Piquete y cacerola:
La lucha es una sola
(Segundas partes nunca fueron buenas)
Por Raúl Isman
Docente. Escritor.
Miembro del Consejo
Editorial de la Revista Desafíos.
Colaborado r habitual
del periódico socialista El Ideal
Miembro del Consejo
Editorial de la Revista Desafíos.
Colaborado r habitual
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Director de la revista
Electrónica Redacción popular.
raulisman@yahoo.com.ar
www.geocities.com/raulisman
Electrónica Redacción popular.
hechos y personajes de la historia universal aparecen,
como si dijéramos, dos veces.
Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.”
Kart Marx. Teórico de la revolución.
"Pensar que aquellos argentinos desesperados por la falta de trabajo que salieron a las calles fueron denostados por los medios que pedían orden y palos.
Orden y palos para los que no tenían trabajo mientras hoy millones de argentinos han recuperado la dignidad del trabajo
y los piquetes son protagonizados por la gente de mayor rentabilidad".
Cristina Fernández. Presidente de la Nación.
Discurso del 24 de marzo del 2008.
Introducción:
La fronda concheta
La consigna que se hizo famosa en lo mejor de la rebelión anti-neoliberal del 2001-2002 retornó grotescamente en las postrimerías de marzo de 2008. Si en la primera ocasión sirvió para canalizar las aspiraciones (frustradas) de concretar una interesante alianza plebeya entre los sectores populares y las franjas de la entonces empobrecida clase media; en la segunda vuelta las finalidades distaron de ser tan loables. Por cierto que la referida coalición fue muy frágil y resultó muy rápidamente disuelta, casi como pompa de jabón. Pero por otra parte y a favor puede decirse que, pese a su liviandad y limitaciones, permitió canalizar la salida de la hecatombe en que el neoliberalismo bobo de De la Rua- y el más astuto del menemismo- habían sumido al país hacia las mejoras en términos económicos, sociales y políticos que se experimentaron a posteriori. En rigor, la revuelta del 2001 no puede ser caracterizada como tragedia (salvo por la miseria popular que conllevaba la crisis); sino más bien como epopeya heroica, en particular por parte de los esforzados luchadores que caminaron desde La Matanza hasta Plaza de Mayo el 28 de febrero de 2002.
Pero en la segunda ocasión- la farsa en las palabras de Marx- el cacerolazo movilizó a selectas fracciones compuestas por señoras gordas, diversos nostálgicos de la barbarie procesista (una parte de ellos se movilizó a la quinta de Olivos al grito de “Cristina Montonera, renunciá” y entre todos los caceroleros el tono pro-dictadura se halaba generalizado) y jóvenes bronceados candidatos a ser parte destacada en la revistas de las más onerosas universidades privadas.
La derecha criolla- como todos los sectores poderosos en el orbe- tiene la característica de responder de modo muy franco (aunque rara vez sea transparente) a las acciones de los movimientos populares. Así como en el año 2004, la aparición de las multitudes de idiotas (in)útiles veliblancos movilizados por Juan Carlos Blumberg significó la alternativa reaccionaria al acto del 24 de marzo en la E.S .M.A; el cacerolazo del día 25 de marzo salió al cruce de las distintas iniciativas contra la impunidad que convergieron un día antes en la Plaza de Mayo. La ocasión, por otra parte, resultó relativamente encubierta bajo el manto de la solidaridad con los piqueteros en 4X4 que amenazan desabastecer las ciudades. Cacerolas, empuñadas por patéticos pequeños burgueses solidarios con los piquetes de los opulentos, dan cuenta que vastos sectores de clase media perdieron el rumbo; aunque a decir verdad, el contexto general sea muy diferente del vivido hace ya más de un lustro. Digamos en una primera síntesis que la eclosión 2001-2002 fue un llamado popular contra el poder real (económico); revuelta que logró algunos éxitos: el rumbo actual del gobierno nacional con sus avances y limitaciones es el principal. Y cayó un gobierno corroído en primer lugar por su propia inoperancia. En cambio, la asonada que hizo su aparición sensible desde el 25 de marzo tuvo actores de reparto (algunas clases medias urbanas y pequeños productores agrarios) pero el tinglado era claramente operado por el titiritero de siempre: la oligarquía terrateniente y, tal vez, el apoyo de fuerzas extranacionales. Y el de Cristina no es un gobierno agonizante, más allá de la pericia o impericia con que conduciere la situación de cara a resolver el conflicto.
