■ El desempleo abierto creció 0.23% con el “presidente del empleo”
Todas las cifras oficiales en la materia sostienen que la desocupación abierta en el país es mayor ahora que 15 y medio meses atrás, cuando el “nuevo” gobierno se instaló en Los Pinos. Todos los indicadores documentan que, a nivel nacional y en las principales áreas urbanas de la República, el balance en materia de generación de empleo es abiertamente desfavorable. Ambos revelan que la oferta se mantiene limitada, mientras la demanda va en sentido contrario. Todas, excepto las presumidas, y que nadie sabe de dónde sacó Felipe Calderón, para quien “el crecimiento” en este renglón “sigue registrando en México una tendencia positiva”.
En este caso, la aritmética resulta más que sencilla: cuando el autodenominado “presidente del empleo” llegó a Los Pinos, el primer día de diciembre de 2006, la tasa oficial de desocupación abierta era de 3.58 por ciento de la población económicamente activa: 15 meses después ese mismo indicador se había incrementado a 3.81 por ciento; si se hace la resta correcta, resulta que el desempleo abierto, según la medición del propio gobierno, es 0.23 puntos porcentuales mayor ahora que cuando el michoacano entró por la puerta de atrás. Así de simple.
Pero como el síndrome Fox es cada día más patente en la praxis de Los Pinos, ayer Felipe Calderón se aventó la puntada de presumir aquello de la “tendencia positiva” en materia de empleo, cuando en realidad el único crecimiento registrado por los organismos gubernamentales corresponde al desempleo, y las mujeres han sido las más afectadas, sin que por ello los hombres canten victoria.
Dijo ayer el mago de Los Pinos que “sólo en la última quincena, es decir, del 1 al 15 de marzo, se registraron en el Seguro Social más de 31 mil 500 nuevos empleos formales en el país; es decir, estamos registrando tasas de crecimiento del empleo superiores al 5 por ciento anual. Con estos números, los puestos de trabajo llegan a 14 millones 859 mil, lo cual quiere decir que en lo que va de 2008 se han creado en el país más de 138 mil nuevos empleos, adicionales a los casi 800 mil creados en el primer año de mi gobierno” (en realidad, suman cerca de 820 mil, pero en casi 16 meses de estancia en Los Pinos).
De entrada, los números presumidos por el michoacano no coinciden con las que públicamente maneja el propio Instituto Mexicano del Seguro Social, pues éste asegura que en enero-febrero de 2008 el número de trabajadores (permanentes y eventuales) por él registrados creció en 146 mil 733 y en 178 mil 233 si se añaden los anunciados por Calderón para la primera quincena de marzo. Como se observa, es mayor el registro del IMSS que el del michoacano, pero en cualquiera de los casos la oferta laboral sólo atendió a 59 por ciento de la demanda, o lo que es lo mismo, 41 por ciento quedó en el desempleo, en la informalidad o, lo más seguro, en alguna zona agrícola o ciudad del vecino del norte.
Si se compara el número de trabajadores registrados en el IMSS durante el primer bimestre de 2008 con el de igual periodo de 2007, la diferencia no sobrepasa el 1.9 por ciento, muy alejado del 5 por ciento presumido por Felipe Calderón en la inauguración oficial de la Terminal 2 del aeropuerto Benito Juárez.
De hecho, si se contrastan los resultados en materia de empleo formal obtenidos en el primer bimestre de 2006 con los de igual lapso de 2008 (en ambos casos sumándole la primera quincena de marzo), entonces queda claro que la generación de fuentes de trabajo fue 28.87 por ciento mayor dos años atrás, y aún así en aquel entonces sólo se atendió a 76 por ciento de la demanda; ahora sólo a 59 por ciento.
Rotundo fracaso, pues lo que él prometió en campaña y lo llevó a autodenominarse “presidente del empleo” fue la creación de plazas formales (permanentes, de preferencia), no puestos informales que esos se generan solos, y si hay dudas favor de preguntar a los lanzafuego, limpiaparabrisas en prácticamente cualquier esquina de las grandes ciudades del país y demás integrantes del grueso ejército de reserva, que a duras penas sobrevive en plena “presidencia del empleo”.
Con eso de que ve “golizas” por todas partes (similares a los “logros” foxistas” y en tono con aquella queja de Zedillo porque “miles vienen en sentido contrario”) el inquilino de Los Pinos debe ser responsable cuando habla de empleo. Es inmoral jugar con las urgencias de la gente, de los millones de mexicanos que se mantienen en el desempleo, la subocupación o de plano el exilio económico.
Que “sigue el crecimiento” de las plazas laborales, dice, cuando el déficit en este renglón no sólo es voluminoso, y contando, sino ética y políticamente vergonzoso. Sin considerar el grueso rezago en tiempos priístas, de diciembre de 2000 a febrero de 2008 (Fox-Calderón, “cambio” con “continuidad”, la economía formal oficialmente generó 2 millones 57 mil 560 empleos, contra una demanda real cercana a 8 millones 600 mil, de tal suerte que el déficit de empleo en el sector formal de la economía asciende a 6 millones 542 mil 440 plazas sólo en ese periodo. De esos 6.4 millones de mexicanos que no la libraron, más de la mitad ya encontró trabajo sí, pero en Estados Unidos; 1.75 millones se mantiene en el desempleo abierto y el resto en la informalidad. Entonces ¿que creció cuánto? ¿Que las cifras históricas de qué?
Para redondear, le gusta saludar con sombrero ajeno. Ayer aseguró que “el gobierno federal pagará un año y medio de cuotas al Seguro Social y al Infonavit de todos los empleos que se creen” en las zonas de alta y muy alta marginación en el país, en más de mil municipios, en el marco del “Programa de Apoyo a la Economía”.
Pues resulta que tampoco, porque el gobierno no paga nada, lo hacen los mexicanos con sus impuestos, de tal suerte que son ellos quienes subsidiarán a las empresas que se niegan a registrar a sus trabajadores en el IMSS.
Las rebanadas del pastel
Estaba el inquilino de Los Pinos emocionado presume y presume “logros”, “avances” y “cifras históricas”, cuando alguien de su entera confianza se le acercó al oído para advertirle: ¡cuidado Jelipe!, que sólo te falta el bigote y las botas, porque de lo otro cada día te pareces más.
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