Rogelio Ramírez de la O
Hoy es claro que hay inflación en el mundo; por ello los bancos centrales de los países emergentes aumentan el interés, pues tienen una meta de inflación que ya fue rebasada. En contraste, la Reserva Federal estadounidense y el Banco Central Europeo (BCE) no pueden aumentar el interés tan libremente. La diferencia es que las acciones de estos bancos tienen efectos profundos en el sistema financiero mundial.
Y el sistema financiero está apenas entrando a una nueva etapa de problemas. Una muestra: Merril Lynch tuvo que obtener capital fresco vendiendo 31 mil millones de dólares de valores respaldados por hipotecas (valores de los que fue el principal creador) a sólo 22 centavos de su valor original.
El dilema para la Reserva Federal es claro. Si atiende a su mandato de controlar la inflación, aumentaría el interés. Pero si lo hace causaría aún mayores pérdidas al sistema financiero, el cierre de muchos bancos pequeños (que ya está comenzando a ocurrir) y mayor escasez de crédito. Para una economía que ya muestra debilidad, un mayor apretón de crédito podría ser letal.
Por otra parte, si intenta evitar una recesión, debe seguir inyectando liquidez para que los grandes bancos tengan crédito, aceptando a cambio carteras hipotecarias y de otros préstamos de dudoso valor. Además, el gobierno tendrá que aumentar sus apoyos a la economía familiar, por encima de los reembolsos de impuestos a los contribuyentes que ya hace, por 168 mil millones de dólares, y del paquete de apoyo a hipotecas ya aprobado de 300 mil millones.
Estas acciones hasta ahora sugieren que las autoridades estadounidenses seguirán corriendo riesgos con la inflación para evitar la recesión. Lo hacen confiadas en que la debilidad de la economía y las pérdidas de riqueza debiliten la demanda y eventualmente reduzcan los precios del petróleo y otras materias primas, contribuyendo a una menor inflación.
Pero nada garantiza que la inflación una vez desatada no cause estragos mayores, como provocar un rechazo al dólar por los inversionistas de otros países, orillando al gobierno estadounidense a intervenir cada vez más en los mercados. Hoy el secretario del Tesoro, Hank Paulson, está dispuesto a intervenir abiertamente, después del rescate de Bear Stearns que encabezó. Ha solicitado al Congreso permiso por 18 meses para dar crédito ilimitado a las dos entidades proveedoras de hipotecas y garantías hipotecarias o para invertir en ellas.
Esto hace que el escenario de recesión y riesgo inflacionario de hoy sea muy distinto y más peligroso que las dos recesiones anteriores, en 1990 y 2001. Para empezar, la coexistencia de altos aumentos de precios con una demanda débil sólo se había visto en un breve periodo durante la Gran Depresión de 1929-1939 y en la estanflación de 1974-75. En ambos casos la recuperación económica tomó mucho tiempo. México, en particular, sufrió tanto en los años 30, cuando la economía se desplomó, como en 1974-75, cuando la inflación se disparó. Ambos casos son extremos, vista la situación actual como menos apremiante al día de hoy.
Pero otros resultados económicos y otras decisiones de las autoridades están aún por ocurrir y el margen para el error humano es enorme. La Reserva Federal tratará de evitar los extremos, pero su margen de maniobra es cada vez más limitado. Como ejemplo, después de una burbuja de bienes raíces, Japón cayó en una recesión de más de 10 años, apenas en los 90.
El destino económico de México seguirá indisolublemente ligado al de Estados Unidos. Aun si EU escapa de la inflación y la recesión, su recuperación será lenta y el crecimiento de México muy limitado. Si en ese escenario el gobierno cuidara lo cualitativo, por ejemplo, la seguridad, la austeridad en su gasto, la calidad de la educación y la honestidad, avanzaría mucho. Si ni siquiera logra progreso tangible en estos campos, va a causar que los efectos de la falta de crecimiento se magnifiquen peligrosamente. Los resultados los veremos pronto.
