SERÍA UN INCONGRUENTE si nada más por medio de Revoluciones les estuviera haciendo una propuesta tras otra, sin asumir yo tales propuestas y vivirlas para poner el ejemplo. El punto abordado desde noviembre del año pasado debió poner toda nuestra atención en la familia. No lo voy a negar, el poner énfasis en el tema familiar es algo que ha estado sacudiendo muchas conciencias pero con sacudirlas no basta, ahora hay que actuar concretamente para rescatar cada uno de nosotros a nuestras respectivas familias.
Los mexicanos no podemos pedir que el gobierno sea distinto y que las cosas funcionen mejor en la economía, en la política, en la religión, etc., sin valorar primero a la institución madre y base de toda sociedad humana: sí, me refiero a la familia. Damas y caballeros no nos hagamos los que no sabemos o los que no entendemos, no podemos gastar nuestro capital humano, moral y espiritual en una lucha cuyo objetivo es renovar a México, pero que se olvida de la familia a la hora de definir sus metas. No es concebible luchar haciendo a un lado a la familia, tenemos que apostar todo primeramente por nuestra persona, cambiar “yo” para poder exigir un cambio en los demás y también, una vez cambiando “yo”, ocuparme de mi primer círculo de convivencia ¿cuál es? Pues la familia...
Vuelvo a insistir: los problemas macro, como pueden ser el privatizar o no el petróleo, el asunto del poder adquisitivo de la gente, la seguridad, el narcotráfico, la violencia en las calles, la corrupción y todos esos asuntos que nos dan dolores de cabeza diariamente, todos esos conflictos no pueden ser atendidos, ni resueltos de manera contundente sino viene el remedio desde la base de la sociedad que es la familia. Echando mano de la lógica elemental estimados amigos lectores, mirando bien a nuestro alrededor, démonos cuenta de que el sistema dominante lo que hoy hace con mayor frecuencia es meter antivalores que depreden a la familia, que denigren la figura paterna y materna y se genere así un caos social, de hecho dicho caos lo vivimos desde hace varias décadas sin que nos interesemos específicamente por la familia.
La democracia no empieza cuando te expiden la credencial para ir a votar y nada más, tampoco se limita a que milites o participes en un partido político, o el que tengas una gran ideología para gobernar al país o una comunidad. Esas cosas son solo complementos, probables derivados de una práctica democrática que debe comenzar en el hogar. La democracia debe vivirse, respirarse desde el interior del hogar y extenderse de ese modo a nuestros demás círculos de convivencia como lo son el trabajo, la escuela, las comunidades religiosas, etc. Cuando no pasa eso sino lo contrario, que la democracia es lo que menos hay en casa entonces debemos preocuparnos pues hay una gran posibilidad de que la democracia que se pregona en los medios, la que sustenta a las instituciones, no sea otra cosa sino un mero régimen simulador o sí una democracia, pero insipiente y destinada al fracaso.
No pienso imponer mi perspectiva sobre la democracia, sino más bien alertar a toda la gente, chicos y grandes, de que es la familia el centro de lucha que nos debe ocupar diariamente si lo que de verdad queremos es obtener un México diferente al de ahora. De nada serviría que el gobierno de hoy cambiara mañana a un gobierno de izquierda, tampoco serviría que tuviéramos elecciones más transparentes y los fraudes pasaran a la historia, todo eso no serviría si en los hogares se sigue dando violencia y continua la división entre padres e hijos. Trabajemos pues por un México donde su fortaleza sea el hogar y no sea su más marcada debilidad...
Los mexicanos no podemos pedir que el gobierno sea distinto y que las cosas funcionen mejor en la economía, en la política, en la religión, etc., sin valorar primero a la institución madre y base de toda sociedad humana: sí, me refiero a la familia. Damas y caballeros no nos hagamos los que no sabemos o los que no entendemos, no podemos gastar nuestro capital humano, moral y espiritual en una lucha cuyo objetivo es renovar a México, pero que se olvida de la familia a la hora de definir sus metas. No es concebible luchar haciendo a un lado a la familia, tenemos que apostar todo primeramente por nuestra persona, cambiar “yo” para poder exigir un cambio en los demás y también, una vez cambiando “yo”, ocuparme de mi primer círculo de convivencia ¿cuál es? Pues la familia...
Vuelvo a insistir: los problemas macro, como pueden ser el privatizar o no el petróleo, el asunto del poder adquisitivo de la gente, la seguridad, el narcotráfico, la violencia en las calles, la corrupción y todos esos asuntos que nos dan dolores de cabeza diariamente, todos esos conflictos no pueden ser atendidos, ni resueltos de manera contundente sino viene el remedio desde la base de la sociedad que es la familia. Echando mano de la lógica elemental estimados amigos lectores, mirando bien a nuestro alrededor, démonos cuenta de que el sistema dominante lo que hoy hace con mayor frecuencia es meter antivalores que depreden a la familia, que denigren la figura paterna y materna y se genere así un caos social, de hecho dicho caos lo vivimos desde hace varias décadas sin que nos interesemos específicamente por la familia.
La democracia no empieza cuando te expiden la credencial para ir a votar y nada más, tampoco se limita a que milites o participes en un partido político, o el que tengas una gran ideología para gobernar al país o una comunidad. Esas cosas son solo complementos, probables derivados de una práctica democrática que debe comenzar en el hogar. La democracia debe vivirse, respirarse desde el interior del hogar y extenderse de ese modo a nuestros demás círculos de convivencia como lo son el trabajo, la escuela, las comunidades religiosas, etc. Cuando no pasa eso sino lo contrario, que la democracia es lo que menos hay en casa entonces debemos preocuparnos pues hay una gran posibilidad de que la democracia que se pregona en los medios, la que sustenta a las instituciones, no sea otra cosa sino un mero régimen simulador o sí una democracia, pero insipiente y destinada al fracaso.
No pienso imponer mi perspectiva sobre la democracia, sino más bien alertar a toda la gente, chicos y grandes, de que es la familia el centro de lucha que nos debe ocupar diariamente si lo que de verdad queremos es obtener un México diferente al de ahora. De nada serviría que el gobierno de hoy cambiara mañana a un gobierno de izquierda, tampoco serviría que tuviéramos elecciones más transparentes y los fraudes pasaran a la historia, todo eso no serviría si en los hogares se sigue dando violencia y continua la división entre padres e hijos. Trabajemos pues por un México donde su fortaleza sea el hogar y no sea su más marcada debilidad...
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