Después del difícil proceso electoral del 2006, todos los partidos políticos se dieron a la tarea de renovar sus dirigencias. El resultado de cada proceso ha sido muy distinto.
En el PRI, después del descalabro de Roberto Madrazo, quien mandó a su partido a un "honroso" tercer lugar, como diría un directivo del deporte mexicano, se impuso la renovación en la dirección del partido. Se enfrentaron Beatriz Paredes y Enrique Jackson. Sólo pudieron votar los consejeros políticos nacionales y estatales, no más de 20 mil personas. Ganó Beatriz Paredes, y Enrique Jackson seguramente espera volver al Congreso el próximo año.
La renovación de la dirigencia nacional del PAN fue todavía más fácil. Con la ventaja de ser partido en el Gobierno, Felipe Calderón jugó el papel de gran elector y mandó a dirigir el partido a unos de sus allegados. Germán Martínez fue candidato de "unidad", como se decía en los tiempos del priismo cuando la unidad se imponía desde la cúpula.
De poco sirvió el pataleo, leve por cierto, de algunos panistas que consideraron que el PAN copiaba modelos del PRI. Sin duda Calderón tiene claro que necesita manejar a su partido, ante la dificultad de un gobierno dividido con el Congreso.
Los partidos Alternativa, Nueva Alianza y Convergencia también renovaron sus dirigencias. En el primero de ellos, Patricia Mercado anda de pleito, incluso con acusaciones penales, con sus antiguos correligionarios. En el Panal, la maestra Elba Esther Gordillo decide todo, por eso no hay divisiones. En Convergencia, Dante Delgado puso a uno de sus allegados a cubrir la plaza que él dejo.
En el Partido del Trabajo, Alberto Anaya simula una dirigencia colegiada que le permite cómodamente manejar el partido. En ninguno de ellos se practica la democracia interna.
Aquí aparece la llamada "Ley de Hierro de la Oligarquía", enunciada por el escritor alemán Robert Michels en "Los partidos políticos, estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de las democracias modernas", publicado en 1911. En síntesis, Michels demostró (J. J. Linz, "Michels y su contribución a la sociología política". FCE, 1989) "que no se concibe a la democracia sin organización" y que "quien dice organización dice tendencia a la oligarquía". Las organizaciones, por más que se lo propongan, no pueden ser democráticas. El liderazgo, indispensable para la organización, es incompatible con la democracia.
Las discusiones posteriores a propósito de esta incompatibilidad no han dejado de estar presentes en la ciencia política. Resulta incuestionable que hay liderazgos más democráticos y otros más autocráticos. Según Linz, el autor alemán se dejó arrastrar por la ley de hierro de la oligarquía y por sus simpatías por un liderazgo autoritario.
La conclusión a la que llega Michels es que las organizaciones, y sobre todo los partidos políticos, no pueden ser democráticos en sus procesos internos, al menos sin arriesgarse a sufrir fracturas y divisiones en su estructura. La cuestión se plantea en términos de si es mejor tener una oligarquía que satisfaga de manera eficiente los intereses de sus miembros o, por el contrario, una democracia ineficiente.
Los perredistas no advirtieron los riesgos de una elección abierta, sobre todo, por las condiciones de debilidad orgánica provocada por la derrota del 2006 y por la división entre la estructura partidista y la creada por López Obrador. No tienen forma de celebrar en orden una elección de ese tipo. Los riesgos eran evidentes, las tribus del partido entraron a una guerra sin cuartel.
El resultado es la desastrosa elección del 16 de marzo. Los perredistas, y muchos de sus simpatizantes, son avezados en los clásicos del pensamiento político, por eso extraña que no hayan tomado en cuenta las enseñanzas de Michels antes de meterse en ese embrollo.
Ante el pensamiento único que simplifica la difícil realidad que vivimos, es urgente contar con un partido de izquierda que plantee alternativas al proceso de concentración del ingreso y del conocimiento en muy pocas manos.
Lástima, por apostar a la democracia interna en esa elección, sus detractores van a seguir diciendo que los del PRD son un peligro para México.