Las verdaderas
raíces del problema
Por fuera de las aspiraciones del poder y los grandes medios masivos de comunicación (sus verdaderas usinas creadoras de sentido) que intentan armar una artificial escena de un gobierno en retirada, jaqueado por la marcha de un inocente pueblo llano; es preciso ver un poco más allá de la hojarasca televisiva, radial y gráfica para ubicar las razones estratégicas del conflicto. No se trata nada más que de lo alegado acerca de las retenciones; aunque ciertamente no sea un detalle formal la masa de dinero que se halla en juego. Lo central para la derecha es evitar que se reconstituya en la Argentina un estado con capacidad de intervención, que pueda limitar la potestad de los mercados para formatear a su antojo vida y milagros de los sectores populares. Dicho estado debe sumar recursos para proseguir el proceso de integración social. Si no existiere el estado que referimos, no se podrían aplicar las retenciones y la carne valdría igual que en Europa, es decir más de una decena de veces más. Con este ejemplo queda claro que no hay nación- un espacio de dignidad común para todos los habitantes- sin la formación estatal que definimos y que debe articular los esfuerzos de la sociedad civil, los movimientos sociales, los partidos políticos, las cooperativas y otras organizaciones para continuar combatiendo la pobreza, la marginalidad y la desintegración social. De imponerse la posición del agro no habrá nación porqué de un plumazo- con la carne a $300 y el pan a $30- se borrarán los avances logrados en los últimos cuatro años. Tal es el centro de lo que se juega. Por otra parte y analizando la cuestión desde la teoría social y política, se trata una vez más de la vieja contradicción entre el poder político y el poder económico. En la medida que el segundo de los nombrados conserva mecanismos decisionales fundamentales, desde los cuales presiona a toda la sociedad para que se subordine a su lógica de ganancia (es decir, la muerte para las franjas populares más alejadas de los beneficios de los bienes materiales y simbólicos) En cambio, el poder político, en la medida que siempre debe legitimarse, puede arbitrar medidas que favorezcan a los sectores más sumergidos. Las épocas de mejoría para el pueblo fueron cuando- desde la democracia sustantiva y no formal- se abrieron etapas de ascenso popular, limitando el señorío del poder de la derecha. El Yrigoyenismo (1916-1922 y 1928-1930), el primer peronismo (1946-1955) o la fallida experiencia del retorno de Perón (1973-1974) fueron ejemplos históricos de avances populares, al lograr domesticar y moderar relativamente, desde la política, al poder económico. Los ciclos golpistas de 1930, 1955, 1966 y 1976, más la hiperinflación que tumbó a Raúl Alfonsín o la larga noche neoliberal menemista significaron etapas en las que la derecha logró torcer en su beneficio la contradicción enunciada precedentemente. Es interesante destacar como la derecha ansía y presiona por imponer una actividad política paralizada y acotada como ocurría durante los ’90, en la que lo político se reducía a gestionar negocios para beneficiar al gran capital globalizado.
El intento del 25, un verdadero golpe de estado (de los denominados suaves) porqué la derecha no desea sólo torcer el rumbo del gobierno, también se propone modificar los ejes estratégicos y epocales- es decir, la reconstrucción del estado en los términos que hemos definido, junto con la política de los derechos humanos y la distribución del ingreso- tuvo su presentación escénica en los sucesos que relatamos. La movilización posterior de los sectores nacionales y populares los hizo retroceder, pero antes temprano que tarde volverán a los zarpasos.
Decíamos recién que la maniobra fue desbaratada por una oportuna movilización de los sectores nacionales y populares, no muy larga marcha que sirvió para demostrar varias cuestiones:
1) Lo ocurrido es inseparable de una cuidada presentación escénica por parte de los hechos por los grandes medios, que primero hablaban de masividad rayana con la unanimidad; cuando fueron movilizadas pocas personas y todas de sectores sociales acomodados: es más parecía un desfile de modas caceroleado, más que una revuelta. A posteriori, cunado comenzaron a difundir la versión que se acercaban “hordas” al mando de Luís D’Elía- convertido para las almas bien pensantes bergoglianas en una suerte de Gengis Khan de las pampas chatas- los “luchadores fashion”, se tomaron muy rápidamente las de Villadiego, no precisamente Maradonna. Seguramente el dirigente de Matanza ampliará su imagen negativa; pero no puede menos que elogiarse el modo que privilegió la defensa de un proyecto poniendo el cuerpo en la defensa de la voluntad popular. Aún la escenificación televisiva- armada para vilipendiarlo- lo mostró marchando sin custodia.
