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27 noviembre 2007

EL IRREDENTO OPTIMISMO DE CALDERÓN

ÍNDICE POLÍTICO

FRANCISCO RODRÍGUEZ


CELEBRO QUE EL ocupante de Los Pinos sea un irredento optimista.

Celebro, pero me preocupo, ante tanta injustificada alegría del señor Felipe Calderón.

Y no crea usted que soy el único. Debe haber millones en el país que se preguntan a qué obedece la actitud risueña del "res-pon-sa-ble-de-la-con-duc-ción-del-pa-ís", ante la catástrofe que está por llegar.

Mire usted si no, pues tan sólo en el renglón económico –obviemos hoy lo social y lo político--, me sorprendió apenas hace unos días quien al viejo estilo tricolor va que vuela para "primer panista del país" advirtió, mutatis mutandi, que la inminente crisis económica que se vivirá en los Estados Unidos, a partir del estallido del conflicto hipotecario en los mercados financieros, debe valernos Wilson a los mexicanos.

"Pase lo que pase", dijo --quizá rememorando que ocupa Los Pinos "haiga sido como haiga sido"--, México saldrá indemne de esos avatares que traen más que ocupados a los financieros de Wall Street, quienes ya están hasta trabajando en el rescate planetario de HSBC, luego de que otras importantes instituciones bancarias están haciendo agua por todas partes.

¿Pensará el señor Calderón que el muro fronterizo nos protege de las calamidades? Yo no lo creo, pues tal tapia no es tan alta. Y con todo y que sea de acero y hormigón, yo no lo veo de tan grandes dimensiones, como para retachar a territorio del Tío Sam, todas las calamidades que, junto con nuestra propia crisis están al llegar.

¿Imaginará acaso el señor Calderón que con las halagüeñas cifras macroeconómicas todos los micros y minis del país estamos celebrando como él lo hace cuando se reúne con los barones del dinero?

Y es que nos dicen que la Bolsa de Valores va bien… pero el 99.99 por ciento de la población del país no invierte sus ahorros escasos –si los tiene— en el mercado bursátil.

Las reservas internacionales que han alcanzado su nivel histórico más alto no pueden canalizarse a la satisfacción de necesidades sociales, al pago de la abultada deuda pública, ni al financiamiento de proyectos productivos. Por lo mismo, la población del país no aprecia ni tampoco recibe beneficios de las muchas decenas de miles de de dólares que quién sabe dónde tendrá depositados –y generando intereses— el Banco de México.

Lo macro va bien, dicen. Pero la verdad es que la economía del país permanece estancada y por lo mismo el desempleo tiende a crecer junto con la ocupación informal, el "changarrismo" que sólo permite sobrellevar una vida llena de privaciones a millares de familias, pero que no contribuye al desarrollo de la capacidad productiva y mucho menos puede considerarse un elemento capaz de fortalecer la estructura económica.

De acuerdo con las estadísticas del Banco Mundial, México ocupa el lugar 59 entre todas las naciones del mundo y sigue siendo considerado como un país en vías de desarrollo, periférico o subdesarrollado, como se le suele catalogar según las distintas corrientes del pensamiento económico.

¿Y una crisis económica en un país desarrollado no nos afecta?

No. No entiendo el optimismo desbordado del señor Calderón. Me preocupa, sobremanera, que no se dé cuenta de la realidad. ¿A usted no?

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