Por: Teodoro Rentería Arróyave
Las reacciones en defensa de nuestras riquezas naturales no se hicieron esperar ante el desafío lanzado por líderes legislativos del Partido Acción Nacional sobre una reforma energética que contempla la explotación de nuestros hidrocarburos conjuntamente con capitales privados nacionales y extranjeros que impulsa, obviamente, el gobierno del presidente Felipe Calderón Hinojosa, no obstante sus recientes declaraciones en la ceremonia del 70 aniversario de la Expropiación Petrolera en las cuales hizo fe pública de nacionalismo al afirmar que el petróleo no se privatizará porque es y seguirá siendo de los mexicanos.
El líder en el Senado de la República del Partido Revolucionario Institucional, Manlio Favio Beltrones, ante dicha provocación fue contundente al declarar que no permitirán “una privatización disfrazada'; su contraparte del Partido de la Revolución Democrática, Carlos Navarrete Prida, fue más allá al afirmar que están listos para dar la batalla ante lo que calificó como una declaración de guerra por parte de los panistas.
De que algo muy serio se está cocinado o ya se cocinó en Los Pinos y seguramente en el ahora herméticamente cerrado Palacio de Covián, donde despacha ahora muy calladito el secretario de los energéticos, perdón de Gobernación, Juan Camilo Mouriño Terrazo, es indudable.
Se sabe que por el momento, que de la Oficina Presidencial ya se envió a los líderes legislativos priístas, solo a los tricolores, un diagnóstico de 16 cuartillas donde se contiene, según los expertos en turno, la situación que guarda Petróleos Mexicanos, PEMEX, estudio que tiene por objeto el convencer de la conveniencia de que intervenga capital privado, nacional e internacional, en áreas estratégicas de la paraestatal, que debemos recordarlo, están vedadas por orden Constitucional.
Quien de veras no se mide en su acostumbrado histrionismo es el líder de los senadores panistas, Santiago Creel Miranda, quien con voz meliflua anunció que en breve su Partido Acción Nacional presentará una iniciativa de reforma energética y luego llegó al extremo de rasgarse la vestiduras al afirmar, como niño héroe, que su bancada asumirá los costos políticos de dicha iniciativa. Un día después se arrepintió y ahora dice que se respetará a los que piensen diferente, pero condicionado, siempre y cuando estén dispuestos al diálogo para llegar a acuerdos.
Como una señal de guerra fue interpretado por los perredistas dicho anuncio; Carlos Navarrete Prida dijo que por su parte están listos para dar la batalla y adelantó que habrá acciones coordinadas en defensa de Petróleos Mexicanos, incluido el debate parlamentario y las movilizaciones y no descartó manifestaciones en tal sentido al interior de los recintos del Congreso.
Mientras tanto el líder de los priístas en el propio Senado, Manlio Fabio Beltrones, en lo que algunos consideran un cambio radical de postura y otros lo consideran de congruencia, reiteró que no avalarán una privatización disfrazada, criticó la muy mala campaña mediática del gobierno a favor de la privatización e inclusive llegó al extremo de calificar de legítimas las movilizaciones de Andrés Manuel López Obrador.
Exacto: mientras esto ocurría en el Senado, en la plancha del Zócalo capitalino López Obrador y los perredistas crearon 20 grupos de 10 mil mujeres, así como 36 agrupamientos mas, de por lo menos 18 mil hombres, y un comité de intelectuales, dispuestos a encabezar las acciones de protestas en contra de la presunta privatización de la paraestatal.
Ante la desmesura y las bravatas de los legisladores panistas, lo único que se antoja exigir es el estricto cumplimiento de la palabra empeñada del presidente Felipe Calderón Hinojosa cuando hizo fe pública de nacionalismo y afirmó que el petróleo no se privatizará porque es y seguirá siendo de los mexicanos.
Las reacciones en defensa de nuestras riquezas naturales no se hicieron esperar ante el desafío lanzado por líderes legislativos del Partido Acción Nacional sobre una reforma energética que contempla la explotación de nuestros hidrocarburos conjuntamente con capitales privados nacionales y extranjeros que impulsa, obviamente, el gobierno del presidente Felipe Calderón Hinojosa, no obstante sus recientes declaraciones en la ceremonia del 70 aniversario de la Expropiación Petrolera en las cuales hizo fe pública de nacionalismo al afirmar que el petróleo no se privatizará porque es y seguirá siendo de los mexicanos.
El líder en el Senado de la República del Partido Revolucionario Institucional, Manlio Favio Beltrones, ante dicha provocación fue contundente al declarar que no permitirán “una privatización disfrazada'; su contraparte del Partido de la Revolución Democrática, Carlos Navarrete Prida, fue más allá al afirmar que están listos para dar la batalla ante lo que calificó como una declaración de guerra por parte de los panistas.
De que algo muy serio se está cocinado o ya se cocinó en Los Pinos y seguramente en el ahora herméticamente cerrado Palacio de Covián, donde despacha ahora muy calladito el secretario de los energéticos, perdón de Gobernación, Juan Camilo Mouriño Terrazo, es indudable.
Se sabe que por el momento, que de la Oficina Presidencial ya se envió a los líderes legislativos priístas, solo a los tricolores, un diagnóstico de 16 cuartillas donde se contiene, según los expertos en turno, la situación que guarda Petróleos Mexicanos, PEMEX, estudio que tiene por objeto el convencer de la conveniencia de que intervenga capital privado, nacional e internacional, en áreas estratégicas de la paraestatal, que debemos recordarlo, están vedadas por orden Constitucional.
Quien de veras no se mide en su acostumbrado histrionismo es el líder de los senadores panistas, Santiago Creel Miranda, quien con voz meliflua anunció que en breve su Partido Acción Nacional presentará una iniciativa de reforma energética y luego llegó al extremo de rasgarse la vestiduras al afirmar, como niño héroe, que su bancada asumirá los costos políticos de dicha iniciativa. Un día después se arrepintió y ahora dice que se respetará a los que piensen diferente, pero condicionado, siempre y cuando estén dispuestos al diálogo para llegar a acuerdos.
Como una señal de guerra fue interpretado por los perredistas dicho anuncio; Carlos Navarrete Prida dijo que por su parte están listos para dar la batalla y adelantó que habrá acciones coordinadas en defensa de Petróleos Mexicanos, incluido el debate parlamentario y las movilizaciones y no descartó manifestaciones en tal sentido al interior de los recintos del Congreso.
Mientras tanto el líder de los priístas en el propio Senado, Manlio Fabio Beltrones, en lo que algunos consideran un cambio radical de postura y otros lo consideran de congruencia, reiteró que no avalarán una privatización disfrazada, criticó la muy mala campaña mediática del gobierno a favor de la privatización e inclusive llegó al extremo de calificar de legítimas las movilizaciones de Andrés Manuel López Obrador.
Exacto: mientras esto ocurría en el Senado, en la plancha del Zócalo capitalino López Obrador y los perredistas crearon 20 grupos de 10 mil mujeres, así como 36 agrupamientos mas, de por lo menos 18 mil hombres, y un comité de intelectuales, dispuestos a encabezar las acciones de protestas en contra de la presunta privatización de la paraestatal.
Ante la desmesura y las bravatas de los legisladores panistas, lo único que se antoja exigir es el estricto cumplimiento de la palabra empeñada del presidente Felipe Calderón Hinojosa cuando hizo fe pública de nacionalismo y afirmó que el petróleo no se privatizará porque es y seguirá siendo de los mexicanos.
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