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02 enero 2008

Intenso 2008

Alejandro Encinas Rodríguez

El 2008 será un año de intensa actividad política. En el ámbito internacional el proceso electoral y el comportamiento de la economía de Estados Unidos concentrarán gran parte de la atención. En México, el inicio de año espera un incremento generalizado de los precios, consecuencia del aumento en el precio de la gasolina, así como la entrada en vigor de la cláusula que libera el comercio de frijol, maíz, azúcar y leche en polvo frente a un campo desmantelado; antesala de disputas mayores, como se prevé la defensa del petróleo ante el intento de su privatización, en un país que arrastra una profunda polarización política; la impunidad de gobernantes que vulneran leyes y garantías de los ciudadanos; y el deterioro de sus sistemas de seguridad y combate al crimen organizado.

En este contexto, en marzo el PRD renovará sus órganos de dirección. Se han conformado los bloques que contenderán por la presidencia del partido. El debate ha iniciado e incluso son varios los dirigentes y las corrientes que han manifestado sus preferencias. Por supuesto, no falta quien vea en esta competencia un riesgo para su unidad. Más aún, no falta quien censure las manifestaciones de apoyo abierto de sus principales dirigentes.

Ello no es gratuito. Desde su fundación, el PRD ha enfrentado con problemas la renovación de su dirigencia. La falta de una vida institucional sólida ha llevado a procesos mal organizados e incluso a prácticas ilegales, cuando no al arreglo entre los grupos, lo que ha causado daño tanto a su vida interna como en la percepción frente a los ciudadanos.

He sostenido que una condición mínima para que exista una organización democrática es que se realicen verdaderos procesos de competencia interna, que dejen a un lado la simulación y el acuerdo que privilegia el interés de los grupos, y permita una confrontación de proyectos e ideas; y que sea la militancia la que elija a su dirigencia en las urnas.

De nada sirve eludir las diferencias. Las hay y deben discutirse abiertamente. Por eso es positivo que las alianzas entre grupos y dirigentes se muestren a los ojos de todos, sin simulación, identificándose a partir de las ideas, e incluso a partir de los intereses que los puedan unir. Eso es realmente democrático, no pedir que alguien oculte su preferencia cuando a uno no lo apoye.

En este proceso habrá competencia y debate, porque hay dos visiones del tipo de partido que queremos y del papel que debe desempeñar. Existen posiciones distintas del rol de las corrientes en la vida interna del partido; de la política frente a la ilegitimidad del gobierno de facto, de la relación con el gobierno legítimo, el FAP y la Convención Nacional Democrática. Sin embargo y pese a todo, estamos lejos, como desean nuestros adversarios, de la ruptura. Ésta conviene al régimen de privilegios. Por ello, el PRD debe ubicar con claridad a su adversario: el grupo político y económico que impulsa la continuidad de las políticas neoliberales.

Lo peor que podría ocurrirle a la izquierda mexicana es que el partido que logró aglutinar a la mayor parte de las fuerzas progresistas y superar el sectarismo del pasado no saliera unido y fortalecido en estos momentos de definición. En los próximos meses el PRD enfrentará, además de sus propias limitaciones, el intento desde el poder por debilitarlo y dividirlo. No serán escatimados recursos financieros, logísticos y mediáticos. Muchas de las prácticas que se creían superadas prevalecen: el autoritarismo, el corporativismo y la cooptación de líderes de la oposición.

Como lo hemos visto en algunas entidades, se buscará intervenir en el proceso de elección de la dirigencia del PRD. El viejo régimen logró su cometido al manejar la vida interna de la mayoría de los partidos de oposición. Se trataba de partidos que orbitaban alrededor del PRI, revistiendo al régimen de una apariencia democrática a cambio de prebendas políticas y financiamiento.

A la luz de aquellas experiencias, abundarán los intentos por distanciar al PRD de la Convención Nacional Democrática; socavar la unidad del FAP; desmeritar su imagen pública, como parte de una estrategia que busca enfrentar a moderados con radicales, cuyo objetivo final es el debilitamiento de la izquierda y la consolidación de un proyecto conservador que busca, entre otros objetivos, la privatización de Pemex.

La derecha sabe bien que el principal obstáculo para la privatización de Pemex se encuentra en el movimiento de resistencia civil surgido tras el fraude del 2 de julio. Frente a ello, el PRD debe mantener su autonomía política e impedir cualquier injerencia que pretenda cargar la balanza a favor de una de las partes en la contienda, lo que implicaría no sólo traicionar los principios que nos dieron origen, sino pavimentar el camino hacia mayores regresiones democráticas y hacia la pérdida del patrimonio de la nación. Bienvenido 2008.

aencinas@economia.unam.mx

Profesor de la Facultad de Economía de la UNAM

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