La disputa por el petróleo mexicano ha llegado a un momento crucial en la primavera de 2008, pues el gobierno ilegítimo tiene ya frente a él a amplios sectores de mexicanos organizados y decididos a impedir su entrega a multinacionales extranjeras.
1. La fuerza del movimiento nacional en defensa del petróleo convocado por Andrés Manuel López Obrador ha sorprendido de tal manera al gobierno de facto de Felipe Calderón, empeñado en ocultar mediante una amplia estratregia mediática su pretensión de entregar el control de los yacimientos petrolíferos de la nación a diversas corporaciones multinacionales, que éste no halla ahora cómo presentar la iniciativa de cambios legales con la que busca cumplir con una serie de acuerdos políticos inconfesables.
2. La enorme movilización de decenas de miles de mexicanos en la Plaza de la Constitución del martes 25, que los medios buscaron ocultar a toda costa pues fue la segunda de esta magnitud en una semana, significó el fracaso de la estrategia de medios diseñada por Mouriño y Calderón para desmovilizar a importantes sectores, pues lejos de eso mostró a un pueblo dispuesto a una serie de acciones de resistencia civil y cada vez más comprometido e indignado por el que ya se reconoce en todos los ámbitos como el más grave acto de traición a México que se intenta cometer desde mediados del siglo XIX.
3. La publicación de extractos del documento de la Secretaría de Energía titulado de manera hipócrita Fortalecimiento de Pemex, y enviado al PRI como un supuesto “diagnóstico” a fin de justificar la entrega que pretende hacer de los yacimientos petrolíferos mexicanos al capital trasnacional (La Jornada, 26 de marzo) no deja lugar a duda, pues lo que quieren Calderón, Mouriño y asociados, como todo mundo sabe, es modificar mañosamente la legislación secundaria de México en la materia para abrir una vía –que sería ilegal y en contravención a la Constitución– a fin de permitirle a Petróleos Mexicanos (Pemex) “celebrar alianzas o asociaciones” con las grandes multinacionales “para la exploración y la producción”, con lo que éstas tendrían así el control estratégico de la nación.
4. El “affaire Mouriño”, marcado por los gravísimos actos de corrupción que el empresario hispano que se ostenta como secretario de Gobernación confesó cínicamente estar cometiendo como funcionario público al autotorgarse contratos en materia energética, no ha podido por otra parte ser acallado por las campañas oficiales de desinformación, y no hace día a día más que crecer y confirmar que “la alianza” o “asociación” de Pemex con consorcios multinacionales (que esa es la forma que prevén para la privatización), al tiempo que reduciría a un México despojado al atraso, la miseria y el desempleo, cancelando por muchas décadas las posibilidades de un verdadero desarrollo, le permitiría lograr a Calderón y a sus amigos descomunales beneficios económicos.
5. La cuestión petrolera pone a México de esta manera a la hora de América Latina, pues es cierto que en un momento histórico en el que diversos gobiernos del continente plantean como fundamental el resistir al embate de las trasnacionales, defendiendo sus recursos estratégicos y fortaleciendo a las empresas petroleras del Estado, anacrónicamente Calderón y sus amigos buscan entregar a grupos privados un recurso básico que le ha costado décadas de sacrificio al pueblo mexicano, pero también lo es la circunstancia de que abajo las cosas están cambiando. El movimiento nacional en defensa del petróleo hermana al pueblo de México con las luchas de otros pueblos latinoamericanos en defensa de sus recursos básicos, muchas de las cuales en Bolivia, en Ecuador, en Perú o en Uruguay han constituido movimientos triunfantes que han impedido la privatización del agua, de la minería o de los recursos naturales.
6. El fracaso del gobierno para plantear su propuesta petrolera indigna incluso a sus propios aliados, pues hasta ahora no ha expuesto ninguna idea seria sobre la industria y carece de todo consenso, por lo que se ha limitado a una campaña de eslogans, la que por otra parte ofende a amplios sectores sociales, que ven una vez más el desprecio de Calderón por el pueblo.
7. El primer fracaso de Mouriño, y el que más interrogantes suscita, es frente al PRI, pues el senador Manlio Fabio Beltrones acusó el miércoles 26 a Calderón de alterar las cifras sobre las reservas de crudo y reiteró que “la reforma energética” no puede implicar modificaciones constitucionales, los contratos “de riesgo” o la privatización, evidenciando las divergencias que existen entre los priístas, que saben que si avalan la propuesta oficial y las alianzas de Pemex, el PRI dará un paso determinante hacia su extinción.
8. El segundo fracaso del gallego ha sido en su pretensión de imponer por la vía del fraude a Jesús Ortega en la presidencia perredista, lo que le habría permitido al gobierno espurio el control del PRD, dándole un aliado para sus políticas entreguistas y cancelando de paso la posibilidad de cualquier candidatura opositora en 2012. Ortega perdió las elecciones internas y no podría ser impuesto sino por medio de trampas, de manera que lo único logrado por Mouriño fue hundir en el lodazal del descrédito a decenas de columnistas y locutores, en particular al equipo de Televisa, que en su afán de servir al gobierno han lanzado una indigna campaña de desinformación que avergonzaría a cualquiera en un país democrático.
9. La experiencia de Mouriño como mapache electoral es de sobra conocida, pues Calderón llegó, como se sabe, a la Presidencia de facto tras dos fraudes electorales, el primero de los cuales fue en las elecciones internas del PAN de 2005 y en el cual intervino Mouriño: mismo que fue denunciado por Santiago Creel, el otro contendiente, tras los comicios de Yucatán y Jalisco, calificándolos como “un cochinero”, y aunque el gobierno foxista le impidió a Creel acudir a las instancias federales, Calderón quedó acreditado desde entonces como el político surgido del “cochinero”.
10. La movilización social en defensa del petróleo mexicano es por sobre todo esto la más importante en la historia reciente del país, y de ella debe surgir no sólo una defensa a ultranza de nuestros recursos estratégicos e impedir la traición a México, sino una refundación democrática de la nación.
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