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02 mayo 2008

1 de Mayo: ¿aún puede la clase obrera tomar el poder y construir el socialismo?

1. Llevamos casi 120 años recordando aquel primero de mayo de 1889. Aquellos obreros masacrados por los explotadores y sanguinarios capitalistas. Imposible dejarlos de recordar porque esos ejemplos enraízan más nuestros sentimientos a favor de los explotados. Pero también recordamos a los obreros mexicanos masacrados en las huelgas magonistas de Cananea y Río Blanco en 1906 por las fuerzas militares combinadas de yanquis y mexicanos porfiristas. Recordar es vivir, pero también debe obligarnos a pensar en que el Primero de Mayo es un día de combate, de protesta, de reflexión sobre el papel que debemos cumplir como explotados y oprimidos para sepultar este sistema capitalista que, por lo menos los últimos tres siglos, ha mantenido a la inmensa mayoría de la población en la pobreza y la miseria. Ya no basta con celebrar ese día, ahora es necesario transformarlo en un día más de combate contra el sistema de opresión, reivindicando los derechos obreros y a los oprimidos del mundo.

2. El Primero de Mayo es el día mundial del trabajo contra el capital, el día de lucha y combate de los trabajadores contra el sistema de explotación capitalista. Es el día que debe servir para manifestar con mayor claridad y vehemencia la lucha de clases que, obviamente, no puede desaparecer mientras haya clases sociales. ¿O alguien piensa que ya no existen explotadores y explotados? Toda la izquierda del mundo se agrupa con los obreros para conmemorar ese día contra la derecha empresarial y gubernamental que tanto lo odia. En México los anarquistas magonistas lo conmemoraron combativamente hasta que los gobiernos del PRI lo incautaron aboliéndole su lado anticapitalista. En los últimos 25 años, a pesar de que los gobiernos del PRI y el PAN han tratado de desaparecer el recuerdo de ese día, los poquísimos sectores obreros que salen a la calle junto a estudiantes, sectores izquierdistas y anarquistas, lo recuerdan combativamente.

3. Hasta los años sesenta, las corrientes marxistas (leninistas, trotskistas, espartacos, maoístas, guevaristas, todas ellas seguidores de Marx y Lenin) pensaban que la clase obrera indudablemente sería la vanguardia de la revolución proletaria que pondría las bases para construir el socialismo. Los campesinos y las demás clases o sectores oprimidos, sólo jugarían el papel de apoyo a la clase obrera. Se repetía (o repetíamos) que la contradicción principal “antagónica”, natural, irreconciliable en el sistema capitalista, era entre el proletariado y la burguesía, no entre pobres y ricos, campesinos y terratenientes o entre corruptos y honrados, que eran contradicciones secundarias. Se pensaba, de manera general, que la clase obrera, al destruir a la burguesía como clase explotadora se destruía así misma como clase explotada y esto llevaría a la desaparición del trabajo asalariado y la plusvalía. Nada de eso sucedió, pero sigue presente la idea.

4. La realidad es que el papel de vanguardia, así como de enterradora de la burguesía explotadora, siempre se le dio a la clase obrera de la gran industria. Marx había partido de estudios profundos de la economía, la política, la historia en el siglo XIX y resaltaba ante su vista ese enorme papel que jugarían los obreros (principal fuerza productiva, creadora de la riqueza en el capitalismo de su tiempo y las siguientes décadas) y veía que los campesinos, aunque eran el sector más grande en número, no era el sector moderno del capitalismo como tampoco lo eran el artesanado o el miserable marginado. Sólo la clase obrera, que se multiplicaba en todos los países capitalistas modernos, era la clase revolucionaria, la única que podía acabar con la explotación reinante. No se podía pensar que serían los indígenas, los estudiantes, las mujeres o, como hoy, los del sector terciario, del “proletariado de cuello blanco” o de los servicios.