2) La rapidisima dispersión de los caceroleros demostró su profundo gorilismo en los términos que ya hemos analizado en un artículo reciente, al cual remitimos al lector para no repetirnos. Puede verse desde:
El odio y el desprecio que dispensan al pueblo son tan agudos que no pueden ni siquiera coexistir en un mismo espacio físico, como lo demostró la racista fobia anti-cartonera desplegada en los tiempos recientes. Es que sólo ven en los humildes la condición de sujeto pasivo de explotación o desecho que debe ser arrojado fuera de sus preclaras miradas.
3) Claramente se trató de una iniciativa cuya finalidad era sonderar la capacidad de respuesta gubernamental o popular. Las peores acciones derechistas están por venir.
El conflicto y como se posicionan
los actores sociales y políticos
Ubicado el conflicto en los términos que hemos definido líneas arriba, veamos someramente como se posicionan allí los diversos participantes en el debate social y político.
La derecha partidaria no necesitó exponerse demasiado, ya que la inefable doctora Elisa Carrió- de cuya boca brotan con harta frecuencia efluvios compuestos por vómitos cópricos, sólo suavizados al hablar dulcemente de la oligarquía, los militares asesinos y la iglesia cómplice- asumió con presteza su papel de primer artillera del golpismo. Declaró que la presidente pronunció “un discurso mentiroso, violento y provocador”, como si bloquear carreteras para que los alimentos no lleguen hacia quienes los necesitaren y permitir el paso de turistas fuera un paradigma de pacifismo bucólico emparentado con el flower power sesentista. La paquidérmica devenida cultora de una moral más que parcializada agregó “Cristina con este discurso desató un incendio”. Ahora bien, desde la tarde circulaban mails instando a un cacerolazo anti-gobierno (que de espontáneo sólo tuvo los deseos de los comunicadores massmediáticos); por lo cual semejante acusación viene a demostrar algo que resulta evidente: la avisa complicidad de Carrió con la desestabilización institucional del país y su firme compromiso anti-democrático. Pero ¿Qué otra cosa puede esperarse de su inveterado e inmundo elitismo oligárquico demostrado ya en ocasiones infinitas?
Para no perder en la puja del centimil opositor, el neoliberal intendente porteño, Mauricio Macri, criticó las retenciones. Es natural, a los millonarios les resulta indiferente si el kilo de carne se comercializa a 10, 400 o mil pesos. Y no por ser vegetarianos, se trata de solidaridad de clase y del ideologismo que caracteriza a la derecha.
No nos extenderemos demasiado en los exabruptos lanzados por los Giustiniani, Bullrich, Stolbizer (que de margaritos tienen sólo el nombre, en todo caso es una flor porcina) radichetas delaruistas, PRO(dictadura) y demás alimañas concentradas en la política. Simplemente refrendemos cual es el sentido general- enunciado líneas arriba- del conflicto que conmociona a nuestra Argentina. Y los nombrados, entre otros, se hallan en la vereda opuesta y enemiga del pueblo.
La izquierda, hablando muy en general, en la Argentina ha padecido atávicas dificultades para leer la realidad, que- en no pocas ocasiones- orillaron el vulgar impresionismo, la dipsomanía, el delirio psicótico, el orgasmón originado en narcóticos o la francachela surrealista. Pero los tiempos y la propia paciencia histórica parecen estar agotándose. Cualquier fuerza política puede equivocarse y coincidir con la derecha (alguna vez). Pero cuando se asume constantemente el poco lúcido papel de ala izquierda de la reacción, los militantes más honestos deben hacer un alto y meditar una autocrítica que no es más que el primer e ineludible deber de los revolucionarios. Si se perdió la claridad teórica en aras de adherir a concepciones teóricas superadas claramente y se extravió el rumbo político, tales fuerzas lo pagan con su asilamiento de las masas populares y innegable enanismo (¿onanismo?) intelectual. Pero se pierde hasta el propio sustento ético de la lucha cuando se movilizan fuerzas para que sirvan de mascarada izquierdista para la oligarquía. Que es lo que ocurrió con algunos partidos trotskistas, comparsa lastimosa de la derecha en el piquete fashion del barrio de Caballito. Lamentable y patético.
El Partido Comunista Revolucionario (P.C.R.) tiene una larga trayectoria de casi cuatro décadas de oportunismo. En las actuales circunstancias no desentonó con sus antecedentes y se puso claramente del lado del golpismo agrario. Dentro de 30 años negará la historia, del mismo modo que falseaba los hechos haciéndose los desentendidos de su pasado apoyo al criminal fascista José Lopez Rega.
