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21 abril 2007

Casi el paraíso

La corrupción en México, mis valedores. Qué lacra semejante, afirma Giovanni Sartori, es uno de los males endémicos del sistema político mexicano. Acabar con esa corrupción es uno de los más grandes pendientes que tiene el país.

Pero un momento, que yo pregunto al investigador italiano hoy de visita en México: de semejante corrupción, ¿quién es el culpable? ¿El mexicano, sus políticos? No, que el culpable directo, según la mitología apócrifa, es Zeus, el dios de los dioses olímpicos de la antigua Grecia. El apócrifo:

Caco, el ladrón de ladrones. Mírenlo ahí, en los estertores de muerte Contémplenlo todos en su agonía. Véanlo ahí, su corpachón estremecido en estertores y espasmos. Hefesto, su padre, entre lágrimas:

- Hijo mío, resiste, no te me mueras…

En el filo del estertor, Caco, se cimbra de escalofríos y mortales espasmos. La cueva el monte Aventino multiplica en ecos la agonía del ladrón mitológico. Hefesto alza el puño, maldice, impreca al heridor, que se aleja leguas adelante en la mitológica geografía:

“¡Heracles, asesino de mi Caco bienamado, maldito seas..!”

Sí, asesino, pero la culpa fue del propio ladrón, artífice que fue de su fin violento, y todo por sus malas artes y sus mañas de ladrón. Pero voy al principio. Todo comenzó cuando Hércules-Heracles arreaba una partida de reses que él mismo le había hurtado a Geríón, su legítimo dueño. Heracles llevó a cabo el hurto para cumplimentar el décimo trabajo de los que le había impuesto Euristeo, medio hermano del héroe, como condición para devolverle el trono que le pertenecía por derecho. La esperanza del hermano incómodo: que el hazañoso muriera en la empresa.

Y fue así como Heracles tuvo que librar innumerables peligros y abrirse paso matando asaltantes y demás fieras, como también al propio dueño de los ganados, el monstruo Geríón, tres cabezas y tres cuerpos unidos por la cintura. De esos tamaños era el hazañoso al que ahora Caco se atrevía a robarle unas reses que eran “de color encarnado y una belleza maravillosa…”

La noche aquella sesteaba Heracles cuando Caco el ladrón, saliendo de su guarida, le hurtó algunas de aquellas reses y, como forma de confundir al héroe, el perito en asuntos de malas artes tomó los animales por la cola y se los llevó en reversa, de modo tal que las huellas de las pezuñas parecían acercarse, cuando, en realidad, se alejaban. Ingenioso.

Y fue así como Heracles, al despertar, con desatino buscaba sus reses al tiempo que Caco, ladrón de ladrones, desde la cueva donde había ocultado el hurto gozaba el placer de haber consumado un robo más en su carrera de predador. Pero el delito no paga, dijo el que dijo, y fue así como uno de los toretes encerrados en la caverna intentó propasarse con cierta vaquilla chapada a la antigua “¡Quieto ahí, güey!” El retobo de la ofendida lo captó Heracles. “¡Caco, te voy a hacer femenino!”

En fin. Ya el héroe se aleja con su hato completo, mientras que en la caverna del Aventino Caco clamaba por su padre inmortal, este Hefesto que ahora, a su lado, sufre en su alma la agonía que la de su bienamado le causa

- Animo, trata de sobrevivir. ¡Valimiento y socorro, dioses! ¡Padre Zeus, ven en auxilio de mi hijo! ¡Sálvamelo!

El padre de los dioses acudió al llamado, pero tarde ya que la Parca había ya marcado la suerte de Caco, el ladrón de ladrones.

- Resucitarlo, eso me está vedado, pero a modo de consuelo pídeme una gracia cualquiera, y te será concedida

Suprema ironía Hefesto sólo deseaba sobrevivir en su hijo; prolongarse en él, pero esa esperanza yacía sobre el suelo rocoso de aquella cueva del monte Aventino. Y qué hacer. Contemplen a Hefesto, mírenlo gimotear. ‘Pero aún existe una forma de que tu deseo de descendencia pueda cumplirse, sólo que para hacerlo realidad habremos de viajar al otro lado del mundo. Vamos, Hefesto“.

Los tres. En espíritu. Ahí vuelan por el éter los mitológicos; ahí surcan los aires con vuelo veloz. ‘Verás que pronto encontraremos una mortal en cuyo vientre de virgen tu Caco, ladrón de ladrones, bandido de bandidos y ratero de raterazos, engendre post-mortem un descendiente, y así tu progenie logre sobrevivir”.

Y ocurrió que a deshoras de la noche cierta meshica, al ir por agua al estanque, hasta el cántaro rompió; le rompieron. “No te asustes, mujer (Zeus, al oído). Alégrate, que en tu vientre albergas la simiente de un ser mitológico. Tú y Caco seréis los padres de toda una ralea de políticos cimarrones de todo signo y color”. Y así hasta hoy. Que Sartori se entere. (Es México.)

Fuente: El Valedor

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