Hoy es claro que hay inflación en el mundo; por ello los bancos centrales de los países emergentes aumentan el interés, pues tienen una meta de inflación que ya fue rebasada. En contraste, la Reserva Federal estadounidense y el Banco Central Europeo (BCE) no pueden aumentar el interés tan libremente. La diferencia es que las acciones de estos bancos tienen efectos profundos en el sistema financiero mundial.
Y el sistema financiero está apenas entrando a una nueva etapa de problemas. Una muestra: Merril Lynch tuvo que obtener capital fresco vendiendo 31 mil millones de dólares de valores respaldados por hipotecas (valores de los que fue el principal creador) a sólo 22 centavos de su valor original.
El dilema para la Reserva Federal es claro. Si atiende a su mandato de controlar la inflación, aumentaría el interés. Pero si lo hace causaría aún mayores pérdidas al sistema financiero, el cierre de muchos bancos pequeños (que ya está comenzando a ocurrir) y mayor escasez de crédito. Para una economía que ya muestra debilidad, un mayor apretón de crédito podría ser letal.
Por otra parte, si intenta evitar una recesión, debe seguir inyectando liquidez para que los grandes bancos tengan crédito, aceptando a cambio carteras hipotecarias y de otros préstamos de dudoso valor. Además, el gobierno tendrá que aumentar sus apoyos a la economía familiar, por encima de los reembolsos de impuestos a los contribuyentes que ya hace, por 168 mil millones de dólares, y del paquete de apoyo a hipotecas ya aprobado de 300 mil millones.
Estas acciones hasta ahora sugieren que las autoridades estadounidenses seguirán corriendo riesgos con la inflación para evitar la recesión. Lo hacen confiadas en que la debilidad de la economía y las pérdidas de riqueza debiliten la demanda y eventualmente reduzcan los precios del petróleo y otras materias primas, contribuyendo a una menor inflación.
Pero nada garantiza que la inflación una vez desatada no cause estragos mayores, como provocar un rechazo al dólar por los inversionistas de otros países, orillando al gobierno estadounidense a intervenir cada vez más en los mercados. Hoy el secretario del Tesoro, Hank Paulson, está dispuesto a intervenir abiertamente, después del rescate de Bear Stearns que encabezó. Ha solicitado al Congreso permiso por 18 meses para dar crédito ilimitado a las dos entidades proveedoras de hipotecas y garantías hipotecarias o para invertir en ellas.
Esto hace que el escenario de recesión y riesgo inflacionario de hoy sea muy distinto y más peligroso que las dos recesiones anteriores, en 1990 y 2001. Para empezar, la coexistencia de altos aumentos de precios con una demanda débil sólo se había visto en un breve periodo durante la Gran Depresión de 1929-1939 y en la estanflación de 1974-75. En ambos casos la recuperación económica tomó mucho tiempo. México, en particular, sufrió tanto en los años 30, cuando la economía se desplomó, como en 1974-75, cuando la inflación se disparó. Ambos casos son extremos, vista la situación actual como menos apremiante al día de hoy.
Pero otros resultados económicos y otras decisiones de las autoridades están aún por ocurrir y el margen para el error humano es enorme. La Reserva Federal tratará de evitar los extremos, pero su margen de maniobra es cada vez más limitado. Como ejemplo, después de una burbuja de bienes raíces, Japón cayó en una recesión de más de 10 años, apenas en los 90.
El destino económico de México seguirá indisolublemente ligado al de Estados Unidos. Aun si EU escapa de la inflación y la recesión, su recuperación será lenta y el crecimiento de México muy limitado. Si en ese escenario el gobierno cuidara lo cualitativo, por ejemplo, la seguridad, la austeridad en su gasto, la calidad de la educación y la honestidad, avanzaría mucho. Si ni siquiera logra progreso tangible en estos campos, va a causar que los efectos de la falta de crecimiento se magnifiquen peligrosamente. Los resultados los veremos pronto.
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