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13 octubre 2007

Metrobús en Reforma, sí


Por: Julio Pomar

Este periodista cuya columna Ud. lee, nació en la ciudad de México, ha vivido y trabajado aquí -salvo pequeños periodos de meses o años en los estados- y factiblemente aquí se mantendrá hasta el final. Comparto las alegrías y las comodidades que dan el ser capitalino o defeño, pero también las molestias y las limitaciones que eso mismo acarrea. Viajante de automóvil durante décadas, he decidido ya no manejar, sino transportarme a pie, en Metro, en autobuses y en trolebuses, en taxis para recorridos cortos, lo cual me ha dado ventajas innumerables -reducción del estrés, entre otras- sobre los que manejan auto, pese a que me he sumado a las aglomeraciones de los que utilizan el transporte público, pero con saldos positivos para mi “transeuntismo”. En rigor, sólo he tenido que ajustar mis tiempos de desplazamiento con mayor precisión y holgura, que resultan menores, siempre, que cuando me transporto en coche, en la medida que los puedo calcular mejor que antes. Además, camino mucho más que antes y eso es saludable.

Cuando se inauguró el Metrobús de Insurgentes, me di a la tarea de ensayar, en un día hábil que tuve libre, los tiempos que hacía desde un punto extremo hasta el otro (desde Indios Verdes hasta la CU), que comparé con los tiempos que en microbús y auto hacía antes, ya que era una ruta que frecuentemente tenía que transitar. El beneficio en tiempo del Metrobús fue excelente: sólo un tercio de tiempo del que hacía por cualquier otro medio y con comodidad mucho mayor pese a la aglomeración en los carros del nuevo sistema de transporte.

Crecí a un lado del Paseo de la Reforma, esa bellísima vía, cargada de historia, orgullo de todo capitalino. Así que cuando se ventiló la idea de instalar un Metrobús en Paseo de la Reforma, vía que sigo transitando con frecuencia, me adherí de inmediato a ella. Las críticas que se hicieron a esta idea no fueron serias ni fundadas. Sólo estaban teñidas de oposición ramplona y rabiosa a un gobernante -López Obrador- que no fue un perfecto gobernante del DF, pero sí ha sido el mejor que la ciudad de México haya tenido en las últimas décadas, sin comparación. Le dijeron los opuestos a él lindezas como que quería “abaratar” esta gran vía capitalina, como si ahora, en el caos de los microbuses, autobuses y taxis, fuese un verdadero ejemplo de eficacia o distinción. Los microbuses, para los viandantes y pasajeros, son una plaga por hoy inevitable, un mal necesario. Sin ellos Reforma estaría vedada a los que no tienen auto. Pero son una plaga. Los pasajeros son tratados como viles bultos por la arrogancia ignara de los choferes. Aceleran y frenan, dan tumbos y maltratan a los pasajeros, como siempre con las verificables excepciones. Ensordecen con sus músicas a los pasajeros. La estrechez de los microbuses es indigna.

Por ello sigo sumado a la idea de que el Paseo de la Reforma debe tener su Metrobús. En casi nada afectará el tráfico en esa rúa, sino que lo beneficiará, y sobre todo, favorecerá a los que se transporten en él. Es de suponer, como en el caso de Insurgentes, que los tiempos de desplazamiento sean menores que actualmente. Sólo es cosa de viajar hoy mismo por Insurgentes en auto y en Metrobús y compararlos, pese a que la circulación de autos ha ganado prontitud con la ausencia de microbuses y combis “peseras”.

Un buen transporte público es parte de una política social real, tan importante como crear escuelas, atender el drenaje profundo y no profundo, cuidar del medio ambiente, administrar bien la basura, etc. Hay ya planes para construir metrobuses en otras trayectorias de la gran ciudad, paralelas y transversales a Insurgentes. No se ve, en rigor, por qué Reforma no debe tener el suyo, que no la afeará sino, por el contrario, la ornamentará. Ese es mi voto particular, si de algo vale.

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