Apenas unos días después de que el IFE había reconocido el triunfo de Calderón en septiembre del 2006, el investigador geopolítico Alfredo Jalife-Rhame y el politólogo internacionalista Luis Manuel López Rojas señalaban que la diplomacia mexicana continuaría la política entreguista de Fox, para asegurar que los recursos naturales de México fuesen entregados al capital extranjero.
En una breve retrospectiva histórica, ambos analistas coincidían en que mientras la política exterior de los Estados Unidos ha sido siempre un medio para consolidar su hegemonía mundial, la diplomacia de México -desde Carlos Salinas- sólo encubre la entrega del petróleo, agua, gas y uranio.
Decía entonces López Rojas que Calderón cometería un gran error si desdeñara la política exterior, ya que perdería las oportunidades de México para inscribirse en la globalización.
Jalife Señalaba que las estrategias del Gobierno de Calderón se dictarían desde el extranjero a través de Dick Morris, un judío estadounidense enviado por Bush; Bob Allyn, un tejano que manejó la imagen de Fox en los Estados Unidos, y el español Antonio Solá, vinculado al PP (Partido Popular de España) y enviado por Aznar. Ellos tomarían las decisiones estratégicas fundamentales y las transmitirían a los operadores aldeanos, entre los que señalaba a Mouriño, los Reyes Heroles y Rozental.
Quizá el error más grande de Calderón ha sido continuar los yerros de Fox al improvisar diplomáticos, ya que las relaciones internacionales actuales abarcan aspectos económicos, políticos y culturales que sólo pueden atender los diplomáticos profesionales surgidos del Servicio Exterior Mexicano, creado con recursos fiscales pagados por los mexicanos y con las extraordinarias ideas de los viejos maestros de la diplomacia mexicana, que fue considerada por más de medio siglo entre las mejores del mundo.
Por otra parte, un verdadero líder político no debe presentarse alineado de antemano, porque pierde cualquier oportunidad de negociación, ya que la diplomacia, como toda actividad política, se realiza mediante acuerdos que representan beneficios recíprocos.
No obstante, la colaboración de Calderón con los Estados Unidos ha sido tan solícita que por lo regular se anticipa a sus peticiones. Cabe recordar el caso del supuesto combate al terrorismo en México, en el que Calderón se disfrazó de soldado y convirtió al Ejercito mexicano en policía de los narcos que son un problema interno de los Estados Unidos.
Casi dos años después, las profecías de estos politólogos han quedado cortas, puesto que el entreguismo de Calderón no sólo se inscribe en el sector de los recursos naturales, sino que comprende el desmantelamiento de la producción agrícola y de la investigación científica, la entrega de las empresas mineras a compañías foráneas, la generación de energía eléctrica (30 por ciento del total) a empresas españolas, la privatización de la seguridad social y los servicios de salud, la creación de monopolios privados en la telecomunicación, el transporte aéreo, el acero, el cemento, la industria agropecuaria y muchas más.
Pero lo más peligroso de esta política entreguista es la falta de información de nuestros gobernantes que están siguiendo la misma trayectoria de un gobernante que ha llevado a su país a la ruina económica y moral.
Ni Bush ni Calderón se han enterado de que el modelo neoliberal ha fracasado y que el uso actual de las fuerzas militares para imponer las ideas cuesta mucho más dinero del que generan las riquezas robadas a las colonias.
La paradoja de este entreguismo de Calderón es que mientras los Estados Unidos pueden cambiar de rumbo en noviembre próximo, el de México no podrá ser corregido tan pronto y de forma tan pacífica como el de nuestros vecinos distantes.
Por Alfonso Elizondo / El Norte / REFORMA / sabado, 3 mayo 2008
No hay comentarios.:
Publicar un comentario