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26 septiembre 2007

LUCAS 16, 19-31 / EL RICO Y LÁZARO

El Evangelio (Leccionario Domingo 30-07-2007)

19 También contó Jesús esta parábola: Había una vez un hombre rico que se vestía con ropas muy lujosas y organizaba a diario espléndidos festines. 20 A la puerta de su casa solía sentarse un mendigo enfermo llamado Lázaro. Tenía el cuerpo lleno de llagas, 21 y ansiaba poder comer hasta hartarse aunque solo fuera de las migajas que caían de la mesa del rico. Los perros se acercaban a él, y le lamían las llagas. 22 Cierto día murió el mendigo Lázaro y los ángeles lo llevaron junto a Abraham. Algún tiempo después murió también el rico, y fue sepultado. 23 Despertó el rico en el Hades, el lugar de los muertos; y en medio de los tormentos que padecía vio de lejos a Lázaro, que estaba con Abraham. 24 Entonces gritó: ¡Padre Abraham, ten compasión de mí! ¡Envíame a Lázaro, para que siquiera moje un ded/o en agua y me refresque la lengua, porque estoy sufriendo mucho en estas llamas! 25 Abraham le respondió: Hijo, recuerda que tú tuviste en la vida toda clase de bienes, mientras que Lázaro solamente tuvo males. Ahora él está aquí, y recibe consuelo, en tanto que tú eres atormentado. 26 Además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo infranqueable: nadie puede pasar de aquí a vosotros, ni de ahí puede nadie pasar aquí. 27 El rico siguió suplicando: Pues, por favor, padre Abraham, envía a Lázaro a casa de mi padre, 28 para que explique a mis cinco hermanos cómo es eloste lugar de tormento, y que así ellos puedan evitarlo. 29 Abraham le respondió: Ya tienen en las Escrituras a Moisés y los profetas, que les advierten del peligro. Lo que han de hacer es escucharlos. 30 Padre Abraham, insistió el rico, eso no lo harán; pero si alguien de entre los muertos fuera a hablarles, seguramente se apartarían del pecado. 31 Le contestó Abraham: Si no escuchan lo que dicen Moisés y los profetas, tampoco harán caso a otro, aunque se haya levantado de entre los muertos.

La perícopa está formada por una parábola (según algunos autores no es una parábola sino una historia), vs. 19-26, contada por Jesús (no está claro si a sus discípulos a los fariseos), seguida por una exhortación a la conversión, usando la forma de un diálogo entre el rico y Abraham. Esta parábola es la contracara de la del administrador infiel, texto del domingo pasado. Comienza exactamente de la misma manera que aquélla: “Era un hombre rico...” que se podía dar el lujo de derrochar en grandes fiestas y vestirse con la ropa más cara. En el portal de su casa vivía un hombre tan pobre que hubiera querido hartarse con las migas que caían de la mesa del rico. Este hombre era un mendigo, con llagas, llamado Lázaro. El contraste es impresionante, y para nuestras ciudades y pobres hoy, para nada exagerado. Llama la atención que sólo uno – el pobre, el de las llagas, el que más ha sufrido – tiene nombre, y es quien es llevado por ángeles al seno de Abraham. “El seno” o regazo de Abraham remite a la costumbre de comer con la mano derecha, reclinados sobre el costado izquierdo y con la cabeza apoyada en el pecho del que estaba a la izquierda de uno. Si es así, hay aquí una compensación: Lázaro, que nunca tomó parte en las fiestas del rico, ahora está próximo a Abraham en esta “fiesta post mortem”.


Del otro se dice que “también murió y fue sepultado”, señal de que estaba bien conceptuado en la comunidad, que no había obtenido sus riquezas por medios ilegales. No se dice adónde es conducido, aunque el desarrollo posterior indica que puede ver a Abraham y a Lázaro desde donde se encuentra. De su diálogo con Abraham quedan claras dos cosas: a) que acepta como justo el castigo que se le ha impuesto (pero se los querría evitar a sus hermanos) y b) que la suerte de cada uno/a se determina en vida, después no hay posibilidad de cambios. El lugar de los muertos es el Hades, no es el infierno. Allí, el rico reconoce a Lázaro ¡para que le sirva! Acostumbrado a tener esclavos y ser atendido, ni siquiera se le ocurre otra posibilidad que pedir que Lázaro vaya a llevarle agua.


El diálogo de los vs. 27-31 hace explícitas las conclusiones de la historia narrada en 19-26: lo que Jesús enseña, lo que espera de sus discípulos es que cumplan “la Ley y los Profetas”, las Escrituras, que vivan el Reino nuevo según el ideal de un pueblo bendecido por Dios y solidario entre sí. En el v. 14 Lucas ha acusado a los fariseos de ser amigos del dinero; una afirmación estereotipada, parte de su estrategia narrativa, que indica que – desde la crítica de los profetas de antiguo – preferían la solvencia económica y el prestigio social a la justicia.

Comentario

La parábola no se pregunta si el rico consiguió el dinero injustamente o no. Lo que pinta es la provocación que causa el contraste entre la riqueza y la pobreza extremas, y la falta de entrañas del hombre rico. Enfoca rápidamente en lo que sucede cuando ambos mueren, predicando por medio de su estructura esa urgencia que transmite también con su mensaje. Los contrastes entre ambos personajes son grandes. Como indican quienes han estudiado el capítulo con la ayuda del estructuralismo, no se puede concebir uno sin el otro; hay un pobre como Lázaro porque hay un rico como éste.

Prédica

1. Lucas no escribe contra los fariseos, sino para una comunidad cristiana donde hay preguntas o problemas en lo que concierne al uso del dinero. Por ende, la predicación ni remotamente debe contribuir con los estereotipos antisemitas corrientes en nuestras sociedades, que hacen de todos los judíos “amigos del dinero” o “comerciantes”. 2. La cuestión no es cuánto dinero tenemos, cuán ricos somos, sino cómo lo usamos, y en esto nadie está exento/a. 3. Al final, es aquello que la Biblia pone tan crudamente: o Dios o Mamón: “allí donde pongas tu corazón está tu Dios”.

Mercedes García Bachmann, ISEDET

http://www.selah.com.ar/

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