El poeta Nezahualcóyotl, noveno rey de Acolhuacán y de Texcoco (1402-1470) escribió en lengua náhuatl este poema y este cantar.
¿Por qué razón, poderosa, no aprendemos de lo nuestro?
Hay una manera de no desaparecer del todo, para ello es necesario que mientras tengamos vida hagamos cosas perdurables. De qué nos sirve la acumulación de bienes materiales a costa del sufrimiento de nuestros semejantes. Por qué privilegiamos un bienestar ficticio si para obtenerlo pasamos por encima de los demás. Cómo podemos fincar nuestra felicidad sobre el sufrimiento ajeno. Por qué suplimos enseñanzas de vida por enseñanzas de muerte.
Aquí están este poema y este cantar para recordarnos que somos materia y tiempo definidos, pero también para enseñarnos que podemos trascender, como el mismo Nezahualcóyotl, si alcanzamos un estado espiritual.
Aquí están los poderosos dando los peores ejemplos de vida, atesorando riquezas y burlándose de quienes buscan el bien común. Aquí están los que atemorizan al pueblo; mintiéndole, arrebatándole la esperanza de una vida digna. Aquí están sus aliados avalando conductas retrogradas. Aquí están sus medios para disfrazar la traición.
Nada nos vamos a llevar cuando termine nuestra existencia material.
El recuerdo de cada uno de nuestros actos será el ejemplo y la herencia de los hijos que decimos amar. Podemos mentir y traicionar por mucho tiempo, pero recordemos que el juicio de la historia es tan implacable como la verdad.
Patricia Romana.
POEMA.
Percibo lo secreto
¡Oh vosotros señores!
Así somos,
somos mortales,
de cuatro en cuatro nosotros los hombres
todos habremos de morir en la Tierra…
Como una pintura
nos iremos borrando.
Como una flor
nos iremos secando
aquí sobre la tierra.
Como vestidura de plumaje de ave zacuán,
de la preciosa ave de cuello de hule,
nos iremos acabando…
Meditadlo señores,
águilas y tigres,
aunque fuerais de jade,
aunque fuerais de oro
también allá iréis,
al lugar de los descarnados.
Tendremos que perecer,
nadie habrá de quedar.
CANTAR.
Estoy embriagado, lloro, me aflijo,
pienso, digo, en mi interior lo encuentro:
si yo nunca muriera,
si nunca desapareciera.
Allá donde no hay muerte,
allá donde ella es conquistada
que allá vaya yo.
Si yo nunca muriera,
si yo nunca desapareciera.
Percibo lo secreto
¡Oh vosotros señores!
Así somos,
somos mortales,
de cuatro en cuatro nosotros los hombres
todos habremos de morir en la Tierra…
Como una pintura
nos iremos borrando.
Como una flor
nos iremos secando
aquí sobre la tierra.
Como vestidura de plumaje de ave zacuán,
de la preciosa ave de cuello de hule,
nos iremos acabando…
Meditadlo señores,
águilas y tigres,
aunque fuerais de jade,
aunque fuerais de oro
también allá iréis,
al lugar de los descarnados.
Tendremos que perecer,
nadie habrá de quedar.
CANTAR.
Estoy embriagado, lloro, me aflijo,
pienso, digo, en mi interior lo encuentro:
si yo nunca muriera,
si nunca desapareciera.
Allá donde no hay muerte,
allá donde ella es conquistada
que allá vaya yo.
Si yo nunca muriera,
si yo nunca desapareciera.
¿Por qué razón, poderosa, no aprendemos de lo nuestro?
Hay una manera de no desaparecer del todo, para ello es necesario que mientras tengamos vida hagamos cosas perdurables. De qué nos sirve la acumulación de bienes materiales a costa del sufrimiento de nuestros semejantes. Por qué privilegiamos un bienestar ficticio si para obtenerlo pasamos por encima de los demás. Cómo podemos fincar nuestra felicidad sobre el sufrimiento ajeno. Por qué suplimos enseñanzas de vida por enseñanzas de muerte.
Aquí están este poema y este cantar para recordarnos que somos materia y tiempo definidos, pero también para enseñarnos que podemos trascender, como el mismo Nezahualcóyotl, si alcanzamos un estado espiritual.
Aquí están los poderosos dando los peores ejemplos de vida, atesorando riquezas y burlándose de quienes buscan el bien común. Aquí están los que atemorizan al pueblo; mintiéndole, arrebatándole la esperanza de una vida digna. Aquí están sus aliados avalando conductas retrogradas. Aquí están sus medios para disfrazar la traición.
Nada nos vamos a llevar cuando termine nuestra existencia material.
El recuerdo de cada uno de nuestros actos será el ejemplo y la herencia de los hijos que decimos amar. Podemos mentir y traicionar por mucho tiempo, pero recordemos que el juicio de la historia es tan implacable como la verdad.
Patricia Romana.
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