“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Para los muchos que consideramos que el proceso electoral de 2006 estuvo marcado por la marrullería contra la Alianza por el Bien de Todos y por la manipulación fraudulenta de la contabilidad electoral, el mandato de la mayoría -no sólo de una parte del electorado- fue en el sentido de impulsar el Proyecto Alternativo de Nación y, dentro de ello de manera relevante, preservar y vigorizar el correcto aprovechamiento del patrimonio nacional para beneficio del país, con especial énfasis en el tema de los recursos energéticos. El hecho de que el mandato popular haya sido violado por el fraude no sólo no lo cancela, sino que lo fortalece y lo eleva a la condición de asunto toral en la determinación del quehacer nacional. La discusión del tema energético no ha podido darse en los términos formales del debate democrático, sino que ha sido materia de la manipulación desinformativa y los cabildeos tras bambalinas. Los promotores de la apertura del sector a la inversión privada, temerosos ante la fuerza de la movilización que se empeña en defender el carácter público del mismo, se amañan para intentar debilitarla por desgaste y encontrar la mejor oportunidad para dar el zarpazo. No de otra manera se entiende la costosísima campaña negativa reemprendida contra la figura de Andrés Manuel López Obrador, tanto en los medios de comunicación, como en la alimentación de los conflictos al interior de la corriente nacionalista y su exagerada exhibición al público.
López Obrador convocó a debatir el asunto; incluso retó a los promotores de la apertura a discutir públicamente sobre la materia. El coordinador panista en el Senado, Santiago Creel, aceptó el reto y luego se retiró, por instrucción superior. La respuesta oficial se limitó a decir que el debate se da en las cámaras y entre los legisladores, punto. Ante tal respuesta, el Presidente Legítimo solicitó a los principales medios de información electrónica la oportunidad para informar al público su argumentación en defensa del patrimonio nacional y su propuesta de recuperación de las empresas públicas del sector energético. Con muy honrosas excepciones, la respuesta de los medios ha sido el silencio.
El pasado domingo 24 de febrero, en el sitio en que se ubica la torre de oficinas de PEMEX, se realizó una concentración convocada por la Convención Nacional Democrática y los partidos del Frente Amplio Progresista, en la que se propusieron y aprobaron las medidas de la movilización pacífica en defensa del petróleo nacional, que van desde tomas de oficinas e instalaciones petroleras y cierres de carreteras y aeropuertos, hasta el paro patriótico; dosificadas tales medidas en función de la insistencia en la apertura y entrega de sus promotores. La respuesta del poder mediático fue inmediata para descalificar a AMLO, calificándolo de intolerante y de rehuir al diálogo para dirimir las diferencias. ¡Pelea limpio! Gritaban los romanos al cristiano que alcanzó a morder un testículo del león que habría de engullírselo. Así gritan quienes, dueños del micrófono y de la pantalla, pretenden desprestigiar a la movilización.
Como todo acto de masas, el del domingo no estuvo exento de la manifestación de los conflictos internos. Un sector del público abucheó al diputado González Garza, coordinador de la bancada perredista en San Lázaro, al momento de exponer la decisión de los legisladores del FAP de llegar a la huelga legislativa en caso de pretenderse imponer leyes que permitan la apertura energética, lo que obligó a la intervención de Andrés Manuel para reclamar respeto al orador. Al terminar el acto, un grupo de manifestantes atacó verbalmente al senador Carlos Navarrete. En ambos casos la referencia fue la actitud de los legisladores que, a juicio de los manifestantes, ha transigido con el gobierno ilegítimo. Coincide el hecho con la pertenencia de ambos al grupo que postula a Jesús Ortega a la presidencia del PRD, también catalogado como aperturista y negociador. Lo desafortunado del caso es que, en la desinformación de los medios, lo sustantivo de la reunión quedó opacado por el sensacionalismo de la confrontación. Lo peor del caso es que, con la delicadeza de elefante que les caracteriza, los implicados han seguido el juego mediático echando gasolina a la hoguera. Independientemente de la pureza o la perversidad de quienes dirigieron el reclamo, lo notorio es la falta de experiencia de quienes lo recibieron. El que se mete a dirigente sabe, desde la preparatoria o desde la asamblea de la sección sindical, que se arriesga a la confrontación a la hora del discurso, pero debe saber enfrentarla y dominarla. Es lamentable que González Garza no tenga esa experiencia. Me resultó más lamentable ver a Carlos Navarrete, un viejo lobo de mar, envuelto en las redes de Denisse Merker en su programa de televisión, en el que funge como entrevistadora, opinadora, debatiente y, además, dueña del micrófono y del tiempo. Navarrete fue a decir que ellos, los senadores y diputados, confían en el debate parlamentario y en convencer con razones a sus opositores, dando por descalificada la movilización popular o, por lo menos, permitiendo que la manipuladora dejara en el público esa impresión.
Más allá de las minucias y los gajes del oficio, la movilización marcha y al tal Calderón le tiemblan las corvas; sabe que no será suficiente con lograr la aprobación legislativa. El paro patriótico puede obligarlo a renunciar.
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