Luego de que los directivos de la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión se reunieron con Juan Camilo Mouriño Terrazo para solicitarle el refrendo de 150 concesiones ya vencidas, asunto que corresponde por ley a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y no a Gobernación, las puertas de Televisa y seis importantes cadenas radiofónicas se le abrieron al delfín de Felipe para que explicara su doble militancia: trabajar en el sector público y ser apoderado legal de una empresa privada. Entonces, con preguntas a modo y cuestionamientos insustanciales, el joven pudo defenderse mejor y hasta aceptó: “Sí firmé los contratos de Ivancar, aunque no es algo ilegal ni inmoral”. Lo primero está por verse, mediante la ley de servidores públicos; lo segundo tal vez es correcto si consideramos la sentencia de Gonzalo N. Santos: “La moral es un árbol que da moras”. Aunque éticamente, como aseguraba Jesús Reyes Heroles padre, hay algo incorrecto y terrible. En este país, a menos que se acepte la conseja de Hank González (“un político pobre es un pobre político”) el servicio público no debe ser para favorecer intereses personales o familiares. Asunto, por cierto, muy común entre los grillos de todas las organizaciones. Luego de afirmar que signó los famosos contratos, Mouriño dijo que el ataque se dio porque sus adversarios “no quieren que México avance”, lo cual muestra que hay una línea continua entre panismo y priismo; los dos son la nación y por tanto nadie puede criticarlos, menos denunciarlos. Para lograr ese salto, Juan Camilo logró el apoyo de Emilio Gamboa (“pa’ atrás, papá”, recuerda Kamel Nacif), Manlio Fabio Beltrones y, obviamente, el oligopolio radiotelevisivo. Los panistas se disciplinaron ante Calderón. Todo se intentará olvidar, pero las heridas a los ciudadanos serán más profundas. La corrupción del felipismo es larga y saldrá pronto. Aunque se tape un hoyo.
En la mira
El inventario que da a conocer Contralínea de quienes hicieron negocios turbios en la Secretaría de Energía y Pemex será penoso y escalofriante. En el número 96 de esa publicación viene detalladamente el caso Mouriño. Pero en subsiguientes entregas están los casos de César Nava, secretario particular de Felipe, y del círculo más íntimo de Los Pinos. No es raro, entonces, que el director del impreso, Miguel Badillo, tenga varias demandas en su contra. Urge el apoyo del gremio.
Adiós y espera
Luego de 20 años al frente de El Economista, Luis Enrique Mercado rompió con sus socios y dejó la nave que encabezó ese lapso. Ahora se le escucha frecuentemente en el noticiario de Eduardo Ruiz Healy. Mientras que Carmen Aristegui sigue llenando auditorios en los que se presenta, recientemente en la Facultad de Economía de la UNAM, aunque, según dicen, las negociaciones para que apareciera en MVS fracasaron y la familia Aguirre de Radio Centro está dividida para hacerle una oferta a la periodista. Mientras, de una revista especializada salieron varios.
Nuevas bajas
En Conaculta, lo mismo renunció Plácido Pérez Cué a Comunicación Social, que el inteligente y capaz Luis Mario Moncada se retiró de la coordinación del Teatro Helénico, pues el apoyo que se le daba a las actividades en ese importante recinto era ínfimo. A Sergio Vela no lo defiende ni su suegra Martha Chapa. Y Germán Martínez, jefe panista, en un artículo (El universal, 26 de febrero), señala “desbarajustes” en la administración de Sergio. Qué importa, Felipe sostiene a Vela.
No a la disidencia
El caso de los estudiantes (politécnicos y universitarios) que fueron bombardeados por el ejército colombiano en territorio ecuatoriano ha planteado una vez más el debate de si las instituciones de enseñanza “forman guerrilleros”. La mayoría de los escribidores, incluso quienes anduvieron en organizaciones revolucionarias, condenan a los jóvenes actuales que, equivocados o no, optaron por un contacto con las FARC. Es indudable que se necesita una amplia discusión al respecto. Pero datos ilustran la desesperación juvenil y ante ello, los articulistas jamás reparan: de más de 250 mil mexicanos que fueron a estudiar al extranjero durante varios años, ninguno quiso regresar al país por falta de alternativas; mientras que la Iberoamericana de Puebla hizo una feria del empleo, y para 4 mil plazas se inscribieron 2 mil licenciados, la mayoría no había conseguido ocupación en tres años. Cuestiones que no preocupan a quienes hablan de “democracia” y “libertad”.
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