La función de los partidos políticos se ha ido diluyendo en cierto sentido, su institucionalidad e ideología que sustentaba su presencia en el Estado, cada vez va teniendo un carácter menos claro. Pensemos en una de sus labores principales, la formación de las generaciones de políticos, educados en la defensa de sus causas.
Si hacemos un análisis claro de lo que ha venido sucediendo en las ultimas décadas, podemos observar cómo se ha perdido gran parte de lo que significaba la institucionalidad partidaria en manos de los intereses sectarios y las contingencias personales; los ideales profundos, las convicciones y la formación de base y escalada, sin duda, se han ido perdiendo.
Mucho de ello se debe a que el enlace entre los partidos y la ciudadanía, los candidatos, no pertenecen, y por tanto, no valoran, ese sentido institucional que ha dado vida a los partidos. De convicciones individuales y proyectos centrados en sectores muy específicos, sin que por ello dejen de ser válidos, los candidatos han ido dejando de lado el trabajo de conjunto, que se construía en la vida del partido.
Esta pérdida de sentido en la vida de los partidos, ha ido plagando de vicios su institucionalidad y su relación con la sociedad, a un punto que han empezado a generar crisis internas, en todos los niveles. En esta reflexión no podemos ignorar el momento que está viviendo el Partido de la Revolución Democrática en nuestra entidad, de cara al proceso electoral de este año.
El proceso interno que vivimos en este partido para la definición de nuestros candidatos a puestos de elección popular, puso de manifiesto una crisis en la toma de decisiones y los procedimientos internos, pues se han privilegiado intereses de grupos, perdiendo la visión de partido y la voluntad mayoritaria.
Poco tiene que ver esta reflexión con el proceso personal que hemos vivido, pues es una situación que se ha repetido en el caso de muchos compañeros con aspiraciones legítimas. Lo cierto es que la representación perredista para estas elecciones dejará mucho que desear respecto de la transparencia y verdadera legitimidad, pues muchas veces la legalidad no lleva implícita la ética política.
Buscar la legitimidad a través de parapetos de legalidad es un fuerte dilema de nuestro sistema político actual, pues se ha dejado de lado el valor de la legitimidad política, la representación de valores y proyectos que van más allá de consideraciones personales, que hablan de la necesidad de proyectos que pongan sobre la mesa la voluntad mayoritaria.
Sin embargo, a pesar de los yerros que se han cometido, los proyectos van más allá de las trayectorias personales, se levantan con la voluntad y el trabajo de grupos consolidados, que a través de la defensa de la verdadera institucionalidad, llegarán a guiar la voluntad de nuestro partido, pues las propuestas tienen una vida propia, que seguirá su camino, el que dicten las necesidades ciudadanas.
Fuente: Edna Lorena Fuerte, Cd. Juárez, Chihuahua, México.
Si hacemos un análisis claro de lo que ha venido sucediendo en las ultimas décadas, podemos observar cómo se ha perdido gran parte de lo que significaba la institucionalidad partidaria en manos de los intereses sectarios y las contingencias personales; los ideales profundos, las convicciones y la formación de base y escalada, sin duda, se han ido perdiendo.
Mucho de ello se debe a que el enlace entre los partidos y la ciudadanía, los candidatos, no pertenecen, y por tanto, no valoran, ese sentido institucional que ha dado vida a los partidos. De convicciones individuales y proyectos centrados en sectores muy específicos, sin que por ello dejen de ser válidos, los candidatos han ido dejando de lado el trabajo de conjunto, que se construía en la vida del partido.
Esta pérdida de sentido en la vida de los partidos, ha ido plagando de vicios su institucionalidad y su relación con la sociedad, a un punto que han empezado a generar crisis internas, en todos los niveles. En esta reflexión no podemos ignorar el momento que está viviendo el Partido de la Revolución Democrática en nuestra entidad, de cara al proceso electoral de este año.
El proceso interno que vivimos en este partido para la definición de nuestros candidatos a puestos de elección popular, puso de manifiesto una crisis en la toma de decisiones y los procedimientos internos, pues se han privilegiado intereses de grupos, perdiendo la visión de partido y la voluntad mayoritaria.
Poco tiene que ver esta reflexión con el proceso personal que hemos vivido, pues es una situación que se ha repetido en el caso de muchos compañeros con aspiraciones legítimas. Lo cierto es que la representación perredista para estas elecciones dejará mucho que desear respecto de la transparencia y verdadera legitimidad, pues muchas veces la legalidad no lleva implícita la ética política.
Buscar la legitimidad a través de parapetos de legalidad es un fuerte dilema de nuestro sistema político actual, pues se ha dejado de lado el valor de la legitimidad política, la representación de valores y proyectos que van más allá de consideraciones personales, que hablan de la necesidad de proyectos que pongan sobre la mesa la voluntad mayoritaria.
Sin embargo, a pesar de los yerros que se han cometido, los proyectos van más allá de las trayectorias personales, se levantan con la voluntad y el trabajo de grupos consolidados, que a través de la defensa de la verdadera institucionalidad, llegarán a guiar la voluntad de nuestro partido, pues las propuestas tienen una vida propia, que seguirá su camino, el que dicten las necesidades ciudadanas.
Fuente: Edna Lorena Fuerte, Cd. Juárez, Chihuahua, México.
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