La Central de Trabajadores Argentinos (C.T.A.) debe dialogar con sus aliados de la Federación Agraria Argentina- una histórica asociación de agricultores que protagonizara luchas fundamentales en nuestro pasado- y marcar a fuego que no hay dos veredas: si se está con el reclamo agrario, se está contra el pueblo. La Federación Agraria cumple el deplorable y triste rol de servir de escondite para los terratenientes mas reaccionarios.
La Confederación General del Trabajo (C.G.T.) debe avanzar más en su compromiso, no limitándose a correctos pronunciamientos escritos; si no a movilizar a las bases contra el golpismo. No puede ser que semejante tarea recale nada más que sobre los movimientos sociales.
El Partido Justicialista (P.J) debe cerrar filas con el proyecto nacional y limitar y contener a los oportunistas y díscolos siempre dispuestos a dar el salto a la otra vereda, si se da vuelta la taba. Se trata de problemas inevitables en una fuerza multitudinaria y variopinta como es el conglomerado P.J-F.P.V.
Las tareas de la etapa
La sedición golpista se presentó abiertamente; pero desplegó una mínima porción de su arsenal de herramientas. Para poder derrotarla es preciso identificar claramente las tareas y acometerlas con la máxima claridad e iniciativa militante. Primero que nada identificar ciertas características especiales del enemigo, como es la centralidad de la Sociedad Rural Argentina (S.R.A.), clase que hace gala de un poder simbólico mucho mas importante que el económico; el cual de todos modos no es pequeño. La centralidad de los patricios terratenientes gremializados en la S.R .A consiste en su capacidad de hegemonizar el bloque dominante. Basta ver la insólita posición de apoyo al paro del grupo Clarín- un conglomerado empresario cuyos intereses económicos se hallan alejados del agro- o el alienado entusiasmo suscitado entre sectores de clase media que no comprenden que parte de su privilegiada situación volará por los aires, en caso de imponerse la oligarquía. Dicho esto queda claro que la tarea central es desenmascaras y asilar a los terratenientes capaces de articular tan complejo frente. Es difícil acceder a las oficinas gerenciales del multimedia para influir en su línea editorial. Pero todo militante debe convertirse en un polemista que desenmascare el avieso discurso de los clarines, naciones, perfiles, criticas y demás conspicuos habitantes del planeta basura massmediático. Por cierto que una de las cuestiones decisivas es influenciar en los sectores de clase media acolitizados por la derecha. De a uno, en grupos o por fracciones de masas es preciso ganarlos o neutralizarlos. Y si no resulta factible, aislarlos todo lo posible.
El ataque que sufre el gobierno presidido por Cristina Fernández es más artero, cuanto más revela la mandataria su enjundia de cuadro político de enorme nivel, mujer por añadidura. La acerada y filosa prosa verbal de la abogada platense- dicha siempre de corrido y sin leer- contrasta manifiestamente con el tosco discurso de Macri (quien al leer confunde las páginas o si habla demuestra el vacío de ideas que lo caracteriza) o los exabruptos proferidos por Carrió. Defender la figura presidencial es parte de la defensa del proyecto.
Resulta necesario también que las centrales de trabajadores asuman su compromiso - en la calle, no sólo en papeles- y convoquen a dar condigna respuesta a la insolencia golpista.
Cuestión decisiva es también construir una dirección unificada que provea señales y consignas claras para los activistas, militantes y simpatizantes del espacio nacional y popular. No puede ser que circulen convocatorias contradictorias. Semejante situación desgasta a los adherentes. Por otra parte, es imperioso unificar esfuerzos por parte de lo más dinámico del espacio: los movimientos sociales y no dispersarse en procura de cuidar el propio espacio de cada uno.
Una cuestión decisiva es que todas las internas- consustanciales e inevitables en cualquier construcción política- queden opacadas frente a la magnitud del desafío golpista. En tales circunstancias, el internismo salvaje es- además de colaboracionismo con el adversario- un ejercicio de suicidio colectivo.
Tal vez puedan sugerirse más tareas para defender el proyecto nacional. Quedará librado a la iniciativa y creatividad de los compañeros. Pero si somos conscientes y consecuentes para defender lo ya logrado, podremos convertir la amenaza oligárquica y golpista en una oportunidad para profundizar el rumbo que nos lleve a construir una Argentina independiente del imperialismo, con plena ocupación, sin marginación social. Para decirlo del modo más fácil posible, que no haya un solo niño con carencias es la mejor derrota de la reacción.
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