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19 agosto 2008

Gordillo

José Blanco

La maestra Gordillo es un producto más del corrupto sistema corporativo de partido cuasi único que nos gobernara por décadas. Lo mismo puede decirse de sus antecesores, o de Deschamps y sus antecesores, y así ad nauseam.

Pero no porque ello sea sociológicamente cierto esa política mexicana está exenta de responsabilidades de lo que ocurre en la formación básica de sucesivas generaciones de niños mexicanos. Nada la exime de sus atroces declaraciones y menos de sus actos. Sume a los daños cometidos los millones de pesos que han ido a parar a sus bolsillos y los de su cofrades, a la vista de quien quiera ver su estilo de vida.

Hace poco estuvo en la firma con otro distinguidísimo personaje: el góber precioso, de la Alianza por la Calidad de la Educación; aunque resulte impensable, fue un hecho que estos dos incultivables cerebros hablaron de calidad educativa.

La inefable maestra advirtió sobre “el desempleo de maestros ante la falta de vacantes proporcionadas por la Secretaría de Educación Pública (SEP) y los estados”. Dijo Gordillo “que en todo el país hay 25 mil egresados normalistas que demandan un lugar, la SEP sólo puede ofrecer 6 mil vacantes. Muchos dicen qué vamos a hacer con los exámenes de oposición para las plazas, yo me preocupo seriamente, 25 mil demandantes a plazas y tenemos apenas 6 mil plazas, pregunto, producto de qué es esto, ¿es responsabilidad del SNTE?”

Era un momento previo a la presentación por parte de 87 mil profesores del primer examen de oposición, que rápidamente empezó a enseñar la punta del iceberg del yermo político que son las escuelas normales que por décadas ha administrado el SNTE: dos de cada tres profesores reprobaron el examen. Resultado obligado de la formación que reciben en las normales. Tenemos, con ese examen, por primera vez un diagnóstico muy inicial sobre la preparación que poseen los mentores que aspiran a incorporarse al sistema educativo.

Podemos suponer que tendremos ahora al menos 6 mil 275 profesores con los conocimientos mínimos para responsabilizarse de los niños que inician su camino escolar. Se han anunciado programas para los profesores en funciones, pero la prueba Pisa nos ha hablado claro de cuál es el lamentable estado en que se encuentran los egresados de la escuela de formación básica.

México no puede soltar ya la hebra que acaba de tomar por la punta. Es inmensa la madeja que de ahí derivará y existe un campo inacabable para la formulación de políticas educativas que vayan abarcando todos los niveles.

Del mismo modo que estos primeros 6 mil 275 serán certificados por una evaluación, pronto se impondrá revisar los términos y contenidos de esa evaluación.

De otra parte, en algún momento del próximo futuro tendrán que ser certificados adecuadamente todos los profesores en funciones. La maestra ya se refirió a la alta demanda de aspirantes a mentores de la escuela básica. Pero no le pasa por las mientes la indispensable planeación de la oferta de profesores para ese nivel educativo, a la luz de la gradual inversión de la pirámide poblacional.

Por otro lado, hay mucho trabajo por delante para definir con claridad y certidumbre el paradigma educativo que regirá a la formación elemental. No puede tratarse de la mera repetición de nuestros métodos del pasado, ahora con profesores certificados. Los niños deben ganar en autonomía con la mayor velocidad posible. No podemos seguir siendo una sociedad que debe ser llevada de la manita, no nos vayamos a perder. Los niños tienen que ganar el mayor número de habilidades y destrezas con rapidez. Justamente su edad se los permite.

Y si eso es así, es preciso evaluar los programas con los que están formándose y con los que se formarán los profesores del futuro.

Un número significativo de las escuelas normales no ha sido en el pasado un espacio de formación de docentes, sino una escuela de política rastacuera controlada por el SNTE. “Estudian” ahí para pasar a ser “bases” de la maestra, para convertirse en presidentes municipales, acaso un día diputados locales, en dirigentes sindicales comisionados (los hay por miles), en funcionarios de la SEP y de las secretarías de educación de los gobiernos estatales. Conforman una red de poder tan invisible como efectiva. La venta y la herencia de plazas han sido una constante durante décadas y la corrupción con las cuotas de los propios profesores es un secreto a voces; hablamos, no lo olvidemos, del sindicato más grande de América Latina. Este monstruo debe morir, si queremos tener escuelas normales para la formación de docentes, si queremos reformas educativas en esas instituciones, que después reviertan los nuevos métodos educativos hacia las aulas de las escuelas de formación básica.

Si ello no ocurre, será imposible tener un día una buena escuela secundaria, un bachillerato digno de su nombre y una educación superior para una nación que se desarrolla. Una buena escuela se forma, según dijo convincentemente Pero Grullo, de buenos maestros y de buenos estudiantes. Y, todo, todo, empieza en las escuelas normales, y en las escuelas de formación básica, con profesores evaluados y certificados, y con paradigmas educativos a la altura de la sociedad del conocimiento y la información. Y nada, nada, de todo ello será posible con esa malformación social purulenta llamada SNTE.

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