5. La realidad es que el capitalismo, sin dejar de ser un sistema dividido en clases sociales, así como extremadamente injusto en la distribución de la riqueza, sufrió gigantescas transformaciones tecnológicas desde fines del siglo XIX y durante el XX que recompusieron su estructura de explotación. Las grandes fábricas del XIX se transformaron en poderosas empresas internacionales con una tecnología que también transformó la producción. Los obreros crecieron en número pero no en la misma gran proporción que la maquinaria y la producción; surgieron nuevos sectores de clase (la burocracia, los obreros de cuello blanco, los técnicos, los universitarios, los científicos), en fin, todo un gran sector de servicios que desde los años sesenta comenzaron a superar a la clase obrera en importancia para el capital. La misma clase dominante (la burguesía) encontró formas para controlar las organizaciones obreras con el fin de encuadrarlas y dominarlas. La ideología de mediatización jugó importante papel.

6. Los obreros del Manifiesto Comunista (1847), de El Capital (20 años después), de la Primera Internacional y Comuna de París, son distintos a los de la Socialdemocracia reformista de la II Internacional (1889) o de la III Internacional 30 años después. Esta internacional de Lenin, que luego se convertiría en la autora de la consigna creadora de casi todos los partidos comunistas del mundo, había surgido siete décadas después que Marx y Engels lanzaran de grito de “¡Proletarios del mundo, Uníos! o ¡La liberación de los obreros sólo puede ser obra de la clase obrera misma! Si Marx hoy estudiara el sistema de explotación capitalista que sigue predominando en el mundo a los 160 años de su programa comunista, encontraría a la burguesía explotadora mucho más fortalecida, incluso internacionalmente, con un aparato militar de guerra que jamás soñó, con una clase obrera integrada en gran parte al sistema pero con otra dispuesta siempre a luchar, pero ya no pensaría que “sólo la clase obrera”, sino en otros sectores explotados y oprimidas.

7. Hoy pensar en el proletariado (por aquello de que es la clase con más prole) es pensar en toda la clase explotada y oprimida por el capitalismo: obreros, campesinos, indígenas, mujeres, estudiantes, pacifistas, defensores de derechos humanos, teólogos de la liberación, homosexuales, marginados, etcétera. Sin hacer a un lado la intensa difusión de las ideas de la democracia burguesa y formal (que se reduce a lo electoral) con las que se quieren velar o cubrir todo, no se puede tapar la vigencia del pensamiento marxiano de la lucha de clases, del dominio de una clase por otra, de la necesaria revolución violenta o pacífica, según el caso. Pero también la clase opresora no puede reducirse a la fabril como en los tiempos de Marx. Las grandes empresas transnacionales, los bancos mundiales, los grandes monopolios, los poderosos medios de información, la industria armamentista. La batalla entre clases se ha hecho mucho más grande y profunda: los dueños del poder y del capital son mil veces más poderosos por eso la clase explotada también se ha diversificado y se ha extendido.

8. El Primero de Mayo sigue siendo un gran día de lucha. Su objetivo primario de recordar el combate obrero no ha cambiado. Sin embargo hoy es necesario darle mayor profundidad. No basta con recordar románticamente a la clase obrera de aquellos días de 1889 o 1906. Ahora hay que unir a todos los sectores explotados como su gran día: es también el día de los campesinos, los estudiantes, las mujeres; es el día de la clase trabajadora, también de los desempleados y los marginados. Es un día más que prepara la revolución social y también la revolución cultural contra la ideología, la tradición, la cultura y las costumbres burguesas. En México Los electricistas del SME parecen estar en la vanguardia, pero junto a ellos están también otros obreros mineros, telefonistas, refresqueros, de la industria automotriz, así como maestros, indígenas, campesinos y sectores populares. Pero también está la APPO, la CNTE, los zapatistas y todas aquellas izquierdas dispuestas a continuar luchando contra el capitalismo, el imperialismo y las derechas.

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