* El investigador del IIEc de la UNAM, Alonso Aguilar Ibarra, señaló que cada vez se altera más su condición, lo que la vuelve inservible
* Los subsidios aplicados al consumo del vital líquido provocan que la sociedad no perciba la escasez, pues aminoran artificialmente el precio real, aclaró
* Carecer de referentes claros y definidos sobre su importancia, acarrea problemas ambientales y colectivos, subrayó
El agua tiene un valor no sólo monetario, sino también ecológico, social y cultural, que debía reflejarse en su coste, aunque en México los subsidios aplicados a su consumo provocan que la sociedad no perciba la escasez, pues aminoran artificialmente el precio real, señaló el integrante del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM, Alonso Aguilar Ibarra.
No reconocerla como un bien escaso ha llevado a la degradación generalizada de los recursos hídricos, pero además, a carecer de referentes claros y definidos sobre su importancia, lo que propicia problemas ambientales y colectivos, añadió en entrevista.
Esa condición ha provocado que si bien algunas zonas del Distrito Federal cuentan con cantidades de suministro suficiente, se trata de un líquido alterado por sustancias que la vuelven inservible, apuntó.
De acuerdo con las Estadísticas del agua en México 2007, editada por la Comisión Nacional del Agua (CNA), el país se divide en dos áreas: la zona norte, centro y noroeste, donde se concentra el 77 por ciento de la población, se genera el 87 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), pero sólo ocurre el 31 por ciento del agua renovable, y la zona sur y sureste, donde habita el 23 por ciento de la gente y se genera el 13 por ciento del PIB y el 69 por ciento del líquido renovable.
Asimismo, menciona el documento, la nación se divide en 718 cuencas hidrográficas, agrupadas en 37 regiones hidrológicas que, a su vez, se dividen en las 13 regiones hidrológico-administrativas. Esta definición data de los años sesenta por la entonces dirección de Hidrología de la Secretaría de Recursos Hidráulicos.
En lo concerniente a las aguas subterráneas, el territorio posee 653 acuíferos o unidades hidrogeológicas. México recibe del orden de 1.51 billones de metros cúbicos de agua como precipitación; de ella, el 72.5 por ciento se evapotranspira y regresa a la atmósfera, el 25.6 por ciento escurre por los ríos o arroyos y el resto se infiltra al subsuelo y recarga los acuíferos, de forma que anualmente el país cuenta con 465 mil millones de metros cúbicos de agua dulce renovable, que se denomina disponibilidad natural media.
El experto indicó que si los acuíferos se degradan disminuye su oferta y la calidad, pues lo inutiliza para el consumo humano y sólo es apta para el riego. Por ello, son indispensables las plantas de tratamiento. En este sentido, los habitantes de la capital producen gran cantidad de desechos, muy difíciles de procesar por su volumen.
La perturbación puede presentarse por tres causas: por derrames eventuales y de manera puntual o difusa. Las consecuencias son diversas, dependiendo de la estructura de los ecosistemas y de las comunidades ecológicas, y además, pueden variar según la escala espacial y temporal, explicó.
“Los accidentes pueden provocar contaminación aguda, que implican perturbaciones momentáneas y locales, así como graves impactos en el corto y mediano plazos”. Se deben a fallas en los sistemas de control en los puntos de descarga, a fugas o, incluso, a descargas deliberadas de residuos industriales, domésticos o agrícolas, refirió.
Los mayores riesgos, detacó, radican en la pérdida de biodiversidad acuática y en la disminución de oportunidades para la pesca deportiva y para la acuicultura de agua dulce en lagos y embalses.
Además, precisó que la calidad del agua depende para qué se use, pues el agricultor le da una utilidad, la industria otra para sus procesos, y la producción de alimentos también la emplea de manera específica.
Aguilar Ibarra mencionó que hay una diferencia entre reuso y reciclado. El primero se refiere al empleo de líquido que alguien más ha utilizado y que ha vertido en la naturaleza, mientras que en el otro se redestina el volumen por el mismo agente antes de su descarga al medio.
De igual forma, Alonso Aguilar –quien cuenta con una maestría en Economía Pesquera por la Universidad de Portsmouth, Reino Unido, y el doctorado en Ciencias Agronómicas por el Instituto Politécnico de Toulouse, Francia–, recordó que la CNA, a través de la Red Nacional de Monitoreo (RNM), realiza la medición sistemática de la calidad del recurso hídrico, en los principales cuerpos acuíferos del país.
El objetivo principal, señaló, es generar criterios y lineamientos para la planeación y operación de las actividades de revisión, la medición de las variables y la integración de los datos actualizados y confiables, que permitan analizar y evaluar si es viable para los humanos.
