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04 mayo 2007

De los dichos a los muertos

Manda lectora:

va este otro. Tal parece que se están puliendo varios editorialistas. Su crítica cada vez es mas comprometida con la sociedad como debe ser. Claro, digo "unos" no todos.

Aquí el artículo o editorial más bien de Epigmenio Ibarra:

Era sólo cuestión de tiempo que comenzaran los enfrentamientos formales entre las bandas de narcotraficantes y las tropas del Ejército mexicano. Vicente Fox cedió porciones del territorio nacional al crimen organizado. Empeñado en sentar en la silla a su candidato, se cruzó de brazos ante los embates del narcotráfico en Michoacán y Guerrero -dos zonas de filiación perredista; cantera natural de votos
para la izquierda- y dejó que a punta de terror los capos ganaran, por primera vez en la historia moderna de México, control territorial. Logró su propósito, es cierto, hizo perder a López Obrador un puñado de votos, pero el precio de esa canallada lo pagamos todos.

Antes el narco, una entidad comercial cuyo propósito primordial es la expansión y preservación de sus mercados, dominaba sólo parcialmente pequeñas rancherías aisladas en la sierra. Tenía santuarios para divertirse y garantizar mínimamente su operación. Santuarios que a la menor amenaza y sin dar batalla abandonaba. Enfrentar a las fuerzas federales acarreaba a los narcos daños a su operación; así que en general y salvo en casos de extrema necesidad eludía el combate. Hoy las cosas han cambiado. Gracias al criminal abandono de Fox el narco se hizo del control de municipios enteros, de regiones de importancia estratégica y convirtió la posesión de las mismas en un jugoso negocio que no está dispuesto a perder.

No sólo traicionó Vicente Fox a la democracia al intervenir ilegalmente en el proceso electoral; traicionó también a la Patria (que así se llama entregar parte del territorio nacional) y un día —si queremos vivir una democracia plena— tendrá que dar cuentas de sus tropelías ante un tribunal de justicia. También ante los deudos de esos soldados a los que hoy Calderón llama héroes es que Fox debe responder; esa sangre derramada, el Ejército lo sabe muy bien, mancha las manos del ex presidente.

Porque ante la indiferencia general —¿qué nos estaba pasando?— rodaban las cabezas en Guerrero y Michoacán y nadie hacía nada. En el país se producían hechos más atroces que en Colombia, que en Irak y nadie hacía nada. Escalaba impune el crimen organizado sus métodos de terror y nadie hacía nada. Publicaba La familia (un grupo vinculado al crimen organizado) un manifiesto en la prensa que mostraba la profundidad de su arraigo y el surgimiento del fenómeno del paramilitarismo en Tierra Caliente y nadie hacía nada. Crecía la lista de ejecutados, de policías asesinados y nadie hacía nada. ¿Y cómo iban a hacer algo en el gobierno federal si lo fundamental era derrotar a AMLO? ¿Quién en su sano juicio sale a votar donde ruedan cabezas? ¿Cuándo en medio del terror ha votado la gente por un cambio, menos todavía por alguien que es un "peligro para México"? Por eso, por ese abandono que restó votos a su rival, hoy Calderón se viste de verde olivo y manda a la tropa a pelear una guerra que su antecesor y padrino provocó.

Hay una enorme diferencia —eso el Ejército mexicano lo aprende con sangre— entre perseguir a gavillas de narcos que defienden sus parcelas de cultivos y bandas organizadas que tienen ya control territorial. Cuando las tropas se acercan a los plantíos son muy pocos los narcos que se deciden a jugarse la vida. Al fin de cuentas se trata sólo de un negocio. Lo perdido en unas hectáreas de mariguana se recupera casi de inmediato en la falda del cerro vecino. Cuando el crimen organizado se asienta en las ciudades; cuando descubre los beneficios de ejercer el control territorial, de hacerse del gobierno de poblaciones medias y mayores y encuentra en esto satisfacción de apetitos distintos y crecientes, entonces la cosa cambia radicalmente.

Ya no se sueltan unos tiros para amedrentar a los soldados. Se les enfrenta y se libra combate en condiciones de ventaja táctica; tanto por la cobertura de la base social, como por el poder de fuego que se ha venido acrecentando; no se defienden unas hectáreas de droga, se defienden áreas vitales, se defiende el hogar. El Ejército mexicano se mueve, pues, en esas zonas como fuerza invasora con todas las desventajas asociadas a la calidad de Ejército ocupante. Por sus golpes suelen caer en el vacío (el otro siempre tiene mejor información de inteligencia) y por eso también, cuando los que tienen control territorial ven éste amenazado, cae en emboscadas como la que se produjo en Michoacán. Se ha pasado de los dichos a los muertos; ¿y Fox? Su cinismo no tiene límites; nuestra conformidad parece no tenerlos tampoco.

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