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27 noviembre 2007

La Ley Debe Ser para Todos

Por Iván H.

El pasado domingo en la plancha del zócalo capitalino se llevó a cabo la reunión de la Tercera Asamblea de la Convención Nacional Democrática encabezada por Andrés Manuel López Obrador. En este acto, el peje rendía su primer informe de actividades, y mientras la senadora Rosario Ibarra de Piedra daba a conocer un análisis sobre la situación de los derechos humanos en nuestro país, las campanas de catedral comenzaron a repicar para llamar a misa. Sin embargo, la espuma empezó a subir cuando el sonido de las campanas no cesó durante aproximadamente doce minutos. De este modo, los asistentes a la Asamblea comenzaron a preguntarse (motivados por un cuestionamiento lanzado por la senadora Ibarra de Piedra) si el tañir de las campanas saludaban a la convención o si por el contrario lo que pretendían era callar la voz del pueblo. Y ahí fue donde se desató todo. Acto seguido, algunos miembros de la convención irrumpieron en la catedral buscando la explicación al por qué las campanas repicaron de forma tan insistente; mientras tanto, en los corredores de catedral los fieles que se encontraban a punto de iniciar con la celebración eucarística formaron parte de un agarrón junto con los asambleístas, zafarrancho que no representó mayor problema que el lanzar improperios e insultos unos a otros, además de darle un buen susto al deán que oficiaría la homilía (Norberto Rivera no se encontraba en catedral, y de hecho ni siquiera estaba en México, andaba en Roma).

Luego de intercambiar insultos y demás, los inconformes expresaron que lo que había sucedido con las campanas no era más que un acto de provocación de parte de la alta jerarquía católica. Sin embargo, luego de unos minutos los inconformes comenzaron a salir de catedral, no sin antes continuar con sus consignas bajo las llamadas de atención de parte de los fieles que ahí se encontraban.

Pero el problema no paró ahí. Luego de todo este conato de bronca, la Arquidiócesis de México decidió cerrar las puertas de catedral hasta que el gobierno, tanto capitalino como nacional, pudiera garantizar la libertad de culto, en un acto que calificaron de violación al derecho del libre ejercicio de la fe religiosa. Hasta aquí no hay ningún problema, cada quien tiene su propio derecho y ejerce su libertad (garantizada en la Constitución ); la cuestión que nos deja pensando es cómo la iglesia, ante la afectación de sus propios intereses, se levanta rápido el hábito y responde a las patadas. Cierto es que los fieles deben de permanecer seguros en un edificio público como lo es catedral, pero también es cuestionable el hecho de pensar que en el tañir de las campanas hubiera una cuestión más política que religiosa. Además señores, no seamos doble caras, la poca tolerancia (no sólo religiosa) es un hecho que día a día se vive entre las paredes de los templos de nuestro país. El hecho de que los líderes de la iglesia católica en México sean capaces de poder opinar libremente acerca de asuntos que no les conciernen (por ley no están autorizados) como la política, y aquellos de orden social (aborto, homosexualidad, entre otros, donde la persona es capaz de decidir libremente y está respaldada por el estado), y que puedan prácticamente meter la cuchara en todos los asuntos de nuestro país no es más que una muestra clara de la hipocresía y la doble moralina que se vive en nuestro país. Un arzobispo que es cuestionado sobre su opinión acerca de las elecciones, o de la designación de un presidente, o sobre otros asuntos que conciernen a otras esferas, es un arzobispo que no tiene respeto por las instituciones democráticas y nacionales. Y no se pretende ofender a nadie. La idea es crear conciencia respecto al hecho de que la iglesia católica debe de dedicarse única y exclusivamente a sus asuntos, pero reconocer el hecho de que como tales son ciudadanos. Entonces, cuando vengan de nuevo delitos de pederastia o violaciones a los derechos de menores, no salgan con que únicamente ellos (los religiosos y sus tribunales) son los que pueden ejercer algún tipo de acción en contra de los que resulten culpables. La justicia es (o debiera ser) pareja, si ellos consideran que tienen la autoridad moral para poder denunciar “actos vandálicos”, entonces levanten la cara y enfrenten la justicia de los hombres cuando sus mismos hombres agredan los derechos (reconocidos) de los demás. Al final, todos somos ciudadanos, y como tales, debemos de responder ante la justicia en el caso de que sea requerido. Si no, ¿pa'que nos hacemos güeyes ?

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