectivo, su agudo sentido de observación, y la metamórfosis de la ciudad en cada una de los actos del narrador, lo hace de acuerdo con Emmanuel Carballo, un precursor de la obra de James Joyce: “Ulises.” Curiosamente, Balbotin de joven, también fue soldado en las campanas contra el Invasor Norteamericano en 1846 y 1847. Balbotin escribió sobre esta época aciaga de México en su libro The American Invasion, aunque es el pequeño libro sobre la ciudad de Nueva York que constituye uno de los mejores retratos de la ciudad en la segunda parte del Siglo XIX.

Por Vicente Quirarte. Doctor en Literatura Mexicana por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, también ha sido director del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, se ha desempeñado como dramaturgo y académico de la lengua. Es autor, entre otros, de dos libros de cuentos entre los que destacan El amor que destruye lo que inventa e Historias de la historia, entre sus obra poética, Vencer a la blancura, Puerta del verano y El ángel es vampiro.

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