* Los subsidios aplicados al consumo del vital líquido provocan que la sociedad no perciba la escasez, pues aminoran artificialmente el precio real, aclaró
* Carecer de referentes claros y definidos sobre su importancia, acarrea problemas ambientales y colectivos, subrayó
El agua tiene un valor no sólo monetario, sino también ecológico, social y cultural, que debía reflejarse en su coste, aunque en México los subsidios aplicados a su consumo provocan que la sociedad no perciba la escasez, pues aminoran artificialmente el precio real, señaló el integrante del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM, Alonso Aguilar Ibarra.
No reconocerla como un bien escaso ha llevado a la degradación generalizada de los recursos hídricos, pero además, a carecer de referentes claros y definidos sobre su importancia, lo que propicia problemas ambientales y colectivos, añadió en entrevista.
Esa condición ha provocado que si bien algunas zonas del Distrito Federal cuentan con cantidades de suministro suficiente, se trata de un líquido alterado por sustancias que la vuelven inservible, apuntó.
De acuerdo con las Estadísticas del agua en México 2007, editada por la Comisión Nacional del Agua (CNA), el país se divide en dos áreas: la zona norte, centro y noroeste, donde se concentra el 77 por ciento de la población, se genera el 87 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), pero sólo ocurre el 31 por ciento del agua renovable, y la zona sur y sureste, donde habita el 23 por ciento de la gente y se genera el 13 por ciento del PIB y el 69 por ciento del líquido renovable.
Asimismo, menciona el documento, la nación se divide en 718 cuencas hidrográficas, agrupadas en 37 regiones hidrológicas que, a su vez, se dividen en las 13 regiones hidrológico-administrativas. Esta definición data de los años sesenta por la entonces dirección de Hidrología de la Secretaría de Recursos Hidráulicos.
En lo concerniente a las aguas subterráneas, el territorio posee 653 acuíferos o unidades hidrogeológicas. México recibe del orden de 1.51 billones de metros cúbicos de agua como precipitación; de ella, el 72.5 por ciento se evapotranspira y regresa a la atmósfera, el 25.6 por ciento escurre por los ríos o arroyos y el resto se infiltra al subsuelo y recarga los acuíferos, de forma que anualmente el país cuenta con 465 mil millones de metros cúbicos de agua dulce renovable, que se denomina disponibilidad natural media.
El experto indicó que si los acuíferos se degradan disminuye su oferta y la calidad, pues lo inutiliza para el consumo humano y sólo es apta para el riego. Por ello, son indispensables las plantas de tratamiento. En este sentido, los habitantes de la capital producen gran cantidad de desechos, muy difíciles de procesar por su volumen.
La perturbación puede presentarse por tres causas: por derrames eventuales y de manera puntual o difusa. Las consecuencias son diversas, dependiendo de la estructura de los ecosistemas y de las comunidades ecológicas, y además, pueden variar según la escala espacial y temporal, explicó.
“Los accidentes pueden provocar contaminación aguda, que implican perturbaciones momentáneas y locales, así como graves impactos en el corto y mediano plazos”. Se deben a fallas en los sistemas de control en los puntos de descarga, a fugas o, incluso, a descargas deliberadas de residuos industriales, domésticos o agrícolas, refirió.
Los mayores riesgos, detacó, radican en la pérdida de biodiversidad acuática y en la disminución de oportunidades para la pesca deportiva y para la acuicultura de agua dulce en lagos y embalses.
Además, precisó que la calidad del agua depende para qué se use, pues el agricultor le da una utilidad, la industria otra para sus procesos, y la producción de alimentos también la emplea de manera específica.
Aguilar Ibarra mencionó que hay una diferencia entre reuso y reciclado. El primero se refiere al empleo de líquido que alguien más ha utilizado y que ha vertido en la naturaleza, mientras que en el otro se redestina el volumen por el mismo agente antes de su descarga al medio.
De igual forma, Alonso Aguilar –quien cuenta con una maestría en Economía Pesquera por la Universidad de Portsmouth, Reino Unido, y el doctorado en Ciencias Agronómicas por el Instituto Politécnico de Toulouse, Francia–, recordó que la CNA, a través de la Red Nacional de Monitoreo (RNM), realiza la medición sistemática de la calidad del recurso hídrico, en los principales cuerpos acuíferos del país.
El objetivo principal, señaló, es generar criterios y lineamientos para la planeación y operación de las actividades de revisión, la medición de las variables y la integración de los datos actualizados y confiables, que permitan analizar y evaluar si es viable para los humanos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario