ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
Y DE PRONTO, todo el país se convirtió en seguidor del perredismo. Durante días, ya casi toda una semana, el tema no ha sido otro. Sorprendentemente, hasta en los espacios de la televisión tradicionalmente adversos al partido del sol azteca el tema de las elecciones internas de la segunda fuerza electoral del país ocupó pre¢io$o$ minutos y, claro, los más ardorosos comentarios en defensa de la legalidad, la transparencia y demás atributos que visten cual ejemplarmente democráticos (jejeje) a las demás instituciones políticas del país.
Pareciera que, antes del domingo 16 –fecha en la que se celebraron los comicios internos de los amarillos--, en el país nunca antes se hubiera conocido de prácticas fraudulentas, compra de votos, "rasuradas" de padrón, manipulación de cifras, parcialidad de los órganos calificadores…
Y es que luego de leer, escuchar y observar en los medios todo lo que se ha declarado en torno a la elección perredista, se antoja que, antes de este tercer domingo de marzo, México ha estado a la par con Suiza, en cuanto a prácticas democráticas. Y que estos bandoleros del PRD, vinieron a partirle su maraca a la idílica democracia mexicana.
No se trata de disculpar a nadie, por supuesto. El ánimo es el de contextualizar la peculiar "cultura política" al seno de las organizaciones partidarias que, obligadamente, se reflejan en la práctica política "institucionalizada".
El PRD, ahora mismo, es retrato fidedigno de la vida política del país. Por tal no es casual que, otra vez en los medios, los defensores de Jesús Ortega sean exactamente los mismos valedores del proceso electoral federal del 2006. Y en la polarización rotunda, quienes abogan por la causa de Alejandro Encinas sean también los mismos que aún cuestionan el desarrollo y resultados de esos mismos comicios.
Suma de casi todas las corrientes políticas habidas y por haber, el perredismo acogió entre sus brazos lo mismo a priístas, peseteros, comunistas, y hasta a panistas, por señalar sólo a organismos que alguna vez contaron o aún cuentan con la patente de corzo para hacer "política".
Fieles todos a sus orígenes, los perredistas han proyectado en esta organización todos los vicios de los que dijeron huír y casi ninguna de las virtudes que durante algún tiempo les mantuvieron anclados a su denominación de origen.
Hoy la pugna, en realidad, es entre expriístas y expeseteros, herederos estos últimos de Rafael Aguilar Talamantes (RAT) quien convirtió, casi con éxito, las siglas del PST, primero, y del "partido del ferrocarril" (PFCRN), después, en la moneda de cambio con la que también lucró Carlos Salinas de Gortari. Ahí, en ese "negocio" mantenían cajas registradoras los Ortega, Navarrete –empezó con taxis en Guanajuato--, Zambrano –destacado beneficiario del beltonismo sonorense--, y muchos más a quienes el desaparecido Fernando Gutiérrez Barrios tenía agarrados de bien abajo.
¿Prácticas democráticas en el PRD? ¿En el PRI, donde no se sacuden aún la "cultura de la línea? ¿En el PAN, donde aprendieron rápido de la misma?
Para nada. Todos sin excepción están a la espera de la oportunidad que saque de su ánimo al perredista que todos llevan muy pero muy adentro.
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