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27 noviembre 2007

CARLOS DICKENS: Su carácter – sus obras

Entre los escritores mas notables del siglo XIX figura el novelista inglés Carlos Dickens, cuyas obras, con justicia han llamado la atención pública en ambos mundos.

Muy hábil, como Walter Scott, en la descripción de lugares y personas, dotado de una sensibilidad exquisita y de un espíritu de observación fino y sagaz, Dickens no se ha consagrado a la novela histórica, sino a la moral, y en ella, por su dulce gracejo, por su agudeza y por su profunda filosofía, tiene muy pocos rivales, si es que los tiene.

En sus cuadros, no solo retrata con la mayor fidelidad las costumbres inglesas, sino que encierra en ellos siempre una lección de la mas sana y pura moral, dándoles así un interés de que carecen todas las copias fotográficas de costumbres, cuando no tienen por objeto la corrección de un vicio ó la enseñanza de algo bueno y útil.

Muy al contrario de algunos novelistas franceses que solo cuidan de herir la imaginación, sin hacer mayor caso de la verosimilitud, y que procuran conmover aun sacrificando la moral, presentando a veces a la vista de inocentes lectores cuadros de una repugnante disolución, ó pintando el vicio con colores brillantes, Dickens describe con verdad, omite toda escena que pudiera herir el pudor, y se afana en anatematizar lo malo, haciendo amar la virtud por los admirables encantos de que sabe rodearle.

El escritor inglés es un narrador apacible, sencillo y lleno de gracia, y en esto, por mas brillantes que sean, no le aventajan los mas distinguidos en el mundo, siendo apenas iguales a las suyas las hermosas leyendas de Enrique Zschokke y de Clemencia Robert. Dickens tiene la verba, la experiencia y la agudeza del abuelo que narra las veladas del hogar entretenidas historias a sus hijos; tiene la filosofía y el tino del que se propone conmover a una asamblea de gente sencilla, y a veces posee una elocuencia arrebatadora y entusiasta. Pero en lo general es el narrador de la familia. Por eso en Inglaterra y en los Estados Unidos, cuyas costumbres se presentan a la aceptación de esta especie de narraciones que podríamos llamar evangélicas, las obras de Dickens son leídas con avidez y se han hecho de ellas numerosas ediciones, unas veces ilustradas magníficamente, y otras económicas para ponerlas al alcance de todas las clases.

Sinceramente deseamos que el género de Charles Dickens se cultive en México. Sus ventajosos resultados serian palpables en poco tiempo, y el gusto por la lectura cundiría entre el pueblo prodigiosamente, porque para hacer una novela popular, bastan la exacta pintura de costumbres, el estilo que, sin dejar de ser elegante, sea sencillo, y la bondad y el amor a los desgraciados, que deben resplandecer en las palabras del escritor. Charles Dickens nació en Portsmouth in 1812, y su padre John Dickens, separándose del servicio, fue a Londres y colocó a su hijo en el estudio de un abogado en calidad de escribiente. Pero el joven Charles se aficionaba ya con prisa a la literatura, y comenzó a escribir algunos artículos en el Morning Chronicle, que estaba entonces muy en boga, dirigido por John Black. Este notó desde luego las buenas disposiciones del escritor principiante para la crítica y la sátira, y le encargó que hiciera las revistas de teatros, lo que él ejecutó publicando numerosos artículos que llamaron la atención y que hoy están coleccionados bajo el título de “Sketches by Boz” (Bosquejos por Boz). * * *

En seguida apareció Nicholas Nickleby, novela que tiene por objeto pintar las horribles crueldades con que se atormenta a los niños pobres en las escuelas baratas, particularmente en algunos condados del norte de Londres. El autor manifestó en su prefacio que había sido testigo de hechos que refería, en una visita que hizo al condado de Yorkshire, y a este propósito se cuenta una anécdota. Un maestro de escuela se creyó retratado en la novela y entabló un juicio contra Dickens; pero el abogado de este contestó diciendo: que el demandante era tuerto (y en efecto lo era) y el personaje pintado por el autor tenía los dos ojos buenos, con lo que el juicio no se continuó y el maestro de escuela quedó confuso y vencido. * * *

Dickens influyó en la fundación de un periódico barato para la propagación de las ideas liberales y de la educación, y este fue el origen del mencionado Daily News, de que nuestro novelista fue el principal redactor y editor.

Separado después de esta empresa, se consagró de nuevo a sus novelas pequeñas y morales, y escribió la serie que intituló “Christmas Stories” (Historias de Navidad), y a ella pertenecen la que se intitula una canción de Navidad, o como la llamaría un español un villancico “A Christmas Carol,” y que es el cuento mas bello y conmovedor que hemos leído. “The Chimes” (Los repiquetes) 1845; “The cricket on the hearth” (El grillo en el fogón) 1846; “The battle of life” (La batalla de la vida) 1846; “The haunted man and the ghost’s bargain” (El contrato con un aparecido) a los cuales se han seguido después para completar la serie, otros ocho pequeños cuentos, entre los cuales está el bellísimo intitulado El Doctor Marigold. * * *

Aunque no es conocido como poeta, sin embargo, nosotros hemos leído dos composiciones suyas bellísimas, “A word in season” (Una palabra oportuna), y otra intitulada: “The Children,” tan hermosa y tan tierna, que nos sentimos inclinados a traducirla, y lo haremos quizá dentro de poco. Tiene versos y pensamientos de un sabor evangélico y divino, y se revela en ellos esa inmensa bondad que es como el fondo del carácter de Dickens. Este tiene hoy 57 años; pero su naturaleza sana, robusta y vigorizada por el constante ejercicio físico y costumbres sencillas, promete hacerle vivir aún largo tiempo. Escritor infatigable y sincero amigo del pueblo, no descansa en sus trabajos civilizadores, y la tierra de Shakespeare, de Milton, de Byron y de Walter Scott, aumentar sus tesoros literarios con nuevas obras de este gran moralista, que en unión de Bulwer, mantiene con honor la reputación gloriosa que el Cervantes escocés supo dar a la novela inglesa.

—IGNACIO M. ALTAMIRANO | Revista “El Renacimiento” | México, Enero 26 de 1869

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