Sergio Elías Gutiérrez / 25 Mar. 08 / El Norte / REFORMA
En el PRI, después del descalabro de Roberto Madrazo, quien mandó a su partido a un "honroso" tercer lugar, como diría un directivo del deporte mexicano, se impuso la renovación en la dirección del partido. Se enfrentaron Beatriz Paredes y Enrique Jackson. Sólo pudieron votar los consejeros políticos nacionales y estatales, no más de 20 mil personas. Ganó Beatriz Paredes, y Enrique Jackson seguramente espera volver al Congreso el próximo año.
La renovación de la dirigencia nacional del PAN fue todavía más fácil. Con la ventaja de ser partido en el Gobierno, Felipe Calderón jugó el papel de gran elector y mandó a dirigir el partido a unos de sus allegados. Germán Martínez fue candidato de "unidad", como se decía en los tiempos del priismo cuando la unidad se imponía desde la cúpula.
De poco sirvió el pataleo, leve por cierto, de algunos panistas que consideraron que el PAN copiaba modelos del PRI. Sin duda Calderón tiene claro que necesita manejar a su partido, ante la dificultad de un gobierno dividido con el Congreso.
Los partidos Alternativa, Nueva Alianza y Convergencia también renovaron sus dirigencias. En el primero de ellos, Patricia Mercado anda de pleito, incluso con acusaciones penales, con sus antiguos correligionarios. En el Panal, la maestra Elba Esther Gordillo decide todo, por eso no hay divisiones. En Convergencia, Dante Delgado puso a uno de sus allegados a cubrir la plaza que él dejo.
En el Partido del Trabajo, Alberto Anaya simula una dirigencia colegiada que le permite cómodamente manejar el partido. En ninguno de ellos se practica la democracia interna.
Aquí aparece la llamada "Ley de Hierro de la Oligarquía", enunciada por el escritor alemán Robert Michels en "Los partidos políticos, estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de las democracias modernas", publicado en 1911. En síntesis, Michels demostró (J. J. Linz, "Michels y su contribución a la sociología política". FCE, 1989) "que no se concibe a la democracia sin organización" y que "quien dice organización dice tendencia a la oligarquía". Las organizaciones, por más que se lo propongan, no pueden ser democráticas. El liderazgo, indispensable para la organización, es incompatible con la democracia.
Las discusiones posteriores a propósito de esta incompatibilidad no han dejado de estar presentes en la ciencia política. Resulta incuestionable que hay liderazgos más democráticos y otros más autocráticos. Según Linz, el autor alemán se dejó arrastrar por la ley de hierro de la oligarquía y por sus simpatías por un liderazgo autoritario.
La conclusión a la que llega Michels es que las organizaciones, y sobre todo los partidos políticos, no pueden ser democráticos en sus procesos internos, al menos sin arriesgarse a sufrir fracturas y divisiones en su estructura. La cuestión se plantea en términos de si es mejor tener una oligarquía que satisfaga de manera eficiente los intereses de sus miembros o, por el contrario, una democracia ineficiente.
Los perredistas no advirtieron los riesgos de una elección abierta, sobre todo, por las condiciones de debilidad orgánica provocada por la derrota del 2006 y por la división entre la estructura partidista y la creada por López Obrador. No tienen forma de celebrar en orden una elección de ese tipo. Los riesgos eran evidentes, las tribus del partido entraron a una guerra sin cuartel.
El resultado es la desastrosa elección del 16 de marzo. Los perredistas, y muchos de sus simpatizantes, son avezados en los clásicos del pensamiento político, por eso extraña que no hayan tomado en cuenta las enseñanzas de Michels antes de meterse en ese embrollo.
Ante el pensamiento único que simplifica la difícil realidad que vivimos, es urgente contar con un partido de izquierda que plantee alternativas al proceso de concentración del ingreso y del conocimiento en muy pocas manos.
Lástima, por apostar a la democracia interna en esa elección, sus detractores van a seguir diciendo que los del PRD son un peligro para México.
Sergio Elías Gutiérrez / 25 Mar. 08 / El Norte / REFORMA
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